Opinion

¿NO SERÁ MUCHA MOLESTIA?

“Pase usted, no, después de usted.” Profesor Jirafales

Como si fuera ayer, recuerdo cuando en mi práctica docente, en el Silvino Rodríguez de Tunja, tocaba apretujarnos cual salchicha en los nuevos colectivos de transporte urbano, cariñosamente llamados patinetas. En una ocasión iba yo lleno de material didáctico y me perdí de la patineta de turno, entonces me tocó esperar la siguiente, que salía atestada de estudiantes a los cinco minutos. Promediando el viaje, le dije al conductor que si le podía apurar un poquito, pues iba un poco apremiado de tiempo. El hombre, que manejaba a la velocidad de Mr. Magoo, con una sonrisa sarcástica me señaló una calcomanía (los memes de la época) que llevaba pegada al lado de la puerta. La calcomanía decía: “Si tiene afán, madrugue». ¡Plop!

Permítanme contarles que una de las causas de estrés, de accidentes, de inconvenientes, de ‘malas jetas’ y de problemas de salud es precisamente su majestad, el afán. Yo tengo el afán por razones de apelativo y les cuento que no hay nada más jodido y que moleste más al resto de la humanidad que vivir de afán.

Recuerdo que un viaje desde mi hermosa Paz de Río hasta Bogotá podía perfectamente durar entre seis y ocho horas y eso que en ese tiempo a nadie se le había ocurrido que para solucionar los problemas económicos regionales o diferencias laborales lo mejor y más expedito era bloquear el paso por las carreteras. Lo cierto es que arrancábamos del pueblo en Expreso Paz de Río –o en el servicio personalizado del “Canario” de don Pachito Villamizar–, y después de comer polvo durante unos 45 0 60 minutos, dependiendo de lo patadura que fuera el chofer, llegábamos a Belén, en donde el ayudante lavaba el bus a tarrados y nosotros bajábamos la tierra con los famosos helados locales.

En Duitama no rebajábamos caldo con costilla, pericos y almojábana donde don Rosendo, quien tenía una hija llamada Rosa, una esposa que se llamaba Rosa y el hotel que se llamaba, por supuesto, El Rosal. Tema bastante espinoso.        

En Paipa, Tunja y Chocontá tocaba hacer sendas paradas a estirar las piernas, al baño, a comer y los niños a devolver lo comido. La cuestión es que nadie andaba apurando al conductor porque el viaje era para disfrutarlo, con todo y los vendedores de golosinas, chicharrón ‘totiado’ o gallina criolla que ofrecían por la carretera entre peaje y peaje, porque, aunque ustedes no lo crean desde ese tiempo había peajes, carreteras pocón, pero peajes sí. Vainas de la malicia indígena. De todas maneras, cero afán, que es el que estresa.

Precisamente, ese bendito afán conduciendo a toda mecha para llegar ya o ya es muchas veces la causa de no pocos accidentes. Además, nos priva una práctica que nos puede convertir en mejores y más saludables seres humanos: la cortesía.

Generalmente nuestra manera de conducir destapa al verdadero yo que vive dentro de nosotros: ángel, demonio e intermedias. Para la muestra, unos botones: Hay algunos comportamientos que suelen exacerbar los ánimos en la vía, uno de ellos es atravesarse a velocidad de tortuga impidiendo el paso de quienes van con afán. Si yo voy a 30 kph y me alcanza alguien a 35, ¿por qué no lo dejo pasar?

Aquí en Sogamoso es común ver paisanos por el carril derecho, circulando a velocidad baja, palillo en boca, con una fila de medio kilómetro de carros detrás sin inmutarse. Eso puede desesperar a los demás.  Los mejores ejemplares son los señores de las busetas ¿Alguien podría decirles a los señores de las busetas que eso y dejar pasajeros antes de la esquina es falta de modales?

El uso de las direccionales, además de ser de una gran cortesía es una obligación que puede evitar accidentes. El artículo 131 del código de tránsito habla de que no hacerlo lo puede dejar sin 580 mil pesitos para la rumba del próximo viernes. Las direccionales no son adornos de navidad, así que, pilas.

Hay quienes, cuando conducen, no utilizan palabras o algún tipo de lenguaje no verbal: utilizan el pito y lo hacen para saludar, para despedirse, para regañar, para predecir el cambio en el semáforo, para abrirse paso, para que le abran la puerta del garaje, para echar un piropo, porque llegaron a la casa y porque sí, porque no y por si acaso. Estos personajes, literalmente, desesperan a un payaso.

Por el contrario, hay conductas que nos pueden hacer quedar como príncipes, por ejemplo, cuando usted estaciona su auto en un sitio donde podría caber una tractomula, ¿lo hace en los extremos, o lo parquea en toda la mitad, como diciendo la calle es mía? ¿Utiliza el carril izquierdo sólo para adelantar? Cuando llega a una esquina, ¿deja llegar el odómetro a cero o se manda como un búfalo, “para no perder el impulso”?

Y la mejor de todas: con una sonrisa ceder el paso a ciclistas, peatones y otros conductores. Fresqueese, “no hay que llegar primero sino hay que saber llegar”, decía la piedra de don José Alfredo.

A TODAS ÉSTAS: Hay un concepto que prioriza la seguridad del puente del Sisga según la Concesión ídem. Señores de la concesión, ¿será que el puente queda mejor arreglado si lo hacen en temporada navideña y arrancando con el afán en pleno puente Emiliani? Si la vaina es tan inaplazable, urgente e impajaritable, ¿por qué no lo hicieron en el mes de julio o agosto?

Por Rafael Antonio Mejía Afanador

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