Opinionpor: Carlos Andrés Carreño Hernández

En tiempo de confinamientos permeables

Estos tiempos de confinamiento han traído consigo a la memoria dormida de la humanidad, momentos difíciles que, como la peste negra ocurrida en Europa en el siglo XIV, la injusta coronación de Napoleón como emperador, sobre las sinceras intenciones burguesa y cabezas aristócratas francesas, y las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo pasado; han generado crisis económicas y sociales, poniendo el espíritu humano a prueba.

Lo interesante es que todos estos momentos de crisis han sido el fango del cual nacen, luego de la tormenta, mariposas multicolores, que han demostrado, que más que cuerpos confinados, los seres humanos son trascendencia, siendo su mejor vehículo la cultura y el arte, entendidos, no como ese bálsamo superficial que suaviza las situaciones, sino como aquel punto de tensión donde se potencializan las preguntas, se cuestiona la realidad y se plantean cuestiones que retan el pensamiento, más allá de las banalidades propuestas por los círculos de poder en turno.

Estas mariposas emergieron, para el caso de la peste negra, en el Renacimiento, para el del tragicómico imperio de Napoleón, en la obra de Goya, el romanticismo y el realismo franceses; y para las dos guerras mundiales, en las llamadas vanguardias artísticas del siglo XX. Todas estas mariposas, llevaban cargadas sus alas de energía creativa, de esperanza en el ser humano y su capacidad de sentir y creer en la construcción de mundos posibles.

La pandemia, en parte mediática, en parte manipulada, en parte incierta, que nos tiene pensándonos a nosotros mismos en la intimidad de nuestros hogares, seguramente no será la excepción. Sin embargo, en pleno siglo XXI, luego del humanismo, la ilustración, el enciclopedismo, Gilles Deleuze, Fernando González, etcétera, etcétera, se continua con esa hostilidad, disfrazada de apatía hacia lo cultural, que ya Courbet denunciada en su tiempo, reflejada en el desinterés de nuestros gobernantes por entender la cultura como un derecho fundamental, tan importante e indispensable como la salud y la seguridad alimentaria.

Las culturas, como espacio colectivo y como bien común, no se limitan a ser un “sector de la economía”, se trata del espíritu de las comunidades, aquel espacio íntimo y sensible donde han depositado su memoria e identidad. Es por esto que resulta increíble, y porque no decirlo, sospechoso, que los gobiernos, desde el orden nacional, pasando por el departamental y en algunos casos municipal, los recursos, que de por sí ya son precarios para la cultura, se hayan destinado sin discusión para cubrir las necesidades que ha traído esta tragedia construida del virus, mientras que arcas tan importantes como defensa, comunicaciones, entre otras, hayan sido tímidamente consideradas.

Este recorte presupuestal, que para el caso cultural ha sido muy fuerte, traerá, en el corto y mediano plazo, un desequilibrio profundo al interior de los procesos socioculturales, debido a la ausencia de dineros suficientes para que  los generadores y dinamizadores culturales, tales como sabedores, artistas, gestores, investigadores, entre otros, puedan desarrollar sus actividades, y con ellas, continuar en la construcción de esos mundos posibles, que desde la sensibilidad y la intelectualidad, fortalezcan nuestros territorios como espacios para resguardar la dignidad humana.

Esto traerá, no solo problemas a los agentes culturales, que miran aún con desconfianza esos intereses naranjas de objetualización utilitarista de la cultura, entendiendo que tradición, creación, e investigación, no están encaminadas a producir objetos que sumen al producto interno bruto, sino que buscan aportar al espíritu colombiano, ultima tabla de salvación, para este naufrago garcíamarquiano que llamamos Colombia.  


Carlos Andrés Carreño Hernández

Profesional en Conservación y Restauración de Bienes Muebles
Mg. en Patrimonio Cultural  
Contacto: [email protected]


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