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En su columna habitual del El Espectador (10/11/2023) el profesor y analista Francisco Gutiérrez Sanín nos muestra cuán estúpida –aparte de criminal— fue la acción del ELN en secuestrar a don Luis Díaz. Pareciera que los dirigentes de ese grupo, que están ad portas de ingresar a asilos, la vida se les pasó sin que aún hayan conocido al pueblo colombiano. Creería cualquiera que jamás escuchan radio, leen prensa o ven la TV y por descontado se supone que usan redes sociales.      

Francisco Gutiérrez Sanín. El Espectador 10 de noviembre de 2023

El secuestro del padre de Luis Díaz por parte del ELN es —para parafrasear la famosa expresión atribuida a Fouché— un crimen y también una estupidez. Cometer este ataque terrible, contra un señor mayor e indefenso, que no tiene nada que ver con nada y quien además es el papá de una figura adorada por millones de colombianos, sobre todo de los sectores populares, es una manera infalible de echarse a la población encima. Peor aún. La justificación notarial, según la cual “es una operación de finanzas que aún no se ha discutido en la mesa”, no solamente saca del panorama el predicamento humano involucrado en toda la operación, sino que ignora de un plumazo las consecuencias políticas de los propios actos. Es una torpeza que produce pasmo. Si el ELN quiere que su paz sea participativa, participativa de verdad, entonces consulte la opinión que les merece a los colombianos este acto (y el grupo mismo). Para no hablar ya de que cada minuto que pasaba aumentaba el riesgo de que le pasara algo irreparable a la víctima, con las consecuencias que hasta el más tonto se puede imaginar.

Ahora bien: no creo que se deba o pueda usar este episodio deprimente para bombardear la paz y para anunciar su fracaso. Por varias razones. Primero, estos procesos son objetivamente difíciles; en ninguna parte del mundo se adelantan sin sobresaltos. Miren los titulares de la prensa mundial para entender cuál es la alternativa (la concreta, la de carne y hueso, no la imaginada). Segundo, en Colombia todos los precedentes —para todas las fuerzas del espectro político— muestran procesos atravesados por múltiples brutalidades. Vean no más el de los paramilitares. Al Gobierno de Uribe —que muchos aún imaginan como el firme defensor de la autoridad— le mataron al principal paramilitar negociador, le cometieron toda clase de masacres y despojos, así como innumerables negocios con narcos, mientras se estaba dialogando. Nunca dijo ni mu. Ni él ni el equipo que lo acompañaba siquiera se plantearon que esos eventos implicaran el fracaso de su proceso. Tampoco se oyó la voz de aquellos que ahora se desgarran las vestiduras. David Luna (cuya retórica es particularmente estridente y de mala fe) acusa al ejército de pasividad, ¿pero hay bases para eso? ¿Realmente los ceses al fuego con diversos grupos han derivado en un aumento de los ataques de ellos a la población civil o ha sido más bien al revés?

Nada de esto normaliza el secuestro del padre de Luis Díaz ni los demás crímenes que puedan cometer organizaciones al margen de la ley involucradas en procesos de negociación con el Gobierno. ¿Cómo responder? Exige Luna que le “desaten las manos al ejército”: es decir, incita a los militares a de facto terminar los ceses bilaterales. Algo que —no en el pasado cercano, pero sí hoy— evoca la tonada de principios del siglo XX (a propósito de Rafael Reyes, creo): “Colombia, país de las cosas singulares / donde quieren la guerra los civiles / y la paz los militares” (cito de memoria). No tan sorprendente, empero: los encorbatados guerreristas están poniendo en juego la sangre de otros, por lo que la operación les sale baratísima.

Hay otra opción, simple y poderosa: la presión política. Dura, clara, persistente. No se trata de insultar al ELN, ni de llamar a sus miembros “bandidos” (no creo que ni de lejos sean criminales económicos), etc. Sino de pedirles cuentas a sus líderes. De preguntarles cómo esa clase de actos promueven las causas que dicen defender. Y a quién le sirven. También de movilizar a la opinión y a la población para que, de manera participativa, se expresen sobre esto.

La prensa del jueves informa que ya fue liberado el padre de Luis Díaz. Pero lo hecho y dicho quedan para la reflexión.

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