LA IZQUIERDA PROTESTA Y LA DERECHA PIDE CACAO

Por Lizardo Figueroa
No hay centro que valga y ya era mucho tiempo llevando del bulto desde mediados del siglo pasado; hoy a la altura de la cuarta parte del XXI acusa cierto cansancio resistiéndose a seguir subsidiando a la atenida derecha, que sin pena ni gloria ha caminado «colgada» de su vecina por más de 60 calendarios.
Bien dicen que «no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista». Y comprobarlo tan de cerca resulta patético.
Se había demorado en protestar, pero en razón del declive de la maltrecha derecha y resignada a su suerte, aún resistiendo los embates y tropezones que no fueron pocos en su ya largo caminar.
Siempre actuó con increíble brío a pesar de las circunstancias.
Su paciente y único líder ya venía siendo advertido de tiempo atrás por los expertos para que tomara la decisión; pero el vanidoso se obstinaba en ignorarlo merced a la terquedad y soberbia muy propias y recurrentes de las «izquierdas ilustradas» del mundo (Colombia sería un buen ejemplo).
De sabios es escuchar y ante la tozudez de las circunstancias, resulta saludable agachar la cabeza, hacer oídos y seguir las recomendaciones calificadas y de sentido común; si en política se actuara así, otro gallo le cantaría al país.
Se ha llegado a viejo y hay que escuchar el consejo.
Largos períodos de la derecha desgastan, pero la izquierda ha estado ahí siempre, con sus paliativos para seguir el camino.
No se trata de que se esté tirando la toalla, ni de avergonzarse, ni creer que se esté acabado; no. ¡Faltaría más! Hay camino por andar todavía y desde que no falte el entusiasmo y las ganas de seguir dando lora, hay qué hacerlo.
Agradezco la confianza para permitirme una confidencia a mis amigos, conocidos y lectores: según el ortopedista, mi derecha requiere apoyo para evitar accidentes, muy posibles a estas alturas; el galeno me ha disipado dudas y prejuicios y en casa hay la comprensión esperada; insiste el discípulo de Hipócrates en que «mientras las canillas y la rodilla quieran y puedan caminar, hay que usarlas y si el cerebro funciona bien, debe ponérsele oficio»; que no hay de qué preocuparse, ni achantarse, ni comerle al qué dirán y como dice el bolerista ecuatoriano Julio Jaramillo… total la gente siempre habla… Y siendo así, pues para mi consuelo y tranquilidad, porfiaré en seguir cultivando dos vicios que nunca pude superar, que adquirí desde niño en la familia y después en el colegio, la universidad y el trabajo: leer maravillas y escribir pendejadas aquí y allá, inclusive en un libro que acaso pocos leyeron.
Pasito, para que no nos escuchen por ahí: pronto usaré un elemento infaltable en las manos de Winston Churchill, Charles Chaplin, Papá Noel y últimamente el Santo Papa: un adminículo flaco, bajito, duro y complicado de llevar a todas partes será mi acompañante; no sé si me lidiará o yo tendré que lidiarlo; ahí se verá.
En adelante, además del cierto caminadito con que me distinguen propios y extraños, me decidí a casarme otra vez; pero ojo, advirtiendo eso sí y en todo caso, que conservaré mi género masculino que tantas dichas me ha dado; uniré mi vida con un tipejo que los entendidos en esos asuntos denominan… ¡bordón!
No será de mando sino de mano. Mi nuevo compañero de marras aliviará a la quejosa rodilla derecha para descanso del «tuche» izquierdo.
«Caminante no hay camino, se hace camino al andar…» escribía Antonio Machado en su bello poema Cantares, hecho canción en la espectacular voz de Joan Manuel Serrat.
De manera que, Ea pues señoras y señores, seguiré caminando como Fernando: un poquito a pie y otro poco andando… con mi nuevo amiguis bordón.