Opinionpor: Rafael Mejía A.

El discurso del presidente

Por Rafael Antonio Mejía Afanador

El director británico Tom Hooper nos presentó en 2011 El discurso del rey, un excelente drama donde Alberto, (‘Bertie’, duque de York), tiene que asumir como rey con el nombre de Jorge VI, ante la escurrida de bulto de su hermano Eduardo VIII por irse tras los huesitos de Wallis Simpson, quien para mi gusto tenía cierto parecido a la Simpson, pero la de Homero. Vale la pena recordar que Jorge VI era el padre de la recientemente fallecida reina Isabel. 

En la película, el padre del futuro rey lo lleva casi de las orejas a dar un discurso en el estadio de Wembley en 1925 y el fiasco fue tan brutal que los ingleses se enloquecieron de tal manera que casi se ponen a gritar ¡fuera Petro! Como quien dice, tras de cotudo con paperas: el futuro rey era tartamudo y después ese discurso quedó peor. Imagínenselo después leyendo ante los micrófonos de la BBC la declaratoria de guerra a Alemania en 1939… casi se (cuac-cuac) del susto. Para bien de sus súbditos, en los días previos al discurso, afortunadamente el hombre entendió que la forma en la comunicación es fundamental para que los demás le reciban a uno las ideas tal y como uno lo quiere.

El componente pragmático de la comunicación me dice a mí que debo decirle al pan pan y al vino vino. La gracia está en CÓMO decirlo. Y, agregaría yo, a quién decírselo. Es decir, el famoso target del que hablan ahora los publicistas millennials. No es hora de echarle vainas a Bolívar para que las entienda Santander.

Así como el presidente Petro quiere llegarle a su público, Jorge VI se le quería esconder. Una gran diferencia es que la tartamudez del futuro rey se acentuaba con la presencia de algunas personas, entre ellas el propio Eduardo VIII, quien por sólo joderle la vida lo llamaba   Be-be-be-Bertie. Por el contrario, nuestro presidente se emociona tanto que la gente llega casi al éxtasis como si de un rockstar se tratara. 

Lo malo es que el público es el mismo. El discurso del presidente es muy, pero muy bueno, tanto que, al contrario de López Michelsen, Petro pone a pensar al planeta, pero a quienes debe convencer es a los de la nada inteligente oposición. Ése debe ser su target, a nosotros y a otros once millones y medio ya nos convenció, ahora lo que toca es convencer al lado contrario. Nada sacamos con un discurso que cala en los sectores donde ya tiene aceptación, lo elogian y lo quieren: ellos ya no pueden votar dos veces. Es casi como proponerle matrimonio a la misma chica otras diez veces después de que a la primera nos dijo que sí, ¡que siiiiií!

Tarea para los asesores de comunicaciones: Hay que cambiar el discurso del presidente. 

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