Remezón

Por: Manuel Álvaro Ramírez R.*

El Estado es un organismo por medio del cual una clase social, la burguesía, ejerce el poder sobre la otra, el proletariado. Ese es el concepto que desde el marxismo define ese aparato que somete a las clases sociales en beneficio de los intereses de un grupo, que en Colombia es bastante reducido.

Pues en este contexto, varios de los ministros venían de los partidos tradicionales; José Antonio Ocampo y Cecilia López Montaño venían del Partido Liberal y hay que reconocer que la tarea fundamental que tenía Ocampo era sacar adelante la reforma tributaria y lo logró. Hay que reconocerlo. Ocampo era el funcionario que Petro necesitaba para  disipar los nubarrones que aparecían durante la campaña electoral y Ocampo sabe moverse muy bien por los pasillos de la banca multilateral y los mercados internacionales. Pero no dejaba de ser la ficha de la vieja clase política que seguramente no le ayudaba mucho a Petro en algunos aspectos y el presidente tomó la decisión de formar un equipo de gente capaz también, aunque menos conocida, pero de toda su confianza.

Lo que acaba de hacer el presidente es enviar una señal muy clara al pueblo colombiano que lo eligió: trató de conciliar con el poder económico, pero ese poder, encarnado en Luis Carlos Sarmiento, las EPS por donde pasaron delincuentes como Carlos Palacino quien, por lo que se ha sabido, usaba los fondos de la salud, para apropiárselos de manera bastante indecorosa, los grandes terratenientes y sus voceros como María Fernanda Cabal y Paloma Valencia. Ese poder, repito, se ha pasado armando un tinglado a lo largo de muchos años, que es muy difícil de desmontar sin que se afecten los privilegios y los negociados a los que está acostumbrada esa clase dominante corrupta que nunca ha dudado un segundo para acudir a los más viles y bajos métodos y así mantener intactos todos sus privilegios.

Es muy probable que el presidente se exaspere ante la lentitud con que funciona el aparato burocrático donde las normas, los incisos, los reglamentos y los manuales operativos hacen que la administración pública se mueva de forma sumamente paquidérmica. Me lo imagino pidiendo resultados en cada Consejo de Ministros, frases como, cuántos títulos a campesinos se entregaron esta semana, o cuántos ingresos solidarios se notificaron, o cuantas casas gratuitas se escrituraron. Serían las preguntas obvias de un mandatario que sabe que lo van a medir por resultados y que si no muestra hechos palpables va a pasar a la historia con más pena que gloria.

Pero mover ese elefante no es cosa fácil. La Procuraduría, y la Fiscalía, que son los verdaderos partidos de oposición, le siguen los pasos con lupa para ver donde comete un error para abrir una investigación y obstaculizar la acción de gobierno.

Sin embargo, para retomar la idea con la que comenzó este escrito, Petro es un avezado político que sabe cómo manejar la cosa pública. Es un economista muy bien formado, no sólo académicamente, sino que su experiencia como parlamentario le ha permitido conocer los tejemanejes de la economía, porque para cada debate se documentaba minuciosamente de manera que sus argumentos se caracterizaron por la contundencia argumentativa y la capacidad probatoria.

Por tanto, sabe que ese aparato, que ese Estado mafioso que él denunció tantas veces, haciéndole un aseo a fondo es también un mecanismo sumamente valioso para las causas justas y ponerlo al servicio de los más pobres. Develar ese conocimiento y haberlo puesto al servicio del pueblo colombiano es algo que la cleptocracia, la mafia, el paramilitarismo y el narcotráfico jamás le van a perdonar.

Es por esto que nos toca a quienes lo elegimos, rodearlo y acompañarlo en las calles para hacer sentir nuestra presencia y enviarle el siguiente mensaje a esa clase que llenó a este país de tanto oprobio: Esta tierra también nos pertenece.

 (*) Magíster en Economía

Universidad de los Andes

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