Opinion

IVÁN EL TERRIBLE

No debemos resignarnos a que la violencia verbal sea la impronta que caracterice a los colombianos.

A raíz del anuncio de la precandidatura del senador Iván Cepeda Castro comenzó una campaña de desprestigio por parte de la extrema derecha, acusando al precandidato de ser una ficha de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC. Ellos saben que no es cierto, por lo menos los promotores de la infamia lo saben de sobra, tanto lo saben que llevamos once años esperando un debate sobre lo que ellos llamaron la farcpolítica, con el que amenazaron pero que no han pasado del tilín tilín. Sin embargo, saben también que hay hordas sedientas de venganza que creen todo lo que salga de labios del profeta.

Iván Cepeda nació y creció en la lucha revolucionaria. Su padre Manuel Cepeda Vargas fue un aguerrido militante del Partido Comunista y miembro de la Unión Patriótica, partido diezmado por el Estado Colombiano por lo cual el 30 de enero de 2023 el Estado fue declarado responsable del exterminio de ese partido político, exterminio que fue realmente un genocidio, entre cuyas víctimas estaba precisamente el entonces senador Manuel Cepeda.

Pero también por el lado materno tenía su ascendiente de lucha porque Yira Castro fue una destacada agitadora de causas sociales como militante activa primero de la Juventud Comunista de Colombia JUCO y luego en el Partido Comunista en el cual formó parte de su Comité Central.

Iván se educó en Checoeslovaquia cuando todavía existía la Unión Soviética, pero ideológicamente se fue distanciando de su padre quizás por su formación como filósofo. Se ha destacado por la búsqueda de la paz, acaso motivado por el dolor que le significó el asesinato de su progenitor por parte de dos suboficiales del Ejército, los sargentos Hernando Medina Camacho y  Justo Gil Zúñiga Labrador, en contubernio con organizaciones paramilitares.

De manera que dicho asesinato hizo de Iván Cepeda un incansable luchador en busca de la paz, todo lo contrario a la imagen del terrible que quieren dibujar hoy, como la cabeza visible de organizaciones terroristas. No. Iván Cepeda podrá ser cualquier cosa menos un activista de la lucha armada y prueba de ello son las múltiples ocasiones en que ha actuado oficialmente y nunca de manera subrepticia como miembro de múltiples comisiones que buscan la paz o por lo menos el desescalamiento del conflicto.

La derecha colombiana tiene un problema sumamente serio y es su grado de analfabetismo funcional, lo cual significa que, aunque sepan leer y hasta tengan títulos universitarios, es muy poca su capacidad de lectura crítica, por lo menos eso es lo que sostiene el escritor Mario Mendoza a quien habría que creerle dadas las actuaciones de la élite en materia política. Es un sector que no lee y tiene temor de perder los privilegios amasados durante décadas, otros dicen que siglos, y que han llevado a la sociedad colombiana a unos niveles de desigualdad vergonzosos.

La derecha vive en una burbuja que le impide ver que el mundo está cambiando a pasos agigantados, que ya el temor reverencial de antaño no existe y que la gente está perdiendo el miedo que le han inoculado desde la más temprana niñez, hoy tenemos senadores y representantes de esas minorías olvidadas o digamos mejor, ninguneadas atávicamente, que ya no se callan y no temen enfrentarse a los otrora poderosos déspotas.

Para avanzar hacia una sociedad más justa, se tiene que lograr que la derecha entienda que la cesión del poder cuando pierden las elecciones, es la condición sine qua non de la democracia. Uruguay lo ha logrado y en esta misma línea se está moviendo México, lo que de paso está enviando un mensaje esperanzador según el cual, hoy sí, es posible acceder al poder sin necesidad de derrocar al Estado por la vía armada. Antes se gritaban consignas como “El poder nace del fusil”, “Votando eliges tu verdugo” o “No vote luche”. Llegó la hora de revisar muchas de nuestras antiguas consignas.

En cuanto a los miembros de la caverna conservadora, aunque vivan en esa burbuja, les tocará salir cuando se den cuenta que hay un amplio sector de la sociedad que ya no confía en ellos, ni en sus medios, ni en sus voceros, ni en sus medios de comunicación y ni siquiera se arredran ante las amenazas de sus matones.

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