Cuando la discriminación se disfraza de argumento

El profesor Mauricio Jaramillo Jassir es un habitual columnista del portal Razón Pública, dirigido por el politólogo y también profesor universitario Hernando Gómez Buendía. En su escrito, Jaramillo expone su punto de vista sobre el racismo contra la vicepresidenta, Francia Márquez, que, generalmente, es admitido de forma tácita por varios medios de comunicación importantes, sin que sus directores o editores den muestras de combatirlo abiertamente. Cuando esto ocurre, es decir, minimizando los alcances que implica en una sociedad el racismo, los responsables de los medios son copartícipes y cohonestan con ese mal social abominable, que solo infunde discriminaciones irracionales y odios primarios viscerales.

Mauricio Jaramillo Jassir es profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, autor del libro Anatomía heterodoxa del populismo. Editorial de la U. del Rosario.

Por Mauricio Jaramillo Jassir

Apreciados colegas de la revista Semana:

Con tristeza he comprobado una retórica sistemáticamente racista contra Francia Márquez, mimetizada como control a su gestión y en ejercicio del derecho a la controversia.

Me he chocado con artículos y videos en su revista donde se alude a estereotipos sobre la población afrodescendiente hiperbolizados con la gira al África Subsahariana.

Tildar el viaje de “safari”, caricaturizando a Francia Márquez con un salacot y vestimenta de excursión, no es un acto de humor político ni de la ironía en clave de distensión de la política.

Es la cínica confirmación de presunciones negativas sobre un grupo étnico. En el subtexto se lee a gente perezosa, derrochadora, ignorante e incapaz de representar a un país que todavía se define impúdicamente como “blanco”, una invención sin asidero en la realidad.

Tengo el mayor respeto por la revista Semana, y jamás utilizaría calificativos que otras personas divulgan en las redes para tildarla de “prepago”, “prensa mafiosa”, “corrupta” o “paramilitar”. Me indigna su uso contra un medio donde trabajan colegas a quienes respeto y cuyo profesionalismo es indiscutible.

Doy por descontado que ellas y ellos no se sienten representados por videos, titulares y artículos cuyo sesgo racista y condescendiente con el odio, es incompatible con el pluralismo.

Mis reparos se refieren a los videos de María Andrea Nieto sobre Francia Márquez, que no escrutan ni controvierten su gestión como vicepresidenta.

La periodista Nieto no recurre a la opinión ni al criterio de internacionalistas, omite el contexto histórico, regional y global, y se pasa por la faja los objetivos y logros de la visita de Márquez a países africanos —como lo han hecho otros medios—. Tan solo muestra sus prejuicios porque a cada momento destaca la procedencia étnica de la alta funcionaria que representa a Colombia, y hace uso constante de la ironía al citar el estribillo del “vivir sabroso” —sin dar un solo matiz sobre las raíces o el sentido de esta expresión—.

Lo anterior es reflejo del desprecio con el que, desde Bogotá o cualquier otra ciudad capital se soslayan las visiones de la dizque “Colombia profunda”.

Jamás pediría condescendencia hacia Francia Márquez, porque, además, la considero una de tantas expresiones silenciosas pero trascedentes de racismo.

Les pediría en cambio contemplar una confrontación con argumentos sobre su gestión, inclusive con humor e ironía. Pero me pregunto y les pregunto:

  • ¿Era necesario poner en el titular de una nota el descalificativo “mononeural”, que utilizó un entrevistado —de francas posturas supremacistas— para referirse a Francia Márquez?
  • ¿Por qué insistir en la teoría del “racismo inverso”, cuando comprobadamente es materia prima de apologías al odio?
  • ¿Por qué los viajes a Estados Unidos son la graduación como estadistas de nuestros presidentes, pero el primer viaje al África de una vice afrodescendiente es una excursión o un safari que merece burlas?

Les pido recordar el dolor y la conmoción que sentimos en el caso de la profesora Kerlin Murillo Mena y sus hijos salvajemente violentados —incluso abusados sexualmente— en un colegio de Boyacá, donde se habían normalizado los prejuicios contra los afros y que ustedes ayudaron a reportar. El shock que produjo el caso fue severo pero breve, duró lo que tardan los ojos en fijar otro titular y con la yema del dedo ponchar otro video o contenido. No pretendo adjudicar responsabilidad a Semana, sino apenas resaltar la preocupante situación de racismo que los medios pueden aliviar.

Como si fuera poco, Vicky Dávila y María Andrea Nieto no encontraron inconvenientes en controvertir a Laura Beltrán (Lalis), haciendo mofa solapada de su físico. Recurrieron a la literalidad para esconder el subtexto, produciendo un daño que estamos lejos de calcular. ¿Cuántas depresiones, intentos o suicidios efectivos de niñas, niños y adolescentes les parecen convincentes para entender la dramática situación que los aqueja, por moldes de dimensiones estrechas y arbitrariamente impuestas sobre sus cuerpos?

Jamás entenderé la saña contra las víctimas, el lugar común (además de la moda) de sacar provecho de sus tragedias. La discriminación no tiene reparación efectiva ni real, si acaso simbólicas. Cualquier congresista, de esas a las que se suele acusar de capitalizar sus desgracias, entregaría su curul a cambio de un solo segundo en compañía de su mamá, papá o hijo asesinado.

Preocupa y acongoja el silencio de otros medios. Dijo el general Mendieta en sus horas más largas de secuestro «me atormenta la maldad del malo y la indiferencia del bueno”. Aterradora la pasividad del periodismo frente a mensajes de hedor racista y revictimizador.

El 28 de enero de 2022, un comunicador se burló del cautiverio de Ingrid Betancourt, trinando “secuestrados por la ridiculez”.  971 personas le dieron “me gusta”. Su frase insólita y repugnante pasó de agache y además fue celebrada porque en Colombia se vitorea el dolor.

Paradójicamente, la semana pasada, ese mismo periodista propuso un debate sobre el papel de los medios en una columna de amplia circulación. No dedicó una sola palabra a reflexionar sobre el racismo en la prensa. ¿Por qué?

Nos habituamos a la agresión, normalizamos el racismo y somos permisivos con la apología al odio que solemos justificar con una enfermiza adjudicación de responsabilidad a las víctimas: “algo habrá hecho ¿no?”.

No dirijo una palabra si no estoy dispuesto a escuchar a mi contraparte. Aclaro que esto no es un señalamiento, sino una propuesta de conversación sanadora.

Espero que estas palabras sirvan de reflexión y encuentren a alguien del otro lado.

Mauricio Jaramillo Jassir 

Fuente: https://razonpublica.com/cuando-la-discriminacion-se-disfraza-argumento/

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