EL VIRUS DEL LADRÓN
Desde que el homo existe, ha tenido espíritu andariego.
Carga consigo culturas, costumbres, valores y mañas.
Con afán imperial cruza mares y continentes buscando territorios para apropiárselos.
En sus mentes y alforjas cargan ilusiones, intereses y virus que han matado a millones de personas.
Migrar, esa costumbre de coger camino por el mundo, también ha legado idiomas, religiones y malas conductas.
Los imperios lo son porque a sus líderes los anima extenderse, apropiarse territorios y adueñarse de ellos con todo lo que encuentren, como ha sido nuestro caso.
Como sabemos, América no fue tan «conquistada», como sí invadida y colonizada durante siglos; en algunos territorios, como en el norte, el proceso de aculturación fue menos violento y traumático tal vez, al contrario de lo ocurrido desde el Río Grande hasta la Patagonia.
Arriba, los ingleses primero sometieron a los bravos nativos, pero luego de un tiempo, inteligentemente les hicieron pasito y convivieron, digamos, en los mejores términos. ¿Cómo tener de enemigos a quienes sabían en dónde estaban las riquezas?
Más abajo se plantaron mayoritariamente los españoles y con ellos hacia el cono sur, los italianos, portugueses, pocos franceses y otros caminantes.
Al territorio nuestro, sin consultar con los nativos, los amos bautizaron Nuevo Reino de Granada (dieciséis provincias) hoy Colombia, en honor al joven aventurero Genovés llamado Cristóbal (hijo de Doménico Colombo y Susana Fontanarossa, trabajadores de la lana, como los nobsanos).
El señor Cristóbal Colombo -para ser exactos-, vagabundus empedernido se les fue por la orillita a Mana Isabel I y a su marido dormilón Fernando II de Castilla y Aragón, hasta cansarlos diciéndoles que si le financiaban un viaje por altamar encontraría nuevos territorios para el imperio; que aflojaran el dinero; y para quitarse el ave sirirí de encima, le entregaron unas joyas para que las vendiera y con eso se largara.
¡A Colombo le sonó la flauta!
Y con la flauta, tres carabelas y su combo de calaveras (de dudosa ortografía) vinieron a dar aquestas tierras a mandar, mangonear, robar y a heredar el mando con la maldita genética del latrocinio, por generaciones de generaciones hasta hoy, cuando estamos, según el calendario en el Siglo XXI, pero con ciertas costumbres como las de tumbar a quien se descuide, preferentemente al mismo erario, heredadas del Siglo XVIII, con las premisas perversas de que «lo encontrado es mío», «la coima», «la palada», «la mordida», el «cómo voy yo ahí» y «el 10%», razones evidentes del inventario infinito de obras públicas inconclusas y mal hechas que padecemos desde que somos la inmarcesible República de Colombia.
Por Lizardo Figueroa