Opinion

ARGENTINA, EL TROMPO DE PONER

Por Manuel Álvaro Ramírez R.

Para no arriesgarnos a que las nuevas generaciones no entiendan el título, toca decir que hubo una época, cuando no había Internet, en la que existió un juguete llamado trompo; hecho de madera, con punta de hierro y giraba en el piso mediante el impulso de una pita o piola, parecido, aunque más grueso, a los hilos que hoy se usan para elevar cometa. Una de las modalidades del juego consistía en poner un trompo en el piso, llamado el trompo de poner, al que los demás jugadores le apuntaban con el puntiagudo instrumento. El trompo se hacía avanzar hasta pasar un punto de referencia y ahí terminaba el set, como se dice en el jet set. Cuando el juego terminaba, al trompo perdedor se le sometía a recibir aguijonazos de parte de los otros jugadores. Hasta aquí el juego.

Traemos este símil para ilustrar el triste papel que le ha tocado jugar a la República Argentina durante el modelo neoliberal, desde sus inicios hasta su declive, cuando a la vista está la evidencia de su fracaso. Vamos por partes. Argentina fue mostrada como la alumna juiciosa del modelo, la que todos los días llevaba las lecciones y encima una manzana a la profesora. Incluso llegó un momento en que el peso argentino se podía cambiar a la par con el dólar como muestra de que, si se dejan funcionar los mercados, éstos se encargan de corregir los desequilibrios. Pero el experimento no duró y terminó en un estruendoso fracaso que tuvieron que pagar los argentinos con parte de sus saldos en cuentas de ahorros cuando en diciembre de 2001 se decretó el llamado feriado bancario y a todo el desastre con el nombre juguetón de ‘El Corralito’.

La idea era la siguiente: se supone que en la economía los desequilibrios los corrige el mercado, si un bien está muy costoso la gente no lo compra y los vendedores al ver que la mercancía no sale, bajan los precios hasta que los inventarios se agotan, en caso contrario, si un bien es muy demandado los comerciantes suben los precios hasta encontrar el punto de equilibrio. Así, el dinero es una mercancía y como tal reacciona al vaivén de los precios, sube cuando es muy demandada y baja cuando hay pocas ventas. Así las cosas, en 2001 la deuda externa era de US$144,222 millones equivalentes al 48% del PIB, es decir que de todo lo que Argentina producía en ese año casi la mitad lo estaba debiendo y en ese solo año hubo una fuga de capitales por US$15,771 millones, el dólar eran un bien muy demandado lo que se tradujo en subida incontrolada del precio o lo que es lo mismo, devaluación acelerada del peso.

En ese año todavía había convertibilidad automática, lo que quería decir que se podían abrir cuentas indistintamente en dólares o en pesos argentinos, pero de repente, los grandes capitalistas conscientes de que esa deuda era impagable, comenzaron a sacar sus dólares, el precio de la divisa se disparó cuando ya nadie quería pesos argentinos, los cuentahabientes se agolparon en las entidades financieras, pero el Gobierno decretó feriado bancario, léase cierre de las oficinas y prohibición de retiros de efectivo y quienes tenían cuentas en dólares se encontraron de la noche a la mañana con que ya no había convertibilidad y sólo podrían retirar parte de sus saldos con pesos devaluados y eso a cuentagotas durante un año. Un robo de frente y fue así que el modelo colapsó.

Sin embargo, la historia vuelve a repetirse. Argentina eligió como presidente a un sujeto con ínfulas de economista, quien propugnaba por la destrucción del Estado y que hizo campaña con una motosierra, quien ofreció controlar la inflación y acabar con la casta. Hoy los gauchos saben que la casta era ellos, los electores de a pie a quienes en la práctica les recortaron los salarios y las pensiones y ahora, para completar la desgracia, la deuda subió a US$305,043 millones, equivalente al 78,5% del PIB, impagable por donde se le mire y el Fondo Monetario Internacional prometió un préstamo de US$20,000 millones para evitar que el sistema colapse nuevamente, como si no hubieran aprendido nada de la experiencia pasada. Y cuando llegue el momento, cobrarán la deuda con los recursos naturales que todavía le queden al martirizado país.

Para rematar este sainete, con la esperanza de agilizar el desembolso, el martes de la semana pasada el presidente Milei fue a Estados Unidos a una cita que no contó con el protocolo que se les otorga a los jefes de Estado de una reunión privada en la oficina oval sino con un almuerzo multitudinario donde el presidente norteamericano humilló a Milei, lo dejó hablar unos dos minutos y condicionó el desembolso al resultado de las elecciones que tendrán lugar el próximo 26 de octubre. El Kirchnerismo debe estar de plácemes por este empujoncito que, sin proponérselo, Trump les acaba de dar.

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