Actualidad

Uribe el #25: segunda movida para controlar el reloj judicial

Álvaro Uribe Vélez anunció que volverá a aspirar al Senado en 2026, ocupando el puesto número 25 en la lista cerrada del Centro Democrático. La jugada, lejos de ser simbólica, se conecta con su renuncia a la prescripción penal y prolonga su influencia política y judicial hasta 2027, en un partido que carece de nuevas figuras con respaldo popular.

Álvaro Uribe no improvisa. Sus movimientos, tanto en la política como en los tribunales, siempre han estado marcados por jugadas calculadas. La primera de este ciclo fue en agosto, cuando renunció a la prescripción de su proceso por fraude procesal y soborno de testigos. Presentado como un acto de transparencia, fue en realidad un mecanismo para alargar el horizonte judicial hasta 2027 y neutralizar las críticas de que buscaba ganar por vencimiento de términos. Así transformó una debilidad en fortaleza: ganó tiempo para la apelación y libertad plena para regresar al escenario político.

Ese tipo de maniobras no son nuevas en su trayectoria. Uribe ha recurrido de manera reiterada a recursos legales, renuncias estratégicas y movimientos procesales que buscan alterar los tiempos o las competencias de la justicia. Cada vez que enfrenta un escenario adverso, combina su capacidad de influencia política con tácticas jurídicas diseñadas para frenar, dilatar o reconfigurar los procesos. Es su sello: maniobrar entre la plaza pública y los estrados judiciales como si fueran escenarios complementarios de una misma batalla.

En el #25 de la lista cerrada, Uribe no necesita encabezar ni garantizarse la curul. El solo hecho de figurar cohesiona al partido, convierte el tarjetón en un plebiscito sobre su figura y moviliza votación en un uribismo que no tiene relevo visible. Es un partido sin nuevas caras fuertes, atrapado en disputas internas y sin voceros capaces de disputar la agenda nacional. Uribe sigue siendo el único rostro con capacidad de arrastre y, por tanto, la única carta de supervivencia.

La jugada tiene también un ángulo jurídico. Si llegara al Senado, activaría el fuero parlamentario y su proceso pasaría a la Corte Suprema, lo que abriría de nuevo discusiones sobre juez natural, competencia y términos. Y si no entra, la apuesta sigue siendo rentable: mantiene su base movilizada, refuerza la narrativa de persecución y gana oxígeno hasta que la apelación tenga sentencia en firme.

La política y la justicia se han vuelto para Uribe un mismo escenario. Cada jugada responde a la misma lógica: aplazar el desenlace, ganar tiempo y sostener vigencia. Su candidatura como el #25 no es un gesto aislado, sino la segunda movida de un libreto que busca resistir, prolongar y controlar el relato. Y aunque el futuro se estreche, sigue siendo el único capaz de darle aire a un partido que sin él perdería voz, arrastre y presencia nacional.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba