“País de mierda”

Por: Rafael Antonio Mejía Afanador

La frase la pronunció César Augusto Londoño, ex comentarista deportivo (ahora analista político… vainas de la vida) en el cierre de un noticiero nocturno tras el asesinato de Jaime Garzón Forero, conocido por quienes por esa época rondábamos los 30 o 40 tiernos años y nos divertíamos con sus personajes de Zoociedad, Noticiero Quac, el Noticiero o Heriberto de la Calle, el impertinente lustrabotas que les cascó con el cepillo a varios personajes de la fauna nacional.

Aunque algunas cosas han cambiado desde ese tiempo, como el salario mínimo o el precio del dólar, los dueños del país siguen siendo los mismos: ciertos típicos personajes lo confirman, como el avaro señor Sarmiento Angulo, quien se autodenomina “humilde campesino pobre”, pues apenas tiene los centavitos para poseer una pequeña cadena de bancos, un modesto sistema privado de pensiones, una humilde cadena de hoteles, unos cuantos mediecitos de comunicación, unas ínfimas acciones en el sector de la construcción, en el de la salud y la infraestructura vial del país. Y cuando esas obras colapsan, como el puente de Chirajara, el pobre viejecito tiene por ahí tal cual peaje para que no se trasnoche. Los envidiosos dicen que esos puentes se construyen con el dinero de las pensiones, pero en El Tiempo dicen que eso no es cierto. Y yo les creo, así el modesto periódico sea del mismo Sarmiento Angulo, esa gente es muy seria… no creo que se vayan a poner a publicar mentiras.  

Uno de sus bienes más preciados del humilde campesino es un zoológico que algunos llaman Congreso de la República, y lo tiene en tan alta estima (con todo y cuidandero) que, sin ese animalero, su sencilla fortuna podría estar en riesgo. Obviamente, él no está solo. Para bien de la patria ahí también están los Gilinsky, los Santodomingo, los Ardila y la mayoría de la casta política colombiana encabezada por el grancolombiano y sus dos alegres, emprendedores y suertudos muchachos.

Hablando de suerte, la de don Luis Carlos y de los otros humildes empresarios de contar con unos compatriotas pobres solidarios con ellos, no tiene precio. Esos ‘colombianos de bien’, en verdad se enfurecen, echan babaza y los defienden cuando a los precarios emprendedores les intentan elevar un poquito los impuestos y se enojan en grado superlativo cuando algunos guaches pretenden hacerles pagar dominicales y festivos.

Por otra parte, estuvimos a un pelo de elegir al “Ingeniero” para la Presidencia de la República. Quién más que alguien que se ha sacrificado con el dinero de los demás para oler dónde hay corrupción. Es mejor poner a las ratas a cuidar el queso porque la robadera, como dice él, se puede reducir a sus justas proporciones, como decía Turbay abuelo. ¡Y es cierto! ¿Quién mejor que un ladrón para obtener cien años de perdón?

Para vergüenza mundial, el 2 de octubre de 2016, este pueblo indolente que no conoce el precio de la libertad, rechazó en un plebiscito la posibilidad de la paz con el más antiguo grupo guerrillero del planeta. No nos parecieron suficientes 50 años de guerra y le hicimos caso a un orate que nos metió los cuentos baratos del castro-chavismo, de la homosexualización de los niños en los colegios públicos, de que a los pensionados les iban a quitar el 8% de la pensión para dársela a los guerrilleros desmovilizados y un montón de tonterías más “para que la gente saliera a votar verraca”. Después el Patrón nos metió el cuento de que el señor que había confesado ese montón de sandeces (Juan Carlos Vélez, gerente de la campaña del NO) seguramente “estaba borracho” durante la entrevista… Y este país de ingenuos nuevamente se lo creyó.    

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A todo lo anterior agréguenle que algunas ‘gentes de bien’ -empresarios- tumbaron a Ecopetrol en la bobadita de 80 millones de dólares en una jugada maestra que involucra a lo más granado de la decencia y emprenderismo de este sufrido platanal. Suenan apellidos con blasones y toda la vaina. Y lo más fregado es que se quejan del precio de la gasolina y de los subsidios que ellos mismos reciben, como el nieto de la lumbrera de Turbay.

No les doy más ejemplos de nuestras calamidades porque terminamos llorando, pero tengan en cuenta que sólo en una republiqueta de éstas, quienes denuncian casos graves de corrupción terminan empapelados y de pronto con sus huesos en la cárcel. Tres cerezas para el pastel: Uribe les quitó a los militares la mesada 14 y Petro se las restituyó y adivinen con quién están bravos. En la reforma laboral se les quiere retribuir a los periodistas las horas extras trabajadas, los festivos, dominicales y demás garantías, y también adivinen quiénes están bravos. Cuando sacan a un político delincuente de la cárcel porque “el propósito resocializador de la pena está satisfecho”, adivinen en qué país le dan recibimiento de héroe…       Lástima que César Augusto pasó, en 24 años, de ver a Colombia como un país de mierda a verlo como el país de Narni

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