¿Tiro en el pie?

Por Manuel Álvaro Ramírez (*)

El martes 4 de julio Cúcuta despertó con la noticia de que varios puntos de la ciudad habían amanecido con artefactos explosivos colocados por el Ejército de Liberación Nacional, ELN, y una semana después, luego de acordar lo del cese al fuego, decretaron un paro armado en el Chocó. Estos hechos son lo que en términos coloquiales se conoce como un tiro en el pie, porque una guerrilla, para ganar legitimidad y en el largo plazo la guerra, si es esto lo que se plantea, tiene que ir ganando simpatía entre la gente, por lo menos en sus áreas de influencia, pero con estas acciones, repito de tiros en el pie, van a quedar más agujereados que los crocs que tanto le gustan al expresidente Uribe.

Vamos por partes. El ELN fue una guerrilla, nótese el tiempo verbal, que nació inspirada por la revolución cubana y en buena parte influenciada por la iglesia católica que aportó varios de sus más distinguidos militantes y dirigentes: Domingo Laín, Manuel Pérez Martínez, más conocido como el Cura Pérez, Camilo Torres Restrepo y muchos otros entre los que recuerdo a ‘Caliche’ y otros del barrio San Vicente Ferrer en Bogotá. El comandante de aquel entonces era Fabio Vásquez Castaño y buena parte de la filosofía del grupo estaba inspirada en la Teología de la Liberación, una corriente izquierdista dentro de la iglesia que tuvo en Colombia un grupo de sacerdotes bastante influyentes conocido como Golconda. Este grupo nació y creció en San Vicente de Chucurí y Simacota, Santander, con la idea de ir creando zonas liberadas que se irían expandiendo hasta lograr la toma del poder, sueño de todo guerrillero que lucha contra las injusticias del Estado.

Sin embargo, la guerra tiene unos vericuetos muy extraños y si bien se lograron liberar algunas zonas, la confrontación demandaba recursos cada vez más cuantiosos, por lo que las extorsiones, los secuestros y el botín de las tomas guerrilleras se quedaron cortos para sostener estos grupos en crecimiento. En el fragor de esta lucha apareció un nuevo grupo, visionario, urbano, que mostró que las escaramuzas en el campo no tenía sentido si no se atacaban los centros de poder que estaban fundamentalmente en las ciudades. Fue cuando el M19 propuso la unidad en un gran ‘Sancocho Nacional’ como la llamó Jaime Bateman Cayón y hubo varios intentos, pero surgieron los paramilitares que les hacían el trabajo sucio a los militares y que se convirtieron finalmente en un apéndice del Estado, según lo acaba de corroborar Salvatore Mancuso ante la JEP. La confrontación comenzó a llamarse guerra sucia, como son todas las guerras porque, hasta donde se sabe lo que no existen son las guerras limpias.

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Pero apareció la tabla de salvación: el narcotráfico, que traía dinero a chorros, el que necesitaban los grupos insurgentes y que penetró todos los estamentos de la sociedad, de manera que, al llegar a la guerrilla, la convirtió en guardiana de sus laboratorios, aunque en algunos casos ésta actuaba como un Estado paralelo que cobraba un impuesto conocido como gramaje. Dicho impuesto no se lo cobraban a los cultivadores que siempre han sido el eslabón más débil de la cadena sino a los compradores, de manera que se estableció un pacto de convivencia entre los cultivadores y raspachines y la guerrilla por un lado y por el lado de los grandes narcotraficantes se crearon vínculos con los más encumbrados mandos militares y políticos, hasta el punto de poner directamente los presidentes según se afirma que hicieron los hermanos Rodríguez Orejuela con Ernesto Samper Pizano y el Ñeñe Hernández con Iván Duque Márquez.

Esto es una muestra del poder del narcotráfico, que logró permear tanto la sociedad, que la guerrilla, quedó tan desdibujada en sus principios que muy poca gente les cree, aunque su capacidad de crear terror sí se mantiene. Es lo que acaban de mostrar en Cúcuta y Chocó: Poner artefactos explosivos o decretar paros armados en varios puntos del país, sin que nadie sepa explicar el objetivo que se persigue. Si se trata de crear miedo, eso lo hizo Pablo Escobar hace más de 30 años y no le funcionó. ¿pretenden que la sociedad les crea que la están representando? El ELN no hace más que representarse a sí mismo y en esta ocasión lo ha hecho divinamente.

*Magister en Economía

Universidad de los Andes

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