Carlos Amaya ¿el menos conveniente?

“… porque si el día de mañana hay un distanciamiento irreconciliable entre un alcalde y un gobernador, los que pierden son los ciudadanos, no el alcalde no el gobernador, sino el pueblo”. Frase de Carlos Amaya pronunciada en su discurso, con motivo de la inauguración de su Casa Grande de Boyacá, el pasado 29 de agosto, en Sogamoso.

Muchos interrogantes surgen de inmediato con esta frase que, tal vez se volverá célebre. En primer lugar, si constitucional y legalmente se le concedió al ciudadano elegir como a bien le parezca, resulta inconcebible que, quien postuló su nombre para ser candidato a la presidencia de la República, se exprese de esa manera. Es decir, si hubiera sido candidato y elegido a la presidencia, fácil es deducir que las relaciones internacionales del país hubieran caído en estado de guerra con aquellos países cuyos líderes que tal vez difieren de su pensamiento: Venezuela, Cuba y hasta Corea del Norte y quién sabe cuántos más, pues no conocemos de su ideología…

En las pasadas elecciones para presidente, el candidato Amaya anunció su voto por Rodolfo Hernández y ganó Gustavo Petro. Sin embargo, la respuesta del Jefe de Estado, con respecto a Boyacá, es exactamente la contraria de la pregonada por quien “probablemente es el gobernador”, como también lo afirmó el señor Amaya, el 29 de agosto, en su discurso. El presidente Petro ha nombrado a ocupar altos cargos de su gobierno al mayor número boyacenses en los últimos 30 o más años. Petro es un Jefe de Estado manejando un Estado, contrario y lejos de aquellos políticos que gobiernan para una empresa electoral compuesta por socios, familiares y amigos. Recordemos que el presidente Petro no obtuvo la mayoría de votos en el departamento, empero, esto no ha sido óbice para que en el Plan Nacional de Desarrollo figuren importantes proyectos para el departamento de Boyacá.

A diferencia de esta actitud, los sogamoseños fueron duramente castigados por la administración del gobernador Amaya, (2016 – 2019), por sus divergencias con el entonces alcalde de la ciudad, Sandro Néstor Condía Pérez.

La inversión del gobierno departamental en Sogamoso fue mínima y soltó un poco –luego de tres años de administración— cuando, por fin, el gobernador quiso cumplir con lo prometido en sus primeros meses de gobierno. Se trató de la inversión de una necesidad apremiante y sentida por 43 municipios, para que se construyera un vaso más del relleno sanitario Terrazas del Porvenir. Por esa disputa, gobernador – alcalde, la ciudadanía estuvo al borde de una emergencia sanitaria que obligó a Condía a negarse a recibir los residuos de los otros 42 municipios, lo que le costó su suspensión como alcalde. Hoy, ante una situación similar, un alcalde verde como Amaya, Rigoberto Alfonso, con una política del todo errada, ha obligado a que los 43 municipios –incluido Sogamoso— conduzcan sus desechos sanitarios para depositarlos en Tunja. Con las correspondientes consecuencias de incrementos tarifarios para los usuarios.

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Las frases del señor Amaya dan pie para muchas interpretaciones poco favorables para su imagen de estadista y conductor de un departamento que, como Boyacá, tiene muchas y diferentes necesidades. El departamento se encuentra en una situación de permanente crecimiento de la miseria, el hambre, la inseguridad sin mencionar el desempleo y sus multifacéticas consecuencias.

Si nos aferráramos a la curiosísima ‘teoría’, del señor Amaya, aquellos municipios que le fueran adversos en las urnas sufrirían la indiferencia presupuestal del “que probablemente es el gobernador”. Con lo cual se constituiría en una amenaza real en contra de quienes piensan votar por otro candidato y, de paso, contra sus municipios. Entonces, de acuerdo con lo que siempre ha expresado el señor Amaya, en diferentes ocasiones, que es un ciudadano de principios, Boyacá estaría muy mal otra vez en sus manos porque, de seguro, no admitiría ninguna inversión nacional dado que –como ya se dijo—no votó por el actual presidente.  Lo que llevaría a concluir que es muy mal candidato…

Por Jorge Armando Rodríguez Avella

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