Cerrada nuevamente la vía al Llano por lluvias y amenaza de desprendimientos de tierra
La apertura de la vía estaba prevista nuevamente para las 3:30 de la madrugada de este jueves 24 de agosto, pero hacia las 4:30 de la mañana las autoridades decidieron cerrarla nuevamente, a la altura del kilómetro 58, por las fuertes lluvias y por el desprendimiento de material de la montaña.
“Autoridades informan que no se ha podido habilitar los puntos de control del K0+000 y del K83+000, debido a caída de material en el K58+000 que deberá ser retirado una vez se tenga luz día y se requiere inspeccionar los puntos antes de habilitar el tráfico vehícular”, informó la concesionaria Coviandina muy temprano este jueves.
Por el hecho, habitantes del sector tuvieron que pasar la noche fuera de sus casas temiendo que se produjera una tragedia. A la crisis económica que enfrentan por la drástica reducción de sus ingresos se suma la crisis nerviosa que provoca la incertidumbre derivada de la inestabilidad del terreno.
Este importante corredor vial que une al oriente con el resto del país no ha podido entrar en operación y agrava la situación de habitantes y conductores.
En medio del paso alternado que habían activado las autoridades, algunos camioneros que viajaban en el sentido Bogotá-Villavicencio lograron llegar hasta Chipaque (Cundinamarca), en donde quedaron trancados de nuevo. En el sentido Villavicencio-Bogotá, otros conductores alcanzaron a avanzar hasta el sitio Buenavista.
En el sur de Bogotá, en la salida hacia Villavicencio, el panorama volvió a ser el mismo de los días anteriores: los conductores de todo tipo de vehículos vuelven a protestar en el sector de Yomasa porque la vía no se reabre definitivamente, una circunstancia que no solo los afecta a ellos directamente, sino al intercambio comercial en general.
Por estos días, la situación en la vía al Llano se asemeja a la de un nudo al que aprieta no solo la naturaleza, sino las comunidades que también bloquean ese importante corredor para exigir soluciones definitivas y los conductores que protestan agobiados por la inmovilidad.
Más allá de despejar la carretera de las piedras y el lodo que caen de la montaña, las autoridades deben pensar en una salida concluyente para este viejo problema que genera miles de millones de pesos en pérdida.