OpinionPor: Manuel Álvaro Ramírez R.

La guerra no es contra Ucrania

Dejemos a un lado los asuntos parroquiales para adentrarnos en lo que se está jugando en el mundo en estos momentos. Se cumple un año desde que Rusia anunciara su Operación Militar Especial como llaman ellos a la invasión. Desde entonces, mucha tinta ha mojado la prensa alrededor del mundo, mucho se ha dicho y se ha hecho desde ambas trincheras que, en un principio, se veía como la invasión agresiva de una potencia contra un casi indefenso país limítrofe. Sin embargo, muchas también son las cosas que se han develado durante este tiempo para poder opinar con cierta certidumbre.

Por la forma como ha evolucionado el conflicto, una gran cantidad de cosas han salido a la superficie si se tiene claro que, cuando los focos apuntan hacia un objetivo, es conveniente mirar para el lado opuesto, pues es en ese lado oculto donde aparecen escondidos los intereses en juego que sólo se muestran muy de vez en cuando, porque únicamente asoman la cabeza cuando es absolutamente indispensable y siempre bajo un disfraz conveniente; hoy como una muestra de solidaridad, mañana como una ayuda humanitaria desinteresada al pobre país víctima y pasado mañana con envío de armas para que el pobre indefenso haga frente al matón del barrio.

Entonces ya se está viendo que, si bien la guerra se lleva a cabo en territorio de Ucrania, no es una lucha contra ese país, es un enfrentamiento entre Rusia con los países que integran la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, y lo que inicialmente se mostró como agresión y hostilidad de Rusia contra Ucrania, ha venido escalando peligrosamente en la medida en que otros países intervienen directa o indirectamente. Alemania envió sus modernos tanques Leopard 2, el presidente norteamericano, Joe Biden, realizó una visita relámpago el miércoles 22 de febrero y al día siguiente lo hizo el presidente español, Pedro Sánchez, aquí los matices se pierden Biden el demócrata y Sánchez, del Partido Socialista Obrero Español, respaldan al fascista Volodimir Zelenski.

De manera que ya no es una confrontación entre dos países sino algo que se bautizó con el chistoso nombre de guerra proxi o guerra delegada, como si un país o un grupo de países pudiera delegar semejante despropósito y lo peor, es que es cierto: Ucrania está haciendo una guerra por encargo y mucho se ha especulado sobre la posibilidad de que la lucha sea simplemente un laboratorio para ensayar la efectividad de armas hasta ahora no usadas.

Biden prometió ayuda por US$500 millones adicionales, pero como suele ocurrir con estos apoyos, los ucranianos no verán un centavo porque todo se quedará en los traficantes de armas, municiones y logística, empresas locales que viven de la guerra, quienes desde afuera atizan la candela mientras observan la efectividad de sus máquinas de muerte desde cómodos sillones al frente de sus televisores.

Por su parte, Zelenski le pidió a Pedro Sánchez que, aparte de seis tanques que le va a enviar, también le incluya aviones, pero el presidente español dijo que eso sí tenía que consultarlo con sus socios de la OTAN.

Cualquier observador desprevenido podría pensar que un ataque en cualquiera de estos países, Estados Unidos, Alemania o España, podría suceder como retaliación a lo que sus gobiernos hacen y que Rusia considera una provocación directa y un involucramiento hostil en su contra. Ojalá no ocurra nada de eso, pero recordemos que todos sabemos cuándo y cómo comienza una guerra, pero nunca dónde ni cuándo termina.

 

*Magister en Economía Universidad de los Andes

Aramirez7528@gmail.com

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