Alberto Parra SotoOpinion

Sogamoso y la obra magna de La vorágine

Por: Alberto Parra Soto 

Economista e Historiador de Sogamoso  

En algunos escritos se ha tratado de minimizar la importancia de haber sido Sogamoso el lugar donde se dio inicio a la escritura de la obra de La Vorágine de José Eustasio Rivera; por una parte, los lugares donde pernoctó el insigne escritor y jurista son cuatro y no dos como se afirma frecuentemente y despreocupadamente; fueron estos lugares: la denominada Quinta Durán predio que más o menos hoy ocupa el hospital San José, la Hacienda de Las Monjas yendo para el municipio de Firavitoba, el Durazno, barrio que lleva el mismo nombre y muy cerca de la estación del ferrocarril vía a Siatame y la casa ubicada de la carrera 11 con calle 12 donde se hospedó el vate y en donde hoy existe una placa conmemorativa.

Es cierto que don Lisandro Durán era ideológicamente conservador y es indudable que fue una de las razones de compadrazgo fraternal entre este y el abogado Rivera, la otra era su pasión conjunta por la literatura.  

Sobre el amor entre Rivera y la hija de don Lisandro era evidente que todo era un amor platónico, pues ella sólo tenía 15 años y no como se afirma que no sobre pasaba los trece años, con lo cual se pretende hacer creer que el novelista era una especie de pedófilo, lo cierto es que José Eustasio, que ya superaba los 34 años por aquella época y era claramente un solterón empedernido que sólo mantenía relaciones sentimentales temporales y no se ataba fácilmente a una relación amorosa persevera; por otra parte, creemos que si bien Rivera le escribió algunas poesías amorosas a su juvenil belleza  pero no creemos que hubiese despertado en él una pasión que lo sedujera al matrimonio. 

También es claro que doña Lolita luego de la muerte del bardo y de su fama nacional y en el extranjero, recreó en su memoria y con los años una fantasía de amor fallido al mejor modelo de “Romeo y Julieta” o de la novela de La María de Jorge Isaacs.    

Nunca se ha afirmado que la obra se escribió totalmente en Sogamoso; esa es una afirmación de despistados o de aquellos que a sottovoce, es decir entre dientes, pretenden conocer el asunto en su esencia; la verdad es y consta en la Biblioteca Nacional que el mismo José Eustasio Rivera con puño y letra suya y al margen del borrador existente, afirma que fue allí en Sogamoso a principios del año de 1922 donde comenzó a escribir La Vorágine; y es de suponer que en los 10 meses o más que duró viviendo en la zona de Sogamoso, logró cristalizar y proyectar su principal obra literaria.

A nosotros nos parece que la convivencia y los diálogos sostenidos por don Lisandro Durán y contertulios, concibió dar inicio a su proyecto literario que comenzó como lo afirma en la estancia de El Durazno. 

A propósito don Lisandro Durán es autor de una obrita que muy pocos conocen donde se plasma una serie de artículos que publicó luego en un folleto publicado en 1928, el cual tenemos copia digitalizada y en el que se recopila sus principales escritos inicialmente consignados en un periódico regional denominado El Sagitario, del cual era su director y en el que se refleja un sentido patriotismo nacional, muy acorde con la época en que la nación colombiana fue despojada del canal y del mismo ismo panameño por el imperio de la América del Norte; y decimos que gracias a esas tertulias de claro nacionalismo y de recriminaciones mutuas de los actos de despojo, pudo ser que aquellos planes iniciales de escribir una novela a José 

Eustasio Rivera lo llevaran a concebir que su proyecto concebido y madurado muchos meses e inclusive años antes en los lugares de sus viajes por las selvas del Putumayo y las llanuras Casanare.

Lo cierto es que La Vorágine en síntesis es una denuncia contra la barbarie capitalista y salvaje que tuvo como inicios en 

Colombia, además, del robo del Canal y del territorio panameño, las bananeras de la Costa Norte y las caucharías del Putumayo en la que se atropella lo que sea y hasta la vida humana, en un afán demencial de obtener ganancias y beneficios sin mirar ni detenerse el dolor, el sufrimiento y la muerte que deja en el camino de aquellos que desgraciadamente caen en sus garras.  

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