Opinion

GOLPE BLANDO, JUEGO SUCIO

Por Manuel Álvaro Ramírez R.

Quienes defendemos el Gobierno del Cambio como proyecto político, tenemos claro que hay politiqueros que juegan sucio, porque una cosa es hacer lo correcto y otra ser ingenuo, Petro trata de hacer lo primero pero no es lo segundo. Desde el momento de su posesión comenzó una andanada de ataques inmisericordes que ni el mismo Petro se imaginaba iba a ser  tan feroz, porque ha sido de una violencia inédita. Se inventaron lo de las bolsas negras, las tulas repletas de dinero, quizás provenientes del narcotráfico, el polígrafo aplicado a una señora del servicio doméstico e incluso el acoso tan escabroso que llevó al suicidio a un coronel encargado de la seguridad de palacio, quien no soportó el acoso mediático. Ese es un crimen que ya muy pocos recuerdan e incluso me atrevo a pensar que a los autores de las mentiras ni siquiera les remuerde la conciencia.

Al acoso rastrero se sumó otro todavía peor, esta vez dirigido a aniquilar moralmente la persona del presidente y su entorno familiar, Barbosa el fiscal de entonces montó un show, allanó la vivienda de un hijo de Petro, publicó la imagen de su esposa desnuda y se propició el ataque verbal de fuera Petro en los palcos de honor del estadio de Barranquilla donde la víctima era la hija del Presidente que apenas se asoma a la adolescencia.

Lo anterior sin contar la planeación del asesinato por parte de los carteles de la droga, en cuyos integrantes encontró la extrema derecha al aliado perfecto. Pero aclaremos, no es que el narcotráfico sea un agente externo a la derecha, es parte de ese sector, sobre todo del sector que se queda con las utilidades inmensas de esa actividad ilícita y más exactamente los lavadores de activos. Son un segmento de lo más recalcitrante, camuflados como empresarios exitosos, algunos de ellos contratistas del Estado a todos los niveles, que sienten que Gustavo Petro es una amenaza real, porque denuncia con nombres propios a los corruptos y que mediante mensajes velados les notifica que sabe quiénes son.

Es en este escenario en el que Álvaro Leyva sabía que podía armar el tinglado para organizar el golpe de estado que le permitiría vengarse del Presidente, por no haber nombrado a su hijo como canciller y haber dañado el negociado que éste ya tenía cuadrado con Greg & Sons, los eternos contratistas para imprimir los pasaportes colombianos. Ahora, pese a que a Leyva se le presentaba en los medios hasta hace una semana como  la Coca Cola de la honestidad, cuando se dedicaba frenéticamente a escribir cartas a cual más peor de infames, ahora que, involuntariamente, puso en evidencia a toda la derecha que en reiteradas ocasiones ha manifestado públicamente su deseo de quitar del camino al presidente Petro, lo muestran como un viejito senil a quien no hay que tomar en serio.

Todo indica que el Presidente terminará su período a pesar de las zancadillas y los palos en la rueda que desde el comienzo ha tenido que sortear. Su experiencia como congresista le aportó los conocimientos suficientes para moverse dentro de los cauces institucionales y salir airoso, incluso al enfrentarse al poder legislativo que ha sido otro de los rivales al que ha tenido que enfrentar con inteligencia como sucedió con la consulta popular que sirvió como arma de artillería pesada para hacer aprobar la reforma laboral y lo logró.

Petro dijo en un discurso que si lograba que se aprobaran las reforma pensional y laboral se iría tranquilo del gobierno, pues bien, ya lo puede hacer pero el problema nos queda a nosotros porque ahora nos toca organizar cómo vamos a hacer para defender los avances. Porque la derecha es vengativa y feroz, no sólo aquí en Colombia sino en el mundo entero se buscará someter o comprar al siguiente presidente como se hizo en Ecuador o tumbarla como a Dilma Rousseff en Brasil, eso si la sacan barata porque a Petro buscarán la forma de meterlo a la cárcel igual que hicieron con Cristina Fernández de Kirchner en Argentina. La lucha sigue. Lo que tenemos que hacer ahora es prepararnos porque si algo aprendimos de esta experiencia, es que no basta ganar unas elecciones, esa era la parte menos traumática, lo duro es mantenerse en el poder y lo más importante, trabajar para aumentar la representación en el congreso pues si bien ya no estamos en la época de los golpes militares, aunque nunca se sabe, la verdadera lucha es contra el poder real encarnado en el sector real de la economía.

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