La prensa en la mira

La periodista Yolanda Ruiz es un faro para el gremio por su experiencia, seriedad e independencia intelectual y más hoy, cuando se debaten de frente y de cara al público las posiciones con respecto al oficio del periodismo. Lo que debe llamar la atención más allá de quien lo dice es si lo que dice es verdad. Ejemplos recientes como el de Caracol Televisión que ofreció noticias falsas sobre el ingreso de dineros calientes a la campaña de Petro Presidente en Casanare, son una invitación también para que el público participe en la libre elección de quiénes le suministran la información. El llamado es claro: la opinión debe inclinarse, sobre todo, hacia quienes le informan con rigurosidad, veracidad y respeto. Como el periodismo que siempre ha practicado Yolanda Ruiz.      

Por: Yolanda Ruiz. El Espectador, 24 de agosto de 2023

El periodismo en Colombia lleva meses en el ojo del huracán. No es nuevo el debate, pero sí es más intenso por las malas prácticas de algunos periodistas, por la dinámica de un debate público polarizado en el que no caben razones y por la decisión equivocada y peligrosa del presidente Gustavo Petro de cazar peleas en Twitter con la prensa, en vez de usar canales institucionales para tramitar diferencias. Más allá de esa batalla, tema delicado sobre el que se ha dicho mucho, vale mirar con mayor contexto el laberinto en el que está el periodismo.

Como en otros sectores, en la prensa hay de todo: grandes trabajos que hacen honor a la función de servicio público que corresponde a la prensa, reporteros que se juegan la vida para informarnos bien, esfuerzos rigurosos y mucho trabajo honesto. También hay periodismo mediocre o malo que, por la búsqueda de audiencia, fama, influencia, clics o dinero, no cumple los estándares mínimos de calidad. Sin embargo, el buen o mal periodismo no es una responsabilidad exclusiva de los periodistas.

Las audiencias, los anunciantes, las fuentes, las grandes plataformas de redes sociales y los dueños de medios tienen responsabilidad en los contenidos que se ofrecen y se demandan. La información, convertida en un producto que se compra y se vende, lejos de ser el bien público que necesita la sociedad, termina sometida al mercado que hoy dictan los algoritmos. Eso ha generado una tendencia a que “se vendan” más los contenidos que calientan emociones. Es fácil ver las métricas: a mayor escándalo y mayor pelea, más clics, más rating y más recursos. Muchos proyectos que intentan hacer buen periodismo con mayor mesura pasan trabajos para existir, a pesar de que sí hay una audiencia que demanda buen periodismo. También hay una mayor oferta de contenidos porque los medios digitales han democratizado la posibilidad de comunicar. Nunca habíamos tenido tanta información a la mano, pero es cada vez más difícil saber cuál es la verdad. Ahí es cuando más se necesita el buen periodismo.

Sin embargo, buena parte de las audiencias y las fuentes no quieren una prensa libre y responsable sino una que confirme sus prejuicios. Por eso se confunde la sana y necesaria crítica al periodismo con el acoso a periodistas que hacen su labor bien, pero no publican lo que cada quien quiere que se diga. El buen periodismo cuestiona, indaga, no traga entero, duda de todo, incomoda a todos los poderes. Esa es su tarea y la debe hacer con rigor, ética y responsabilidad.

Está bien que la sociedad cuestione a la prensa para exigir mayor calidad, pero están mal las generalizaciones, el matoneo, el acoso y los llamados a silenciar. Es sano que hoy en el gremio nos preguntemos cómo podemos mejorar. Y debemos hacerlo desde adentro para evitar las tentaciones de censura que aparecen cuando se cuestiona a la prensa. La salida no es, como plantean algunos, cerrar medios de comunicación. La libertad de prensa y la diversidad editorial son fundamentales en toda democracia y si se atenta contra ellas pierde toda la sociedad. También es una realidad que el mal periodismo amenaza esos valores.

En lo que nos corresponde, como gremio, creo que el debate debe ir más allá de las redes y los foros académicos para llegar a las salas de redacción y preguntarnos si estamos haciendo la tarea con ética en el día a día. ¿Confirmamos y contrastamos fuentes como debe ser? ¿Damos el contexto adecuado a la información? ¿Conocemos nuestros sesgos y hacemos esfuerzos por tomar distancia y ver otros matices? ¿Reconocemos errores y rectificamos cuando hay que hacerlo? ¿Somos los veedores rigurosos que la sociedad necesita? Son muchas las preguntas y encontramos respuestas en la autorregulación y la ética. Ojalá las audiencias y el mercado ayuden a hacer más visible el buen periodismo, que es mucho y se hace con esfuerzo desde medios grandes y pequeños.

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