EL DALAI LAMA
Por Manuel Álvaro Ramírez R
Hay un libro muy interesante sobre la historia contemporánea del Tíbet escrito por Tsering Shakya: “The Dragon in te Land of Snows”, en el que cuenta la historia del exilio forzoso del Dalai Lama, a comienzos de los años cincuenta, cuando China tomó el control de algunos territorios autónomos, entren ellos el Tíbet, un país con tres millones de habitantes, donde gobernaba una élite feudal encabezada por Tenzin Gyatso, más conocido como el Dalai Lama, que además es el líder espiritual del budismo tibetano.
Este sujeto hubiera pasado desapercibido en occidente, como tantos otros jerarcas de otras religiones, pero una adecuada estrategia de marketing le merecieron el Premio Nobel de Paz en 1989 y desde entonces lo pasean por el mundo como la Coca Cola de la bondad y la dulzura. Pero resulta que a este anciano gobernante, en su locura senil se le ocurrió besar en público a un niño en la boca y pedirle de ñapa que le chupara la lengua. Ya esto era lo suficientemente grotesco y repudiable pero no fue todo, porque el público espectador sonrió ante la depravación del santo y le encimó un sonoro aplauso.
Hasta aquí, lo anecdótico, ahora vayamos al fondo del asunto. Las religiones han desempeñado un papel fundamental en el desarrollo de los pueblos y entre mayor es la ignorancia y el atraso de una sociedad, así mismo es la creencia ciega en los charlatanes llámense lamas, curas, pastores, chamanes, patriarcas o políticos. No de otra forma se explica el comportamiento, no del anciano corrompido sino de sus seguidores a quienes ni siquiera se les ocurrió retirar el infante de manos del depredador sino que hubo una tácita aprobación, sólo por el hecho de que el abuso lo estaba cometiendo un nonagenario investido de autoridad. Me pregunto si hubieran aplaudido como lo hicieron, si el pederasta hubiera sido cualquier Pedro Pérez o Perico de los Palotes.
Las personas hasta se hacen matar por sus creencias, sin importar lo irracional que resulten éstas, por ejemplo a la iglesia católica diariamente le estallan escándalos relacionados con el comportamiento sexual de los sacerdotes, gran parte relacionados con casos de pederastia. Sin embargo, los católicos no renuncian a su religión y los más fanáticos insultan a quien se atreva a criticar esos comportamientos. Recordemos que Marcial Maciel estuvo a punto de ser canonizado por Juan Pablo II, quien sí alcanzó a clasificar y ahora es santo, lo que quiere decir que una canonización no se le niega a nadie.
Una vez le presté un libro a un amigo quien lo llevó a la casa equivocada porque en cuanto una persona mayor vio la portada y el título, ‘Sodoma’ para los interesados, regañó a mi amigo y le prohibió volver a llevar documentos tan impíos. Para esa persona el problema no estaba en los abusadores sexuales sino en quienes se atreven a denunciar a los depravados. La respuesta de la iglesia ha sido casi siempre trasladar al pedófilo a otro lugar ojalá con las condiciones propicias para que pueda repetir sus crímenes, hasta cuando surja una nueva denuncia y el ciclo se reinicie. Queda claro entonces que una crueldad ejercida desde el poder es celebrada y cuando se da en los niveles más bajos de la sociedad es repudiada y castigada en forma severa. Dicho de otra manera, los crímenes son una construcción social que se juzgan con arreglo a la riqueza y el poder que puedan ejercer los delincuentes. Siempre se nos ha enseñado a ver el delito desde arriba, pero ya va siendo hora de comenzar a revisar la lógica.
(*)Magíster en Economía
Universidad de los Andes
aramirez7528@gmail.com