Opinion

MÉXICO LINDO Y QUERIDO

El pueblo azteca ha sido siempre admirable, rebelde, digno, hecho a pulso y luchador.

De toda la América, México es la nación que mejor conserva su identidad, venera y respeta sus ancestros, valora, cultiva y promueve su cultura vernácula tan poderosamente que su música, su literatura, su cine, su humor, su teatro, sus telenovelas y sus costumbres han traspasado las fronteras del continente hispano.

La llegada de una dama a la Presidencia, en la nación de los meros machos, marca un hito sin precedentes en la hermana república.

Claudia Sheinbaum, Licenciada en Física, Doctora en Ingeniería Ambiental, con Maestría en Ingeniería de la Energía y una exitosa carrera de servicio público, llega a la jefatura del Estado de México de la mano de su mentor Andrés Manuel López Obrador, quien además le deja un legado político, económico y de reconocimiento social envidiables, además de unas mayorías parlamentarias para continuar con las reformas estructurales de alcance social, que hoy y a futuro ubican al grande centroamericano en el concierto de la élite mundial del Siglo XXI.

En el inventario de logros del gobierno de izquierda están el pago de la deuda externa, un milagro para un país tercermundista latinoamericano, un equilibrio en la balanza de pagos, control real de la inflación, un aparato productivo dinámico, incluso con perspectivas de exportación, unas reservas internacionales holgadas, una infraestructura vial moderna que pasa por el Tren Maya a todo vapor uniendo los dos océanos.

La Presidenta anuncia unas reformas estructurales al aparato judicial mexicano con la participación de las bases democráticas con lo cual depurará y fortalecerá la cultura del mérito en las altas Cortes, para hacerlas más eficientes y transparentes.

Por lo que se sabe, los éxitos del progresismo del Presidente AMLO dependieron de varios factores de avanzada de la cultura política ciudadana, como el de haber elegido un líder carismático que interpretó cabalmente la ilusión de país de amplios sectores populares, unidos en un mismo horizonte, con amor patrio, trabajo y disciplina.

Pintan bastante bien el presente y futuro del país de los cuates mexicanos, al mando de la «bella Dama» de donde es la Virgen de Guadalupe, de la que fuera la segunda patria de nuestro Nobel García Márquez, de las Lupitas, las Adelitas, del Chavo del 8, del tequila y el mezcal, de los corridos, boleros y rancheras de tantos ídolos que desde siempre hemos considerados nuestros, particularmente en la tierra boyacense.

¿Quién no ha cantado los clásicos de José Alfredo Jiménez, Antonio Aguilar, Pedro Infante, Miguel Aceves Mejía, Cornelio Reina, Vicente Fernández, Los Panchos, Los Tres Reyes o el Dueto Miseria?

Y ¿quién no da cuenta en Colombia del magistral Roberto Gómez Bolaños, con sus personajes del Chavo? ¿Quién no leyó Pedro Páramo de Juan Rulfo?

Jorge Negrete, en los años 40, cantó el que creo, es otro himno para los mexicanos; es el clásico que titula esta columna.

Por Lizardo Figueroa

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