La Misteriosa Mansión Abandonada, de Víctor Carranza en la Cima de una Montaña

Víctor Carranza, quien por más de cinco décadas estuvo detrás del negocio de las esmeraldas y obtuvo el título de ‘zar’, nació en Guateque, Boyacá, el 8 de octubre de 1935. Su vida infantil la vivió Gaunza Arriba, donde vivió junto con sus tres hermanos, Luis, Julio y Vidal, y su hermana Ana Delia. Ayudo a su madre en las labores agrícolas y, sobre todo, en acompañarla al mercado a vender los productos que generosamente les daba la tierra.
Curso hasta quinto de primaria, los que lo conocieron de niño, lo recuerdan recorriendo las calles con un cartel en su pecho para promocionar las películas que se proyectaban en el teatro del pueblo; otros dicen que desde muy pequeño hurgaba la tierra en busca de las piedras verdes de las que tanto hablaban a su alrededor. Su intensidad era tanta que a los 11 años comenzó a laborar en una mina en Chivor. Desde aquel momento quedó ligado a los socavones.
Su precoz búsqueda tuvo frutos dos años después, cuando encontró en minas de Gachalá tres grandes rocas que contenían esmeraldas. Así se hizo a su primer capital, que fue aumentando con una gran habilidad para los negocios. Lo que vino después fue un golpe de suerte tras otro. A comienzos de la década del sesenta comenzó a ganar influencia en la cuenca del río Minero y en los municipios de Buenavista, Coper, Muzo, Maripí, Pauna y La Victoria, convirtiéndose en un hombre de gran poder en la provincia de occidente del departamento de Boyacá. Fue apodado » ÉL zar de la esmeralda» debido a su dominio en esta industria.
Construyó su imagen de ‘patrón’ recorriendo armado, los socavones. Hay quienes dicen que no era un hombre violento, pero la realidad demostró que defendía lo suyo a toda costa y supo capotear las dificultades que rodeaban la actividad esmeraldífera. Su riqueza era un imán para políticos, sacerdotes, funcionarios de Estado y sectores de la fuerza pública, a los que les compraba lealtad y protección. Y le funcionó. Sobrevivió a tres duros momentos de la llamada ‘guerra verde’ –1965, 1973 y 1986–, y a los ataques del cartel de Medellín.
Una de sus fortalezas la construyo en lo alto de una montaña en el municipio de Maripí, en el occidente de Boyacá, una mansión inconclusa que guarda historias y secretos de “Él zar de la esmeralda». Esta construcción, que nunca fue habitada es un testimonio imponente del poder económico y los desafíos que enfrentó Carranza en su vida.
También le puede interesar: Sondeo de intención de voto para los candidatos a la Alcaldía de Duitama 2024-2027
Sin embargo, algunos habitantes de Maripi, cuentan que en esa mansión se alcanzaron a organizar grandes encuentros de esmeralderos de la zona, pues tenía un sótano que funcionaba como bunker y allí comercializaban esmeraldas de la mejor calidad; para poder llegar allí, debían pasar varios anillos de seguridad que custodiaban los hombres de carranza.
La mansión está ubicada en la vereda Santa Rosa, sobre una cima montañosa, representa una imponente construcción que quedó inconclusa. La vista panorámica que ofrece, abarca una amplia zona de explotación de esmeraldas, lo que sugiere que la ubicación estratégica de la mansión tenía la intención de otorgar a Carranza control visual sobre las minas bajo su dominio.
Esta construcción, lo convirtieron en un recordatorio de los desafíos y enemistades que enfrentó Carranza, a lo largo de su vida. La ubicación de la mansión en la cima de una montaña la convertía en un objetivo fácil, para sus enemigos, incluidos otros patrones de la zona y grupos del narcotráfico, que veían en ella una oportunidad para neutralizar a Carranza.
Además de su controvertido poder, Carranza también fue conocido por su personalidad narcisista y su ambición personal. A diferencia de otros empresarios que contribuyeron a la comunidad y a sus trabajadores, Carranza optó por no redistribuir su riqueza, contribuyendo así a la transferencia de la explotación de las minas a manos de empresas extranjeras. Se calcula que, a su muerte, tenía por lo menos 1 millón de hectáreas en los Llanos Orientales, donde pasaba largos periodos en medio de la espesa sabana.
Ni sus enemigos, ni la justicia, lo pudieron someter. El único que pudo lograrlo fue un cáncer de próstata que lo obligó a postrarse en una cama de la Clínica Santa Fe, de Bogotá, donde murió a sus 77 años, el 4 de abril de 2013. Su legado dejó huellas profundas en la historia de Colombia, desde su papel en la industria de la esmeralda hasta su influencia en la política y la sociedad. La mansión inconclusa en la cima de una montaña sigue siendo un testimonio de su poder y los desafíos que enfrentó a lo largo de su vida.