Opinionpor: Rafael Mejía A.

Del ciber morbo y otro demonios

Por Rafael Antonio Mejía Afanador

El morbo es una obsesión humana por lo prohibido, por lo que está mal, por lo oculto; una atracción hacia lo que sabemos que a los demás no les va a gustar, y que puede hasta causarnos algo de remordimiento, pero aun así seguimos adelante. Algo como por ejemplo mirar un muerto por accidente. Cuando niños, ese miedito que nos da mirarle la cara desfigurada hace que más rápido vayamos a mirar, y si esa miradita nos deja unas buenas noches sin dormir, pues mejor… de eso se trata.

La cuestión es que, si superamos la niñez y posterior adolescencia y seguimos con ese comportamiento, el problema no es del entorno o de lo que nos produciría el morbo, el problema es nuestro. Y más ahora que la tecnología nos brinda la oportunidad de adentrarnos en las profundidades de los más oscuros deseos y las más retorcidas pasiones, también, de eso se trata. 

Toda esta perorata es para contarles que la semana pasada un abogado que representaba al Distrito Capital en un asunto legal, olvidó apagar la cámara de su dispositivo y entró al baño a darse una ducha y ahí fue Troya. El asunto escaló al punto de que el hombre debió dimitir a su cargo. 

A la magistrada que presidía la audiencia el asunto no le pareció tan del otro mundo (como debe ser), al igual que a la mayoría de los otros participantes de la audiencia virtual. La cuestión es de simple responsabilidad en el trabajo; el hombre hubiera podido estar cocinando o trapeando y es igual: el quid es que no estaba atendiendo sus deberes con la entidad que le paga. Lo de la ducha, pues no hubiera podido hacerlo de frac: obligatoriamente estaba desnudo. Pero hubo uno, uno solo, un morboso a quien le pareció que semejante acontecimiento merecía ser conocido por el resto de la humanidad, y en uso de su primitivismo, estupidez y morbosidad colgó el video, que se volvió inmediatamente ‘viral’, como llaman ahora a la vulgarísima y ancestral novelería.      

Supongo que después de la hazaña, la persona que se tomó la molestia de hacer la captura de pantalla y subirla a las redes sociales y quienes replicaron el video pudieron por fin descansar y dormir esa noche como angelitos. Ver la destrucción moral de una persona que cometió el simple error de no verificar si la cámara estaba encendida se constituye en un aberrante caso de morbo exacerbado por la cantidad de ‘likes’ que debieron obtener por semejante logro.

Es de anotar que quienes consumimos información nos quedamos sin saber cuál era el tema legal de la audiencia, pues la gran prensa de este país del sagrado corazón se dedicó a crucificar al abogado como si la empelotada fuera la gran noticia. Menos mal que Danielito Samper ya no trabaja en Soho o si no ya tendría un nuevo modelo masculino exclusivo para sus desnudos ‘artísticos’. Vainas del ciber morbo, ¿no?       

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