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Precandidatos de derecha: mucho ruido, poca ética

La derecha colombiana llega a las elecciones de 2026 con una baraja amplia de precandidatos. Pero detrás de los discursos altisonantes y la propaganda mediática, lo que predomina son viejos clanes políticos, intereses corporativos y sombras judiciales. Lejos de inspirar confianza, sus aspiraciones solo producen ruido y refuerzan la falta de ética.

El escenario político rumbo a 2026 parece abarrotado de nombres en la derecha y el centro. Sin embargo, la abundancia de precandidatos contrasta con la escasez de liderazgos capaces de ofrecer ética, coherencia y verdadero compromiso con lo público.

El Centro Democrático exhibe un repertorio de senadores que repiten la retórica de la “mano dura” mientras orbitan alrededor de los poderes económicos y gremiales de siempre. Cambio Radical, por su parte, sigue bajo el control del clan Char, con procesos judiciales abiertos por compra de votos y redes clientelistas con olor a mafia. El Partido Conservador y el Liberal parecen más dedicados a negociar cuotas que a presentar un proyecto de país.

En el terreno de los independientes, Enrique Peñalosa insiste en su modelo de cemento y grandes constructoras; Mauricio Cárdenas carga con la herencia de la privatización de Isagén; Vicky Dávila se proyecta con el respaldo financiero y mediático de los Gilinski; Sergio Fajardo, tras dos campañas fallidas, regresa como figura reciclada de un centro cada vez más desdibujado; mientras Francisco Barbosa y Abelardo de la Espriella representan la personalización del poder sin propuestas de fondo.

El problema no radica en la cantidad de nombres, sino en la lógica que los sostiene. Buena parte de estas precandidaturas responden a gremios con poder territorial o a conglomerados financieros y mediáticos que marcan la agenda nacional. En ese esquema, el poder deja de ser un servicio público para convertirse en patrimonio privado. Clanes regionales y corporaciones actúan como verdaderos accionistas de unas candidaturas que funcionan como fichas de negociación, una práctica que erosiona la ética y reduce la política a simple administración de intereses.

Las encuestas de 2025 son más ruido que brújula: con reglas restrictivas y altos niveles de indecisión, lo que queda es un espejismo donde el ruido mediático suplanta la tracción real de los candidatos.

El resultado es un panorama desolador en la derecha: candidatos abundan, pero la credibilidad escasea. Lo que debería ser una competencia de ideas se ha convertido en un desfile de nombres reciclados y alianzas turbias. La ciudadanía lo percibe con claridad: la derecha hace ruido, pero no ofrece ética.

Este artículo fue elaborado con el apoyo de herramientas de inteligencia artificial y la supervisión editorial de BoyacáVisible.

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