Opinion

YO MIRO, TÚ MIRAS… 

Contaba Gossaín o Yamid Amat, no recuerdo cuál, que alguna vez una pacata señora se quejaba de que sus vecinos se ponían “a hacer sus porquerías” en la alcoba que quedaba detrás de su casa. Cuando los policías llegaron a practicar un peritaje in situ, le dijeron a la señora que desde la alcoba no se veía absolutamente nada. –Es que para alcanzar a ver me toca subirme en este armario, dijo con candidez la señora.

Honestamente creo que, desde tiempos inmemoriales, Adán le echaba el ojo a Eva cuando ésta se iba detrás de un matorral a cambiar su traje de ídem.

El espionaje y la falsa información le han servido a la humanidad para muchos menesteres: desde una supuesta ‘cachoneada’ hasta ganar una guerra.

De hecho, durante la Segunda Guerra Mundial fueron muy útiles célebres engaños como el del falso piloto que se accidentó frente a la costa española del lado de Cantabria y que tenía en sus bolsillos billetes, cachivaches personales y una gran cantidad de documentos secretos con información táctica vital para una invasión de los aliados. Obviamente, la tal información secreta era totalmente falsa y los amigos de Franco no tardaron mucho en pasarle la chiva a Hitler, con lo cual crearon una gran confusión que a la postre les costó una gran derrota.

La célebre Mata Hari, con sus danzas exóticas consiguió durante la Primera Guerra Mundial, jugando a tres bandas, espiar y conseguir información clasificada hasta que los franceses la pillaron y jaque mate.

En Colombia, igualmente, fueron célebres las chuzadas del gobierno Uribe a las altas cortes, periodistas y militantes de la oposición. La pequeña diferencia es que, en Colombia, la Mata Hari no resultó bailarina exótica sino la señora de los tintos. Y como siempre, las chuzadas no las ordenó nadie y todo fue a espaldas del beneficiario.

Parece que ese morboso e ilegal comportamiento ha seguido enquistado en algunos oscuros personajes quienes, a pesar de tener herramientas legales para interceptar teléfonos, optan por irse por el modo ‘underground’ y espiar, en este caso no sólo a la oposición sino a cualquier ciudadano del común, usted o yo, y posteriormente utilizar esa información con fines non sanctos.

Volando a lo Mohamed Alí llegó a Colombia Pegasus, un software espía israelí, que tiene la capacidad de leer sus mensajes de texto, rastrear llamadas, recopilar contraseñas, rastrear su ubicación GPS, e intervenir su Facebook, Telegram o WhatsApp. Es decir, mientras usted está leyendo este texto, Pegasus lo puede estar rastreando y recopilando su información sensible. Chévere, pasamos de la Colonia a la Patria boba, después a la República, después José Obdulio nos quería empacar el ‘Estado de opinión’ (¿qué tal?) pero lo que en realidad tenemos es el Estado voyerista.  

Este software espía (qué no costó sino miserables 11 milloncitos de dólares) es lo más parecido a Dios: está ahí, pero nadie lo puede ver. Nadie lo compró, y si lo compraron nadie sabe de dónde salió la plata, y si hubo plata nadie sabe si fue en efectivo o no, y si fue en efectivo nadie sabe si fue del narcotráfico o no. Es decir, su existencia es como la de las brujas: no existen pero que las hay las hay.

Si usted no pertenece a ningún sector político o a un sector de la prensa o no es defensor de derechos humanos no se preocupe, puede ser que no sea objetivo de Pegasus. Pero por siacas, apague las cámaras de sus dispositivos informáticos, cierre bien las cortinas y también por siacas póngale un taco de papel al ojo de la cerradura. Como dicen las mujeres, una nunca sabe.  

Por Rafael Antonio Mejía Afanador

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