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Miguel Uribe Turbay: una trayectoria marcada por polémicas y tensiones políticas

Más allá de la tragedia de su asesinato, el recorrido político de Miguel Uribe Turbay estuvo acompañado de episodios que generaron debate público. Desde su estilo confrontacional y decisiones polémicas hasta reacciones en redes que reavivaron viejas controversias, su legado político deja lecciones sobre la responsabilidad de las palabras y los actos en la vida pública.

Desde sus inicios como concejal de Bogotá hasta su rol reciente como senador y precandidato presidencial, Miguel Uribe Turbay construyó una carrera política de gran visibilidad, pero también marcada por episodios de confrontación y controversias que moldearon su imagen ante la opinión pública.

Como concejal, fue una de las voces más críticas del entonces alcalde Gustavo Petro, cuestionando, entre otros asuntos, la gestión del sistema de recolección de basura y los programas sociales. Su estilo combativo le permitió consolidar un perfil opositor, aunque también alimentó la percepción de una política polarizada y poco proclive al diálogo.

En su paso como Secretario de Gobierno de Bogotá (2016–2018), la Oficina Jurídica de esa dependencia emitió un concepto sobre el feminicidio de Rosa Elvira Cely que fue ampliamente cuestionado por su tono revictimizante. Aunque Uribe Turbay pidió disculpas y señaló que no fue consultado previamente, el episodio evidenció fallas institucionales en la gestión y sensibilidad hacia casos de violencia de género.

En materia de seguridad personal, el director de la Unidad Nacional de Protección (UNP), Augusto Rodríguez, aseguró que el propio Uribe Turbay redujo la efectividad de su esquema de protección al fragmentarlo para incluir a su familia y rechazar relevos de escoltas. Una decisión que, de acuerdo con la UNP, debilitó su seguridad y aumentó los riesgos que enfrentaba.

Su ascenso dentro del Centro Democrático tampoco estuvo exento de tensiones. En 2021, fue invitado por Álvaro Uribe Vélez a encabezar la lista al Senado, lo que generó inconformidad entre figuras de peso como María Fernanda Cabal y Paloma Valencia. En su precandidatura presidencial, promovió el uso de encuestas internas para definir al aspirante único, método que algunos contendientes cuestionaron por falta de transparencia.

Tras su asesinato, uno de los episodios que volvió a la conversación pública fue su postura frente al caso de Dylan Cruz, el joven que murió en noviembre de 2019 durante las protestas en Bogotá. En su momento, los comentarios de Uribe Turbay fueron percibidos por el entorno de la víctima como justificatorios de la actuación policial. Denis Cruz, hermana de Dylan, publicó un mensaje en redes expresando solidaridad con la familia del senador, pero recordando que en el pasado “otros no recibieron la misma empatía”. Aclaró que no celebraba la muerte de nadie, pero remarcó que había aprendido “a no parecerse a ellos” y a solidarizarse con la vida por encima de todo. El gesto, aunque respetuoso, reabrió el debate sobre la coherencia, la memoria y la empatía en la política.

Uribe Turbay se consolidó como un crítico férreo de las políticas del presidente Gustavo Petro y de los diálogos de paz con grupos insurgentes. Esa posición le otorgó respaldo en ciertos sectores, pero también profundizó las divisiones políticas y sociales.

La trayectoria de Miguel Uribe Turbay refleja la complejidad de una vida pública en la que los aciertos conviven con errores estratégicos, discursivos y personales. Más allá de su trágico final, su historia deja una lección clara: en política, la manera en que se ejerce el liderazgo y se eligen las palabras puede marcar tanto como los logros alcanzados.

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