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Pepe Mujica: adiós a un símbolo de ética, sencillez y lucha popular en América Latina

Esta semana el mundo despidió a José “Pepe” Mujica, exguerrillero, expresidente de Uruguay y referente moral de una generación que soñó con una política más humana. Su legado sigue vivo en líderes progresistas.

La muerte de Pepe Mujica en 2025 conmueve al continente. No se ha ido un político más; ha partido un sabio, un hombre que predicó con el ejemplo y mostró que es posible gobernar sin perder la humanidad. Exmandatario, filósofo popular, campesino austero y exguerrillero reformado, Mujica fue para muchos el último bastión de la política honesta y transformadora en América Latina.

Nacido en Montevideo en 1935, Mujica fue miembro del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Su historia como guerrillero lo llevó a sufrir prisión durante más de una década bajo condiciones infrahumanas. Pero lejos de radicalizarse, esa experiencia lo llevó a una profunda transformación personal. Tras la dictadura, se reincorporó a la política democrática, fue senador, ministro y presidente de Uruguay entre 2010 y 2015.

Durante su mandato, Mujica impulsó una agenda progresista sin precedentes: legalización del aborto, matrimonio igualitario, regulación estatal del cannabis, y políticas de redistribución del ingreso. Todo ello, sin renunciar a su estilo de vida austero: vivía en una modesta chacra, usaba ropa sencilla, donaba el 90 % de su salario y se movilizaba en un Volkswagen escarabajo. Su forma de vida contrastó con la ostentación de muchos líderes y lo convirtió en ícono global.

Mujica también fue inspiración para una nueva generación de líderes de izquierda. Gustavo Petro, presidente de Colombia, lo ha citado en múltiples ocasiones como guía ética. Ambos comparten un pasado insurgente, una visión crítica del neoliberalismo y un enfoque profundamente social de la política. Petro ha adoptado parte de su discurso anti-consumista y su llamado a una economía centrada en la vida y no en el capital.

Frases como “Pobres no son los que tienen poco, sino los que quieren mucho” o “El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes realmente son”, se viralizaron en discursos políticos y redes sociales. Mujica fue un referente no solo por sus ideas, sino por su coherencia: vivió como pensaba, y pensó siempre en los demás.

Hoy, con su partida, Pepe Mujica deja una herencia moral invaluable. Su vida fue un acto de rebeldía contra la hipocresía del poder. Su muerte no es el final de un ciclo, sino la consolidación de una filosofía que seguirá viva en quienes creen en la política como herramienta de justicia y ternura. Su huella quedará en cada gesto de humildad y en cada decisión tomada desde la ética y la empatía.

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