El pueblo elegido de Dios
The Washignton Post publicó esta semana un video que muestra a unos jóvenes judíos atacar con una saña inusitada un cargamento de alimentos destinados a los sobrevivientes del holocausto judío en Gaza provocado por sus padres o hermanos. Las imágenes no podían ser más patéticas, jóvenes vaciando el contenido de las cajas de cartón para estrellarlo violentamente contra el piso, con rabia, con sevicia, con odio.
Lo único que se me ocurrió pensar es que ya está lista la nueva generación, la prolongación de la violencia está garantizada, el huevo de la serpiente se está incubando satisfactoriamente.
Una vez, estando en Israel observaba con cierto estupor que lo más normal en ese país es ver a jóvenes de ambos sexos, armados, vestidos de civil o con uniforme de colegio esperando el transporte público. Allá el servicio militar no es un período fijo que se inicia en los cuarteles, se recibe una instrucción y cuando termina se obtiene la libreta militar. Lo que hay es un reclutamiento obligatorio que se inicia en los colegios y cada año los hombres, hasta los cincuenta años, tienen la obligación de asistir durante una semana a un acuartelamiento para actualizarse en tácticas de combate.
Me preguntaba en aquel entonces por qué se les había perseguido tanto a lo largo de la historia y en tantos países. La respuesta que he tratado de construir a lo largo de todos estos años es que realmente son un pueblo muy odioso, cuya idiosincrasia la plasmó Shakespeare en ‘El Mercader de Venecia’.
Los judíos son muy egoístas y excluyentes con todo aquel que no pertenezca a su grupo. Hoy, al ver a estos muchachos ensañados con la comida, recogida alrededor del mundo por personas que piensan en los demás, surge un sentimiento que nos dice que algo muy malo está incrustado en estos jóvenes que actúan con tanta maldad que tendrá como contraparte una respuesta cargada también de rabia como sucede con los militantes de Hamás u otros similares como Al Fatah.
Todo en Israel es odiosamente artificial. Ante lo complicado del idioma hebreo, los mayores decían algo así como ‘es que a nosotros son los niños quienes nos enseñan’ es un idioma que no tiene reglas definidas. La música es a veces una copia mal hecha de polkas rusas y los comerciantes son tipos malhumorados, ventajosos a quienes no les gusta el regateo, todo lo contrario de los árabes.
La población israelí es nacida buena parte de ella en países como Rusia, Argentina, Uruguay, Europa Oriental, Norteamérica, en fin en cualquier parte del mundo, menos en Israel. Eso irrita a los palestinos, como nos pasaría a cualquiera de nosotros si sentimos que nos están invadiendo gente de todo el mundo y nos roban la tierra sólo por pertenecer a un grupo justificado en algo tan subjetivo como una creencia y, aunque suene demasiado duro, soy uno de quienes se preguntan: ¿Fue cierto el Holocausto, en el sentido de que fueron los judíos las únicas víctimas?
Decir esto en algunos países es un delito, pero yo aprovecho a que puedo en el mío decir lo que se me dé la gana sin mayores consecuencias, dado que soy un hombre irrelevante, entonces sigo para concluir: En la Segunda Guerra Mundial murieron entre 50 y 70 millones de personas, en su mayoría civiles. Entonces por qué el énfasis en los seis millones supuestamente de judíos asesinados en el Holocausto. Ergo, como la cifra es la dada por las mismas supuestas víctimas, es de suponer que hay aquí una exageración muy abultada y al mundo le han hecho creer que tiene una deuda histórica con estos carniceros encabezados por Netanyahu.
De ahora en adelante lo pensaré dos veces antes de creer en noticias que hablen de judíos inocentes e inermes asesinados por terroristas árabes.
Manuel Álvaro Ramírez R.
Magíster en Economía
Universidad de los Andes