Opinion

La impostergable reforma educativa

Desde hace por lo menos quince años los estudiantes universitarios han venido reclamando una reforma a la Ley 30 de 1992, con el objeto de obtener más recursos para las universidades públicas y reformar el sistema de administración mediante una participación más democrática y en general mejorar la calidad de la educación superior.

El Gobierno Nacional tomó esas banderas pero decidió incorporar la educación como un derecho fundamental y no como un servicio público, que es el eufemismo usado por los gobiernos de derecha para impedir los paros del magisterio que no obstante los maestros hacen cuando les da la gana. Como dijo alguna vez un sindicalista del Ministerio de Hacienda, cuando éste existía: ‘Las únicas huelgas legales son las que se ganan’.

Pero la derecha empecinada en atravesarse a todo lo que favorezca al pueblo colombiano y que toque sus privilegios, buscó la forma de hundir la reforma sólo porque era una propuesta del Gobierno del Cambio, pero, por si las moscas, introdujo algunos artículos en el proyecto de ley que le permitiera a las universidades privadas recibir recursos públicos, por ejemplo, con programas como ‘Ser Pilo Paga’. Detengámonos un poco en este punto.

Un programa como Ser Pilo Paga es una forma horrible de discriminación así se favorezca a un reducidísimo número de estudiantes de estratos bajo a quienes se les da la oportunidad de codearse con otros jóvenes de estratos más altos. La realidad es muy distinta al romántico concepto del márquetin oficial. Me explico: para quienes hemos tenido la oportunidad de pisar las universidades de élite económica, y me perdonan la arrogancia pero lo hago para afirmar el argumento,  sabemos que una cosa es estar en esas instituciones y otra muy diferente el costo social de permanecer en ellas. Porque es muy duro sentirse en esas alturas y no tener con qué visitar la cafetería a tomarse una gaseosa. Ni que decir de los programas de fin de semana, de manera que quien sale ‘favorecido’ con el programa está destinado a ser un paria dentro de la universidad. Y no soy ningún resentido, le debo a la Universidad de los Andes mi título de maestría, pero un estudio del Observatorio de la Universidad en Colombia, hace un desgarrador relato de quienes tuvieron que pasar por ese calvario, no sin antes reconocer que ha habido casos exitosos y loables. (Ver  https://www.universidad.edu.co/la-otra-cara-de-ser-pilo-paga-miles-de-dramas-familiares-de-quienes-abandonaron/).

La idea de entregar recursos individuales a los estudiantes para que éstos o sus padres escogieran la institución educativa de sus preferencias está expuesta en una de las obras clásicas del padre del neoliberalismo, Milton Friedman quien proponía un sistema de incentivos a los estudiantes y que los padres decidieran donde los matriculaban. Esto, en la teoría favorecería y estimularía la calidad educativa en la medida en que los establecimientos competirían por ofrecer programas de calidad. Sin embargo, este tipo de estímulos, lo que hace es profundizar las desigualdades porque se sabe que si un niño tiene problemas de aprendizaje por deficiencias en la alimentación en la primera infancia, difícilmente logra recuperar las competencias tan necesarias para un adecuado desempeño.

De otro lado, aun siendo muy ‘pilo’, buena parte de los estudiantes con quienes se va a medir el estudiante pobre, es egresada de colegios bilingües y como muchas lecturas vienen en inglés, por más pilos que sean los receptores del subsidio estarán en franca desventaja y eso en lugar de ayuda es una forma de sembrar frustración y mucho resentimiento, aparte de que los becarios del Gobierno en esas universidades son sometidos a un despiadado matoneo por su condición social y los culpan de robos al interior de las universidades.

Pues bien, la reforma se hundió. Los maestros agremiados en Fecode lo reclaman como un triunfo suyo y el Gobierno seguramente insistirá en volverla a presentar cediendo en los puntos relacionados con la transferencia de recursos del Presupuesto General de la Nación a entidades privadas que es de lo que finalmente se trata cuando la derecha se pone los guantes contra el Gobierno. Exactamente igual a lo que hicieron con la reforma de la salud. De manera que este derecho, como todas las conquistas, jamás será una graciosa dádiva de la plutocracia. Hay que arrancársela con organización unidad y movilizaciones estudiantiles.

En esta orilla, hay que tomar atenta nota, México mostró el camino porque no basta con elegir un buen presidente si esa elección no va acompañada de un cuerpo legislativo coherente que lo respalde desde el punto de vista programático.

Manuel Álvaro Ramírez R.
Magíster en Economía

Universidad de los Andes

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