Opinion

PROFESIÓN PELIGRO

Por cada persona que quiere enseñar, hay, aproximadamente, treinta que no quieren aprender.

Walter C. Sellar (1898-1951) Humorista británico

Cuando uno mira los toros desde la barrera, es evidente que no se ven tan peligrosos, pero vaya uno y métase ahí para que vean cómo es que es la cosa.

Así sucede con quienes dictan normas educativas o las interpretan a su manera. Esto sucedió cuando un par de semanas atrás llegó una funcionaria del Ministerio de educación a darle su particular interpretación a algunas normas que rigen en los colegios.

Todos somos conscientes de que los muchachitos de hoy son bastante difíciles de manejar. Y, la verdad en todas las épocas ha sucedido lo mismo, desde los antiguos griegos: de hecho, Sócrates decía que “La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros”. De esto hace 2.500 años.

La pequeña diferencia radica en el hecho de que actualmente los niños, desde temprana edad, se comportan como verdaderos emperadorcitos a los cuales no se les puede ni siquiera llamar la atención porque se les “vulneran” una gran cantidad de derechos, entre los cuales está la ausencia casi total de normas y de límites.  Estos capacitadores parecen más preocupados porque no les manden a cortar el cabello a los criaturitos o los hagan poner el uniforme que por ver si saben sumar o leer.

Si por los lados de los niños y adolescentes llueve, por el lado de los padres no escampa. Es inaudito el irrespeto al que son sometidos maestros y directivos cuando se trata de que sus hijos cumplan con las normas de un manual de convivencia que está hecho, precisamente, para la sana convivencia y que haga la vida agradable para todos, sin excepción, en una comunidad educativa.

Si bien, hay ocasiones en las cuales el manual o su interpretación dan lugar a abusos y extralimitaciones, como en el caso del joven Sergio Urrego, quien fue hostigado por el colegio hasta hacerlo suicidar, esta es una excepción, mas no la regla. Si bien, desde el punto de vista legal, si hay un debido proceso y una proporcionalidad en la sanción, el asunto no debería pasar a mayores, no deja de ser preocupante que los colegios y escuelas se constituyeron no en un centro de estudio y academia sino un “escampadero” para que algunos padres de familia les hagan el quite olímpicamente a sus responsabilidades como padres.

Hay sentencias de tutela que demuestran que si el manual de convivencia está completamente ajustado a la Constitución y su aplicación se hace respetando la presunción de inocencia y el debido proceso, las autoridades educativas pueden proceder sin temor a extralimitaciones e injusticias.

Es cierto que los niños problemáticos tienen todo el derecho a acceder al sistema educativo con iguales garantías que los demás, porque para eso es un sistema educativo, pero entonces, ¿dónde queda el derecho de los niños que sí van a educarse, a estudiar y a construir un proyecto de vida? ¿Dónde queda el derecho de los padres que quieren que sus hijos estudien en un lugar seguro donde no sientan miedo de ser agredidos por cuenta de quienes hacen bullying y los maltratan impunemente?

Si los sabios del ministerio y quienes obedecen sin chistar palabra se plantaran en la puerta de un colegio a decirles a los padres de familia y sus dulces retoños que llegaron tarde a la jornada escolar y después se sentaran dentro del aula de clase y soportaran lo que tiene que soportar ahora un maestro, seguramente su perspectiva podría cambiar. En una ocasión en el Integrado, a una coordinadora, un padre de familia la amenazó con un revólver y ahí sí no hubo ni personería ni secretaría de educación. Los reto públicamente a que se pongan en el lugar del profesor.

Se oye mucho hablar desde el alto, medio y bajo gobierno sobre cambios educativos, presupuestos y otras bellezas más, pero no se hace nada para que los muchachos aprendan y respeten. Ahora a esta generación de cristal no se les puede ni hablar durito porque se traumatizan. Desde arriba y desde la casa les alcahuetean cualquier majadería y convirtieron a los colegios en guarderías. Han criado una generación de chicos intolerantes al fracaso, manipuladores y con un grave déficit de atención. 

¿Y cómo lograr la atención del estudiante cuando éste anda ensimismado en un celular? ¿Si cuando llega a estudiar, llega tarde y si se le reconviene, inmediatamente saltan los padres de familia a defenderlos como si los estuvieran torturando y se van para la personería o para la Secretaría de educación a quejarse porque a los niños les toca madrugar, estudiar, respetar a sus mayores, y cumplirle a la sociedad? ¿Qué tal? ¿Será que los hijos de quienes proponen semejantes entelequias no madrugan, no leen, no estudian y no se preparan para asumir su destino? Con excepción de Pastrana júnior, creo que los hijos de los Uribe, los Santos, los Ospinas y demás dirigencia, sí tuvieron límites, iban a estudiar y obedecían normas. Ellos sí saben por dónde es que va el agua al molino.

Asimismo, le exigen al docente, no solamente que el estudiante apruebe la asignatura a como dé lugar, sino que apruebe la materia con honores, eso sí, sin coger un cuaderno, sin poner la más mínima atención a las explicaciones y sin hacer una sola pregunta acerca del tema de clase. Después quedamos como quedamos en las pruebas PISA y adivinen de quién es la culpa: exacto, del maestro. 

Para quienes creen que hay derechos absolutos, miren lo que dice la sentencia T400 -20: (…) “el derecho a la educación comporta el cumplimiento de deberes correlativos para con la institución y la comunidad educativa, de tal manera que, si estos no se acatan, se justifica el ejercicio de la potestad disciplinaria que, incluso, puede terminar con la aplicación de una sanción de exclusión del plantel educativo. Es decir, el derecho a la educación no implica la garantía absoluta de permanencia del discente en un establecimiento educativo cuando este no acata su normativa”. 

Realmente, la situación está de apague y vámonos porque esto se convirtió en una profesión peligro.

Los incrédulos pueden leer la sentencia completa aquí: https://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2020/T-400-20.htm  

Por Rafael Antonio Mejía

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba