Colombia ante el espejo del G-20

El primer informe global sobre desigualdad del G-20, encabezado por el Nobel Joseph Stiglitz, advierte que la concentración de riqueza está poniendo en riesgo la democracia. En ese espejo, Colombia se ve reflejada con nitidez: un país donde el progreso sigue tropezando con los mismos muros de inequidad.
El Grupo de los Veinte (G-20), que reúne a las principales economías del planeta —entre ellas Estados Unidos, China, India, Brasil, Alemania, Sudáfrica y la Unión Europea—, representa cerca del 85 % del PIB global y dos tercios de la población mundial. Este año, bajo la presidencia de Sudáfrica, el bloque decidió mirar de frente aquello que durante décadas se trató como un simple efecto colateral del crecimiento: la desigualdad.
La organización acaba de lanzar una señal que el mundo no puede seguir ignorando: la desigualdad es una emergencia global. No se trata de una metáfora. Según el comité encabezado por Joseph Stiglitz, el uno por ciento más rico del planeta se ha quedado con el 41 % de toda la nueva riqueza generada desde el año 2000, mientras la mitad más pobre apenas recibió el uno por ciento.
Esa cifra, fría y contundente, revela una verdad incómoda: el crecimiento económico se ha convertido en un privilegio, no en una promesa compartida. Y aunque el informe se construyó con datos globales, Colombia encaja con precisión en esa radiografía.
Nuestro país sigue siendo uno de los más desiguales del mundo. Según el DANE, el índice Gini de 2024 fue de 0,551, y la pobreza monetaria afectó al 31,8 % de la población. El 10 % más rico concentra cerca del 43 % del ingreso nacional. No son simples estadísticas: son millones de historias de exclusión, familias enteras que aún viven entre la informalidad y la falta de oportunidades, mientras unos pocos deciden el rumbo del país desde la comodidad de la abundancia.
El informe del G-20 no se queda en la denuncia. Plantea una hoja de ruta para el siglo XXI: impuestos progresivos, control real de la evasión, fortalecimiento de los derechos laborales y una nueva lógica de gasto público orientado a la equidad. Es, en esencia, una defensa del modelo progresista que en Colombia ha sido atacado con la ligereza de quien teme perder privilegios.
Porque en el fondo, lo que está en juego no es una reforma tributaria ni un programa social: es la posibilidad misma de la democracia. El informe advierte que los países con alta desigualdad tienen siete veces más probabilidades de deterioro institucional. No es casualidad que donde se concentran la riqueza y el poder, también crezcan la desconfianza, el cinismo y el populismo autoritario.
En Colombia, el gobierno actual ha insistido en que el crecimiento solo tiene sentido si reduce las brechas. Esa visión no es una consigna ideológica, es una necesidad económica. Ninguna sociedad puede sostener el progreso cuando la mayoría no ve sus frutos. El desafío no es menor: sostener el gasto social, garantizar la redistribución y blindar las políticas públicas de quienes las quieren desmontar bajo el discurso del “ahorro” o de la “eficiencia del mercado”.
Mientras tanto, el mundo avanza hacia nuevas reglas. El G-20 propone crear un Panel Internacional sobre la Desigualdad, un organismo permanente que mida y compare los avances, tal como hoy ocurre con el cambio climático. Colombia debería hacer lo propio a nivel nacional: un observatorio independiente que permita medir las brechas territoriales, de género, educativas y digitales. Porque lo que no se mide, no se corrige.
La desigualdad no es inevitable ni natural. Es el resultado de decisiones políticas. Y si algo deja claro el informe del G-20 es que los países que enfrentan la concentración de riqueza con determinación progresista, logran sociedades más estables, productivas y democráticas. Colombia tiene la oportunidad —y la obligación— de estar en ese grupo. No basta con reconocer la desigualdad; hay que desarmarla con política, con justicia y con decisión. La verdadera estabilidad no se consigue cuidando los privilegios de unos pocos, sino garantizando la dignidad de todos.



