Decrecimiento

Por Manuel Álvaro Ramírez (*)

A propósito de la invasión y ocupación de Gaza por parte de Israel, la humanidad está mostrando a que niveles de degradación puede caer cuando se trata de apropiarse del botín, razón de ser de todas las confrontaciones. Y es que la sociedad llegó a unos límites inéditos que muestran que hay sitios en el planeta donde físicamente los grupos humanos ya no caben; es entonces cuando se exacerban la xenofobia y el odio racial, el odio al diferente. Es entonces el momento de plantear el debate de la teoría del decrecimiento, que se está dando en algunas partes de manera un poco tímida y cuando una ministra lo planteó en este País tan desinformado y tan manipulable, le cayeron encima como si no estuviera en sus cabales y hasta hubo quien pidiera su renuncia por semejante despropósito. Veamos de qué se trata.

A los economistas nos formaron en la teoría del crecimiento, prácticamente se asume que la humanidad se rige por la ley de las necesidades crecientes e infinitas y por tanto la economía es la ciencia que estudia la producción, administración y distribución de recursos escasos. Adicionalmente se nos enseñó que había que orientar la administración de dichos recursos hacia la satisfacción de esas necesidades donde el objetivo de la economía es lograr el máximo crecimiento sostenido.

Sin embargo, las cosas están cambiando sin que la teoría económica haya evolucionado mucho para explicar lo que el mundo deberá enfrentar ya y en el inmediato futuro: el agotamiento de los combustibles fósiles, las materias primas de origen mineral y la tierra fértil disponible para la producción de alimentos y materias primas de fuentes vegetales y animales. La miopía, la indolencia, la prepotencia combinada con una dosis de altísima ignorancia de las clases dominantes, impiden convocar a toda la sociedad para enfrentar como la organización racional que se supone somos y se escudan en una defensa de privilegios dolosa y violentamente obtenidos la mayoría de las veces, lo que resultará insostenible en el mediano plazo.

Las manifestaciones palpables de la situación, se evidencian en el cambio climático, las catástrofes medioambientales sin precedentes en la historia, que incluyen sequías, inundaciones, derrumbes, vendavales y aún no sabemos científicamente si los movimientos telúricos obedecen en parte no solo al acomodamiento de las placas tectónicas sino a la acción de la humanidad sobre la naturaleza. En este mismo sentido, la interminable procesión de migrantes que ya sin nada que perder, se aventuran a enfrentar el océano desde el África y Asia hacia Europa o emprenden una travesía temeraria desde sur y Centroamérica para llegar a mirar con tristeza que un muro infranqueable se opone a sus sueños y desde el otro lado un energúmeno reo los acusa de narcotraficantes, violadores y, en general, de indeseables delincuentes, discurso que cala hondo no sólo en los nativos del norte sino de los inmigrantes ya legalizados o semilegalizados que ven con horror cómo sus paisanos persiguen lo mismo que ellos, sólo que un poco más tarde.

Es en este escenario que se tiene que empezar a hablar de decrecimiento, porque perseguir el sueño americano en el entendido de alcanzar los niveles de consumo y desperdicio que caracteriza las sociedades del hemisferio norte como si la economía contara con recursos ilimitados ya no es posible y es necesario un nuevo paradigma. Marx decía que cada modo de producción tiene su propia ley de población y lo planteaba a propósito de lo que afirmaba Robert Malthus quien decía que mientras los bienes materiales crecían en progresión aritmética, la humanidad lo hacía en progresión geométrica, lo que explicaría la situación actual que nos tiene ad portas de una guerra que según Malthus, es una forma de regular el crecimiento demográfico. Las otras son las pandemias y las hambrunas.

*Magister en Economía

Universidad de los Andes

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