Petrismo-Santismo: Una alianza «Non Sancta»
A veces quisiéramos que la historia y con ella la política se movieran a nuestro ritmo, que la oposición fuera algo más que una mula muerta atravesada en la mitad del camino; que se respetara a nuestro Presidente con base en la dignidad que representa; que se acepte que el poder de las dinastías son cosas del pasado y que el Gobierno no tenga que enfrentarse a los medios, las altas cortes, la Procuraduría, la Fiscalía o la Defensoría, pero no, así no funciona esta sociedad. La Procuraduría y la Fiscalía en alianza con Semana formaron una trinca violenta en contra del Gobierno del Cambio. Semana ordena y la Fiscalía investiga fue la frase que resumió la infamia. Hoy por fortuna Francisco Barbosa en un cero a la izquierda y ya no aparece por ningún lado.
Por el lado del Gobierno, Petro ha decidido pactar con el Santismo para lograr mejorar las condiciones de gobernabilidad y sacar adelante las reformas pendientes: Salud, laboral, educativa y de justicia entre las emblemáticas por haber sido promesas de campaña. Nombró a Juan Fernando Cristo como ministro del interior, lo que significa que será el encargado de hacer las componendas en Congreso para que las reformas que le interesan al Gobierno se puedan tramitar, seguramente no sin contratiempos.
Alguna vez Ramiro Bejarano en una entrevista al comienzo del nuevo gobierno, señaló que si se quería un Gran Acuerdo Nacional, lo que se tenía que hacer era llamar a los partidos tradicionales y les repartiera los ministerios, lo cual garantizaría la gobernabilidad. Dicho de otra manera invitar a los de siempre a robar para que todo se siguiera haciendo como en el pasado y como en El Gatopardo, la novela de Lampedusa, cambiar todo para que nada cambie. Qué más quisiera esa clase corrupta si no seguir haciendo lo de siempre y de paso sembrar una desilusión tan profunda en los electores alguna vez esperanzados, que se produciría una desbandada hacia la apatía, la abstención, la rabia represada y finalmente una nueva era de violencia.
Sin embargo, Petro dijo no. Ya sabemos cómo terminan esos experimentos como los de la UNGRD con el caso de los carrotanques o con ministros como Alejandro Gaviria torpedeando desde adentro las reformas propuestas en campaña. Ahora, si bien convoca a esa parte de la élite que todavía no está tan hundida en el narcotráfico, aunque no se pueda decir lo mismo de la corrupción, lo que pretende es cerrarle el paso al fascismo, un fascismo incluso peor que el de Uribe que se ha cuidado siempre de no aparecer tan sanguinario, aunque sabemos el siniestro personaje que se esconde detrás de esa máscara de hombre probo.
Petro sabe que hay dos cosas que no puede soltar: las armas y el dinero. Por eso sus ministros de defensa y hacienda son personas de toda su confianza. Además, las carteras de agricultura, de industria y trabajo, son claves para edificar esa base social sobre la que ha construido su poder, el poder real porque es allí donde está la inmensa masa de población que siempre lo ha apoyado, lo que los sociólogos llaman la base de la pirámide y para completar el control sobre ese segmento de la población puso a su incondicional escudero Gustavo Bolívar al frente del Departamento Administrativo para la Prosperidad Social.
Petro como congresista había pronosticado que llegaría el momento cuando el sector dominante tendría que decidir si se doblegaba ante el poder y el dinero de la mafia, el paramilitarismo y el narcotráfico, tres aspas inseparables de la misma hélice, o separaba cobijas de una compañía tan violenta y poco recomendable. Pues ese día está llegando y aunque en el momento de defender los intereses Juan Manuel Santos mostró su talante clasista, sabe que a Petro le debe mucho de su elección como presidente y conoce también que es un mandatario al que le puede sacar réditos políticos. Igual Petro conoce a Santos y sabe el terreno que está pisando. Riesgoso, sí, pero acaso inevitable para el segundo tramo de su gobierno.
Manuel Álvaro Ramírez R.
Magíster en Economía
Universidad de los Andes