Hechos

La historia poco conocida los rescatistas caninos del 9/11

El fatídico 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos y el mundo entero observaron horrorizados cómo las Torres Gemelas del World Trade Center colapsaban en un devastador atentado terrorista. En medio del caos y la tragedia, los equipos de rescate humanos y sus fieles compañeros caninos se convirtieron en héroes.

Se estima que en la Zona Cero del World Trade Center trabajaron más de 300 perros en tareas de búsqueda, rescate, recuperación y terapia. El primero de los perros en llegar a las torres fue Apollo, un pastor alemán de la unidad K-9 del Departamento de Policía de Nueva York que llegó a la Zona Cero solo 15 minutos después del colapso de las torres. Los labradores Salty y Rosselle, perros de asistencia, ayudaron a sus humanos ciegos -y a decenas de personas que se fueron sumando poco a poco- a bajar más de 70 pisos de la Torre 1 y, una vez en la calle, los guiaron hasta un lugar seguro. 27 horas después del derrumbe, Trakr, otro pastor alemán, encontró con vida entre los escombros a la última superviviente del atentado.

Sin embargo, estos canes, entrenados para encontrar personas vivas atrapadas bajo los escombros, con el pasar de las horas, se enfrentaron a una realidad la cual no estaban acostumbrados: solo encontraban cuerpos sin vida. Este hecho, desanimaba tanto a los canes como a sus cuidadores.

Los perros, que habían sido entrenados para salvar vidas, ahora enfrentaban la terrible tarea de recuperar cuerpos, afectando profundamente a estos animales, y muchos de ellos mostraron signos de depresión. Dejaron de comer y perdieron su entusiasmo por la búsqueda y el rescate.

El teniente David Saxe, uno de los valientes rescatistas presentes en el lugar, compartió su conmovedora experiencia: «Tuvimos que levantarles la moral. Así que nos escondíamos para que ellos pudieran encontrarnos. Y de hecho verías un cambio completo en su comportamiento de deprimido a feliz porque finalmente encontraron a alguien».

Estos equipos de rescate canino-humanos enfrentaron jornadas agotadoras, a menudo de 12 horas al día, durante un promedio de 10 días seguidos. La labor que realizaron fue valiente y determinante, arriesgaron sus propias vidas para salvar a otros. Sirius, un perro de detección de explosivos del Departamento de Policía de New Jersey, fue el único que murió en el ataque del 11 de septiembre. Desafortunadamente, cuando el edificio colapsó, Sirius, un labrador de 4 años, se encontraba en la parte baja de la torre.

Los perros de rescate jugaron un papel fundamental en la búsqueda de supervivientes entre los escombros. Su aguda capacidad olfativa y su entrenamiento especializado permitieron detectar posibles víctimas atrapadas bajo los restos de las torres colapsadas. Sus sacrificios y tenacidad inspiraron a todos los que los rodeaban.

Esta conexión única entre seres humanos y sus fieles amigos peludos se convirtió en un símbolo de resiliencia en medio de la tragedia. Aunque no pudieron cambiar el destino de todas las víctimas, su dedicación inquebrantable dio consuelo a las familias y amigos de aquellos que perdieron la vida. El ataque del 9/11 causó la muerte de aproximadamente 2,977 personas, una cifra devastadora que dejó una profunda huella en la nación.

En los anales de la historia, los equipos de rescate canino-humanos del 9/11 permanecerán como un testimonio del espíritu humano y la lealtad inquebrantable de los perros. Su labor heroica y su capacidad para elevar la moral en medio de la tragedia son un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la esperanza y la solidaridad pueden brillar con luz propia.

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