¿TODO POR LA PLATA?

Por: Rafael Antonio Mejía Afanador
«Ser uno mismo en un mundo que constantemente intenta que seas otra cosa es el mayor logro.» — Ralph Waldo Emerson
Dicen los que saben –y los que no– que la época más buena de uno es la del colegio. Más buena que trabajar como congresista, vean: el primer amor, la primera rasca, la primera volada de la casa y un etcétera más largo que un consejo de ministros.
Quién se iría a imaginar que uno de mis ídolos de colegio fuera mi rector. Llegó a Paz de Río, al IBTIMIN, en 1974. Era ingeniero, no recuerdo si metalúrgico, su nombre es Luis Alfredo López Espinosa y llegó con innovaciones que, para la época parecían venidas del futuro y que hoy en pleno futuro son totalmente impracticables: nunca cerraban la puerta, los hombres no teníamos la obligación del uniforme y podíamos usar el pelo largo mientras no se contravinieran las normas de seguridad industrial. Precisamente, esta última dicha se acabó abruptamente cuando Alvarito Estupiñán se atravesó en la trayectoria de una enorme broca que le agarró el pelo, se lo enroscó, se lo jaló y casi se lo arranca con todo y guacharaco. Hasta ahí duró la luna de miel con el pelo largo.
Al día siguiente las filas eran interminables en las peluquerías de Paz de Río. Era cuestión de pura supervivencia hacerle la risita a Oliva o tener paciencia con Valero, Rivera y los demás peluqueros. Era la época en la que no se habían inventado los observadores del alumno, el debido proceso ni el libre desarrollo de la personalidad: el que no llegaba peluqueado, derechito para la casa. Eso iba en contravía de la mentalidad del rector, pero “vale más la seguridad que la policía” dice el dicho.
El ingeniero Luis Alfredo fue el inventor del famoso Fanfarrito Carnaval, con el cual nos vinculábamos a las fiestas. Los desfiles eran un auténtico derroche de alegría, creatividad y fantasía. El espíritu de los estudiantes del colegio siempre fue crítico y mordaz, razón por la cual, en las comparsas, los temas de la actualidad nacional y las genialidades de nuestros políticos (cosas no han cambiado mucho) y la crítica social eran los favoritos para la elaboración de los disfraces. Uno de los blancos favoritos para las comparsas era el harmano Gulito, o sea Julio César Turbay, dada su inteligencia (el B-2) y porque el tipo era una caricatura andante.
Igualmente, la semana cultural era, como su nombre lo indica, una semana. Las diferentes especialidades (metalistería, dibujo técnico, mecánica industrial y electricidad) reunían en excelentes equipos a estudiantes y profesores para presentarles a los habitantes del pueblo y aledaños una muestra con los mejores trabajos que se hacían durante el año. También en química y demás asignaturas, el profesor Carito y, para no hacer una interminable la lista, todos los maestros se fajaban con experimentos y amenas exposiciones.
De esa semana cultural lo que más recuerdo es que alguna vez se hizo en el teatro de Acerías. El mismo donde Noel Fuentes y su auxiliar Tomo Rojas nos proyectaban cine los jueves y los domingos. De eso creo que queda sólo el cuento. El asunto es que se organizaba por todo lo alto el festival de danzas, poesía, canto y fonomímica. Los estudiantes se esmeraban para dar lo mejor de sí, algunos hasta llevaban acompañamiento musical y todos aspiraban al primer puesto.
No era de extrañar una buena obra de teatro, cuyo nombre se me escapa. Vainas de la edad. Lo que sí recuerdo con toda claridad es que en una de esas obras el protagonista era el rector Luis Alfredo y los profesores los actores de reparto.
Muchos colegios, dentro de sus actividades, tienen aún las de promoción de la cultura. El Integrado de Sogamoso, por ejemplo, el pasado viernes estaba desarrollando su tríada folclórica con la participación de los profesores (ver foto). De verdad da gusto que, en medio de tanta mediocridad en el campo cultural, todavía algunos jóvenes estudiantes se arriesguen a danzar, declamar o cantar. Como ahora les da ‘oso’ todo lo que no sea vulgaridad. Por esto, felicitaciones al Integrado y a los demás colegios que incentivan y estimulan la actividad artística. A propósito, muy bien por las celebraciones que se hacen en los colegios con motivo del día de la boyacensidad, que exalta nuestra identidad y amor por “la tierrita”.

Por otra parte, la Fundación Jischana Huitaca organizó con total éxito el X Encuentro de Patrimonio Cultural, el pasado 19 y 20 de septiembre, en el cual se promueve la gastronomía autóctona y todos lo relacionado con patrimonio material e inmaterial. Este tipo de actividades que rescatan nuestra cultura ancestral, lamentablemente no es vista con muy buenos ojos por parte de las autoridades que tienen a su cargo este tipo de eventos. Después dicen que “es que a la gente no le interesa la cultura”, pero así ni modo.
De igual forma, en la mayoría de actos públicos y privados, algunos organizadores se van por la música electrónica y el ruido sin sentido. En este aspecto, las emisoras musicales tampoco colaboran mucho. Si bien, el derecho a la libre expresión es inalienable, se puede ser más cuidadoso con lo que se emite.
Casi todo el tiempo se escuchan unas ‘canciones’ que son todo un monumento a la vulgaridad, la chabacanería, el mal gusto y sobre todo, una pobreza casi franciscana en cuanto a talento. Pongo como ejemplo un señor que se hace llamar Chakal del sur, que sale en las emisoras al desayuno, almuerzo, comida e intermedias… Híjole, la verdad, uno no sabe si el tipo está cantando en serio o es que el espíritu del culebro Casanova –cuando cantaba en los Recochan Boys– lo tiene poseído. Como dijo una vez Juan Gossaín, “caray, ¿eso es cantar”? Uno no dice que todos los artistas deberían cantar como Pavarotti, Amy Winehouse o Frank Sinatra ni componer como Beethoven o Pedro Morales Pino o *Luis Manuel Parra Caro, pero es que hay unos que sí dan entre horror y lástima.
La música, el arte y la estética, tienen un poder enorme para influir en valores, comportamientos y percepciones sociales, especialmente entre los jóvenes. Cuando los medios priorizan canciones que exaltan la violencia, el sexismo, el mal gusto o el consumo irresponsable, se corre el riesgo de normalizar esos mensajes. Creo que la cosa es “todo por la plata”.