Opinion

SANCIÓN SOCIAL

Por Lizardo Figueroa

El grado de desarrollo de cualquier sociedad, no debe medirse únicamente en los adelantos que generan la ciencia y la tecnología, sino en la calidad de vida de sus habitantes, referida por ejemplo, a vivir y convivir con los demás.

En Colombia, hay que admitirlo, nos cuesta trabajo practicar valores de solidaridad, ayuda mutua, compasión y caridad; el egoísmo es la constante en nuestras relaciones interpersonales.

Infortunadamente casi todo está establecido para tomar partido por el individualismo, la competencia, el afán por llegar primero, el triunfo personal, el tener más que los demás, aún a costa de dejar en el camino a quienes no tienen, no pueden o no son competitivos.

Practicamos una especie de «selección natural» Darwiniana, que empieza desde la misma escuela a través de los sistemas evaluativos académicos, que privilegian, distinguen y premian las «inteligencias superiores» en descalificación y desmedro del común de quienes por distintas causas y circunstancias no alcanzan niveles sobresalientes; son los excluidos, los rezagados que se quedan en el camino, los «maleducados» a quienes se cierran las puertas del éxito y las oportunidades de por vida.

Algunos de estos ninguneados, van por su sendero existencial frenteando la adversidad; muchos, con buena estrella, superan las talanqueras y logran salir adelante con esfuerzo, disciplina y coraje; otros más, que son la mayoría, logran las habilidades, destrezas, conocimientos y experiencias que da la escuela de la vida.

Y los hay también quienes, con su estrella opaca, a veces encuentran los caminos tortuosos de la trampa y el delito.

En nuestro paisaje social, encontramos otra especie bien educada, privilegiada, de élites y apellidos añejos que, desde la politiquería, son trepadores y usufructuarios del poder, tras del erario convertido en botín, para quienes la ley y la justicia son lo de menos, que van por la vida, blindados, algunos de generación en generación, con el teflón de la impunidad.

Cada nación, dicen, se merece los gobernantes que ha tenido y Colombia no sería la excepción; solo que deberíamos aprender a usar la inteligencia para no perpetuar lo mal que hemos elegido; las urnas nos dan la oportunidad del mecanismo sencillo y efectivo: la sanción social en las elecciones para liberar civilizadamente a nuestra patria de las maluqueras que dan vergüenza en la política criolla.

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