Opinion

LA DISCUSIÓN SOBRE LAS PREFERENCIAS SEXUALES

La discusión a raíz del desempeño mostrado por la boxeadora argelina Imane Khalif, han salido a la luz infinidad de publicaciones, algunas serias, pero la mayoría cargadas de lo que puede aportar la ignorancia y el fanatismo que es de lo que se alimenta buena parte de las redes sociales.

Hace no muchos años si una niña mostraba inclinaciones como preferir los carritos en lugar de las muñecas o la afición al boxeo, el fútbol o la lucha libre, era motivo de preocupación porque muchos comportamientos similares eran indicio de que algo no estaba bien. Hoy ya no hay disciplina en la que las mujeres no hayan incursionado y se hayan hecho a un renombre y a casi nadie le importan las preferencias sexuales de las personas siempre y cuando lleguen con un triunfo. Los casos de le selección femenina de fútbol son bastante conocidos.

Esto trae un tema de reflexión que surge de forma intermitente desde que la Organización Mundial de la Salud OMS dejó de considerar el homosexualismo como una enfermedad. La preferencia hacia personas del mismo sexo es un asunto individual que sólo concierne a cada persona y nadie, absolutamente nadie, tiene el derecho de entrometerse en esos asuntos.

Otra cosa es si la carga hormonal hace más fuertes o más débiles a las personas, en cuyo caso deberían regularse las competencias, así como se hace en el caso del doping, pero es algo que tiene que discutirse por fuera de preferencias religiosas y fanatismos de toda clase. El cuento de que sólo hay dos sexos y exageraciones como aquella de que al final se tendrá que optar por el urólogo o el ginecólogo, que lleva de por sí una carga de ignorancia enorme, ya debería haber sido superado hace años. Pero no. Todavía las posiciones van desde la tolerancia completa, pasando por la aceptación condicionada a que a nosotros no nos afecte, hasta la negación violenta y absoluta como la que sostienen quienes están a favor de las llamadas terapias de reconversión.

La historia está llena de episodios de homosexualidad tolerada como el caso del emperador Adriano con Antinoo, o los antiguos griegos con sus ejércitos de efebos, pero también de castigos como el encarcelamiento de Oscar Wilde por su relación en su momento considerada escandalosa con Alfred Douglas hijo del Márquez de Queensberry, de manera que la discusión no es ninguna novedad.

El problema surgido a partir de la medalla olímpica ganada por Imane Khalif, pone de presente que lejos de estar superados los prejuicios, la sociedad todavía se encuentra patinando en dilemas morales. Hay que aceptar que la sexualidad no es ni mucho menos un plano en blanco y negro sino una amalgamada escala de grises. Hay países donde los pasaportes no limitan el género de las personas a masculino y femenino, lo cual es un indicio saludable de que se está ampliando la visión de una realidad que hasta hace pocos años era inimaginable, aunque hay países donde las relaciones de personas del mismo sexo no sólo no son aceptadas sino criminalizada y constituyen la tercera parte de los países del mundo.

La división de la sociedad en clases sociales es mucho más relevante que la de los sexos, aunque mucha gente de la clase dominante se empecine en inmiscuirse en la vida privada de las personas como sucede con el presidente Gustavo Petro, sobre el cual se ha construido un infame relato. Según se ha dicho el Presidente es homosexual y travesti, pero también que tiene moza porque según el relato, lo vieron y grabaron en Panamá con una supuesta amante. No importa lo absurdo de la calumnia y de la canallada, todo vale con tal de hacerle daño y lo que queda claro, es que no importa lo que se diga de dientes para afuera, es que la clase dominante colombiana es clasista, intolerante, racista, pero, sobre todo, hipócrita.

Por Manuel Álvaro Ramírez R.
Magíster en Economía. Universidad de los Andes

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