La Nota

«Ansiedad y apetito», una relación compleja

Experimentar cambios en el apetito es común cuando se enfrenta a la ansiedad. Algunas personas pueden padecer una disminución significativa del apetito, mientras que otras pueden experimentar un aumento notable. Estos cambios pueden variar en intensidad y duración, dependiendo de la persona y la naturaleza de su ansiedad.

En casos de ansiedad severa, algunas personas pueden sentir una falta total de interés por la comida, lo que lleva a una disminución significativa en su ingesta calórica diaria. Este fenómeno puede deberse a la respuesta del cuerpo al estrés, donde se desencadenan cambios fisiológicos que afectan el sistema digestivo. La ansiedad puede manifestarse con síntomas como náuseas, malestar estomacal y pérdida de apetito.

Por otro lado, hay quienes experimentan un aumento en el apetito como una forma de lidiar con el malestar emocional. La comida puede convertirse en un mecanismo de afrontamiento, proporcionando temporalmente una sensación de consuelo o distracción frente a la ansiedad. Esto puede llevar a un consumo excesivo de alimentos, especialmente aquellos ricos en grasas y azúcares, lo que a su vez puede afectar la salud física.

La relación entre la ansiedad y el apetito es compleja y multifacética. Algunas personas pueden experimentar fluctuaciones en sus patrones alimentarios a lo largo del tiempo, mientras que otras pueden mantener una relación más constante con la comida. Es esencial reconocer estos cambios y abordar la ansiedad subyacente para promover un bienestar integral.

Las estrategias para gestionar la ansiedad y sus efectos en el apetito pueden incluir la búsqueda de apoyo profesional, como terapia cognitivo-conductual, que aborda patrones de pensamiento negativos y ayuda a desarrollar habilidades de afrontamiento saludables. Además, la práctica regular de técnicas de relajación, como la meditación y la respiración profunda, puede contribuir a reducir los niveles generales de ansiedad.

Además de buscar ayuda profesional, mantener hábitos de vida saludables, como una dieta equilibrada y la actividad física regular, puede ser beneficioso para estabilizar los patrones alimentarios. El autocuidado y la atención plena son componentes clave para manejar la ansiedad y cultivar una relación saludable con la comida.

DIEGO PINTO

Psicólogo

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