¡Es la economía estúpido!

Manuel Álvaro Ramírez (*)

Esta frase que se convirtió en el slogan de la campaña presidencial de Bill Clinton, ha dado para todo, hay hasta libros cuyos títulos la parafrasean a cada rato. Hoy vamos a referirnos justamente a la economía, habida cuenta de que el Banco Mundial acaba de publicar la ‘Perspectivas Económicas Mundiales’ donde las catástrofes por lo general no son culpa de Gustavo Petro.

El Banco Mundial tiene su sede en Washington D.C. y tiene una burocracia impresionante compuesta por profesionales de alto nivel del mundo entero, aunque el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz dijo alguna vez que esa burocracia no se destacaba precisamente por sus mentes brillantes. En todo caso, como en toda parte hay de todo y con ese respaldo institucional hay que ponerle cuidado a lo que escriben.

Comienza diciendo el informe que “Se prevé que el crecimiento mundial se desacelerará en 2023 al 2,1 %. Las difíciles condiciones financieras mundiales, así como una demanda externa moderada incidirán en el crecimiento en los mercados emergentes y economías en desarrollo”, hace un análisis por regiones y concluye que “se necesitarán reformas que promuevan el capital físico y humano, la oferta de mano de obra, la productividad de los servicios y el comercio”. Aquí está el veneno. Veamos.

Un problema que tiene la Economía como ciencia, es que se nutre de muchos juicios de valor y desde que el neoliberalismo se apoltronó en la sociedad ha sido difícil removerlo, salvo que haya casos aislados que se nieguen obstinadamente a seguir las recomendaciones de estos organismos. En el fondo se trata de justificar un estado de cosas que cada vez hunden más a la mayoría de población en la pobreza mientras unos pocos se enriquecen de forma descomunal. Cuando entidades como el Banco Mundial habla de reformas que promuevan la mano de obra, están repitiendo la misma cantinela con que se aprobaron las leyes, 50 y 100 de 1993 y 789 de 2002 para no hablar sino de las más conocidas.

Tanto en la academia, como en la política se disfrazan las decisiones con propósitos altruistas, que es lo que aquí llamamos juicios de valor. Por ejemplo, la Ley 789, decía que era para apoyar el empleo y ampliar la protección social, pero no, era para reducir el pago de horas extras, los dominicales y los festivos y los recargos nocturnos, entre otras muchas agresiones a los trabajadores. He aquí el peligro de tales consideraciones, porque lo que dice el Banco Mundial se toma como un mandato por parte de gobiernos abyectos como los que ha tenido Colombia, excepción hecha del actual.

Para el caso de América Latina, se espera que ‘se desacelere marcadamente hasta el 1,3 % en 2023, para recuperarse un poco, al 2,4 %, en 2024’ y da como razones la desaceleración de los Estados Unidos y China, debido al debilitamiento de la demanda por exportaciones. Para Colombia se prevé un crecimiento moderado de 1,3% igual al promedio latinoamericano. Llama la atención que no haya hecho carrera un llamado a desarrollar el mercado interno. Si nos ponemos a esperar que se muevan con mayor rapidez las economías a las cuales le exportamos, pues claro que tendremos una economía raquítica que en su papel de vagón depende de la velocidad de la locomotora, pero en desarrollar el mercado interno y crear valor mediante el trabajo está la clave para orientar nuestro país por la senda del desarrollo. 

La economía no es una ciencia exacta y los intentos de transformarla en eso, han hecho más mal que bien porque han hecho que esta ciencia, vestida con ropajes matemáticos horriblemente enmarañados, se acerque más al tarot que a una ciencia social. Se ha convertido a la economía en una ciencia esotérica disfrazada con ecuaciones y matrices que no funcionan sino en los tableros de las universidades y en el cerebro de los economistas neoliberales. Pero la economía no es una ciencia exacta, es una ciencia social y los buenos economistas deberían ser fundamentalmente buenos lectores de libros y de prensa para poder desarrollar un pensamiento crítico.

*Magister en Economía

Universidad de los Andes

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