LA ERA CRYPTO

Por Manuel Álvaro Ramírez R.
El papel moneda se lo inventó un tahúr de muy buena familia como se suele decir de alguien perteneciente a una clase parasitaria que vive del trabajo de los demás. Su nombre era John Law y cuando se quedaba pelado en los garitos o las mesas de juego, como la adicción es tan fuerte, hacía lo que hoy todavía hacen sus émulos: pedir prestado para seguir jugando y para respaldar la deuda hacía unos valecitos con su firma y era tal su prestigio o mejor el de la riqueza de su familia, que éstos se aceptaban con absoluta confianza.
La costumbre tan recurrente llevó a pensar a Law que si eso lo podía hacer como persona, la práctica podría hacerse extensiva a la sociedad siempre y cuando hubiera un aspecto que otorgara el aval que sus compinches necesitaban de sus vales. Fue Francia el país donde el antiguo tahúr pudo probar su modelo, cuando el Gobierno lo puso al frente del Banco General Privado y de la Compañía del Misisipi. El Banco fue el primero que emitió papel moneda, aunque los chinos ya llevaban siglos haciendo lo mismo, pero dado su aislamiento en occidente sólo se supo mucho después.
Bien, ahora resulta que un personaje probablemente ficticio bajo el nombre de Satoshi Nakamoto sorprendió al mundo con una emisión de dinero a partir de un algoritmo sin ningún tipo de respaldo, sólo la ‘seguridad’ de que el sistema es confiable si los participantes honestos son lo suficientemente numerosos como para conformar una cadena lo bastante larga que haga imposible una intervención indeseable. La propuesta no tuvo al principio mucha aceptación, pero poco a poco fue captando adeptos y el 22 de mayo de 2010 se llevó a cabo la primera transacción consistente en la compra de dos pizzas por las cuales se pagaron 10,000 BTC. Es decir que si se hubiera pagado hoy, el desembolso equivaldría en números redondos a unos US$1,000 millones, lo que pone de manifiesto el mayor peligro de este tipo de transacciones que no pasa de ser una estafa piramidal.
Ahora veamos cómo funciona el esquema en términos prácticos. Las criptomonedas, de las cuales BitCoin es la más conocida, son promocionadas diariamente entre el público mediante artículos disfrazados de opiniones de supuestos expertos en esta clase de transacciones. A diario pululan millones de mensajes de este tipo, creando en el fondo la ilusión de que la riqueza surge de la nada, simplemente si se logra adivinar el momento en que se puede comprar barato y esperar que el precio suba para liquidar posiciones que es como llaman los expertos a la venta de acciones.
Hay que entender que, así como hoy por hoy existen angelólogos, también hay incluso posgrados en criptomonedas y blockchain que es el nombre usado para descrestar calentanos en la Sergio Arboleda, famosa no por su calidad académica sino por sus oscuros procedimientos y chuecos egresados. Los expertos se la pasan pronosticando auges, puntos de quiebre, acciones y reacciones de los agentes, lo que explica que diariamente este esquema Ponzi, léase pirámide, se mantenga.
Pero a pesar de la aceptación mundial que las criptomonedas han alcanzado, surgen unas preguntas obligatorias como, por ejemplo, ¿Cuál es el respaldo efectivo y quien responderá ante una crisis? Porque el mundo ya ha tenido suficientes ejemplos de estas estafas y las más sonadas han sido FTX, cuyo fundador, Sam Bankman-Fried, que por esas ironías de la vida su apellido traduciría algo así como Banquero-Frito, fue condenado a 25 años de cárcel por robarse miles de millones de dólares de los apostadores, que no inversionistas, y $Libra cuyo principal promotor funge actualmente como presidente de Argentina, y que llegó a ese cargo con un lema bastante ilustrativo: ‘Viva la libertad, carajo’. De manera que ya se sabe a qué tipo de libertad se refería.
Ahora, el problema surge porque algunos mandatarios de países como El Salvador o incluso Trump en Norteamérica han planteado la posibilidad de invertir recursos públicos en esta clase de apuestas. Ya en el primero, el FMI tuvo que frenar al presidente Nayib Bukele, al condicionar un desembolso de un crédito, a la modificación de la legislación que declaraba las criptomonedas como dinero de curso forzoso, porque el Fondo sí sabe que el dinero y la riqueza no sale de algoritmos sino del trabajo humano.
En Colombia hasta hace relativamente poco en los billetes se leía la inscripción ‘El Banco de la República pagará al portador X pesos oro’ y hubo un tiempo en que efectivamente existió la convertibilidad del billete en su equivalente en oro, pero eso terminó y ahora resulta que llegó el culmen del neoliberalismo, la privatización de la emisión de dinero a través de las criptomonedas, sin control gubernamental, como si no tuviéramos suficiente con que los Estados Unidos hacen lo mismo con la irresponsable impresión de dólares sin límite. Ojalá la próxima burbuja nos coja confesados.



