Golpe blando, respuesta dura

Se va llenando el votante de tristeza al ver impotente como unos senadores intelectualmente mediocres pero indolentes, y no hablo de Polo Polo, un gamín que gracias a la dinámica de las plataformas tecnológicas se convirtió en parlamentario, sino a un tal Uscátegui hijo de un general a quien alguna vez defendió Petro como senador y a un tal Cadavid cuyo nombre no conozco ni me interesa buscar en Internet porque no lo merece. Decía que da tristeza ver cómo unos senadores del Centro Democrático y de Cambio Radical, dos organizaciones que más se asemejan a la Cosa Nostra que a partidos políticos, hacen toda clase de triquiñuelas para obstaculizar el debate de la reforma al sistema de salud. Se trata de llevar a la exasperación a quienes sí están dispuestos a dar los debates, pero ante la falta de argumentos y a que pongan en evidencia el nivel de corrupción a que ha llegado el actual sistema, optan por salir de uno en uno hasta desintegrar el quórum y hasta ahí llega la sesión. Llevamos 10 meses discutiendo y no se ha podido superar el segundo debate que tiene que darse en la Cámara. Tenemos que tomar nota para las próximas elecciones parlamentarias.

Hay un problema adicional en todo esto y es que así como los cálculos miopes de la derecha obtusa, apuntan a recuperar el gobierno en 2026, hay otro sector oculto que se va dando cuenta de que aquí no hay democracia, que esas plutocracia y cleptocracia son unas rémoras pegadas al poder y que ‘combinan todas las formas de lucha’,  como en otra época lo hacían las FARC, que se oponen a cualquier cambio que signifique ceder algo de sus mezquinos privilegios y ese sector oculto puede optar en algún momento a responder de forma violenta y así como se busca por todos los medios defenestrar al Presidente, la reacción puede ser igual o más violenta como sucedió cuando en 1970 le robaron las elecciones al general Rojas Pinilla y un grupo de intelectuales, políticos, militares y de diversos sectores se organizaron alrededor del movimiento armado M19.

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El problema es que  cuando ese tipo de movimientos cobra fuerza, son capaces de llegar al poder y cuando lo hacen por lo general destruyen las instituciones por considerarlas reaccionarias y construídas para sostener la injusticia y los privilegios de manera que al acabar con ellas se está acabando con todo el régimen de humillación y oprobio; sucedió en Cuba en 1959, en la Rusia de 1917, en la China de 1948 y de alguna manera también en Colombia en 1819 después de que el ejército patriota expulsó a los españoles de estas tierras. En Cuba una vez instalados en el poder los revolucionarios triunfantes, comenzaron a enfrentar las voces disonantes, lo cual se resolvió de una manera muy simple: El Paredón, si alguien hacía mucho ruido y se mostraba en desacuerdo con el Gobierno recién instalado, se le ponía en el Paredón frente a un pelotón de fusilamiento y listo, muerto el perro acabada la sarna.

Habrá quienes dirán que eran otras épocas. Talvez, pero la sociedad es muy dinámica y difícilmente pueden predecirse los resultados de un pueblo condenado por siglos a la desigualdad, a la injusticia, a la pobreza y a la desesperanza de manera que lo que más nos conviene es buscar la manera de lograr consensos y evitar las confrontaciones porque hundir las reformas y jugarle al golpe blando sólo contribuirá a exacerbar los ánimos y no faltará quien se arriesgue a tomar acciones aventuradas donde todos perderemos. Gustavo Petro así lo entiende y dio un primer paso al invitar a Alvaro Uribe a tomarse un tinto en la antigua ‘casa de Nari’ en tiempos de Uribe, que hoy gracias a Petro recuperó su nombre original: La Casa de Nariño.    

*Magister en Economía

Universidad de los Andes

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