¡TODOS SON IGUALES!
Por Rafael Antonio Mejía Afanador
Generalmente cuando a una dama el adonis le sale maltratador, vividor, egoísta, trepador y encima de todo recargado y de mal genio, el asunto comienza con una etapa de negación seguida por una de ira. En ésta última es muy común, que la generalidad de las afectadas, tal vez por darse contentillo, concluyan: “todos son iguales”. Caso ídem para los demás géneros. Bueno, esto cuando es despecho, tusa o similares porque como dijo Pascal en Pensamientos: “el corazón tiene razones que la razón no entiende”.
Voy a dar algunas razones de por qué todos los corazones no son iguales, sobre todo en tratándose de hablar del prójimo (más si se habla mal).
Cuando argumentas que «todos son iguales», estás incurriendo en una falacia de generalización apresurada. Esta falacia ocurre cuando se hacen afirmaciones generales basadas en muy poca cantidad de evidencia. En otras palabras, se generaliza una conclusión a partir de una muestra pequeña o poco representativa.
Por ejemplo, si dices «todos los paisas son vivos» o “toda la prensa es corrupta” basándote en la conducta de unos pocos, estás cometiendo una generalización apresurada porque estás aplicando una característica de algunos individuos a todo un grupo sin tener suficiente evidencia. Claro, cuando es para los demás no ofende, pero si en un aeropuerto extranjero nos tratan de narcos o ladrones, ahí sí decimos, ¡no generalicen, soy gente de bien!
Esta falacia, en la mayoría de casos, está relacionada con la idea del sesgo cognitivo, que sucede cuando el ser humano tiende a buscar patrones y generalizar con el fin de simplificar su realidad y hacerla más manejable. Esto facilita la toma de decisiones rápidas en situaciones apremiantes, pero puede conducir a conclusiones erróneas, simplistas y superficiales.
Esta falacia también puede estar vinculada al problema de la inducción, formulado por el filósofo David Hume, quien argumentó que no hay garantía lógica de que lo ocurrido en el pasado sucederá en el futuro de la misma manera. En otras palabras, sólo porque hemos observado casos parecidos no significa que podamos generalizar indefinidamente.
También puede haber influencia del constructivismo social, que sugiere que nuestras percepciones y generalizaciones están modificadas por el contexto social y cultural en los que vivimos; el conocimiento y la comprensión del mundo se construyen a través de la interacción social y cultural. Lev Vygotsky argumentó que “el desarrollo cognitivo de una persona está intrínsecamente vinculado con las interacciones sociales y con el uso de herramientas culturales, especialmente el lenguaje.” En otras palabras, lo que es moral, veraz o normal para un individuo o grupo humano, puede no serlo para otros.
Desde la hermenéutica filosófica se enfatiza en la interpretación y comprensión de los contextos. Entonces, la generalización apresurada se ve como una falta de profundidad en la interpretación y análisis. Pero tranquilos, con lectura se puede remediar.
El constructivismo social también enfatiza que el conocimiento no se adquiere de manera pasiva, sino que se construye paulatinamente mediante la comunicación y el intercambio de ideas dentro de un grupo social.
Algunos de los sesgos cognitivos más conocidos:
Sesgo de confirmación: Inclinación a buscar, interpretar y recordar información que confirma nuestras creencias preexistentes. Pensar lo mismo y seguir buscando más de lo mismo.
Sesgo de anclaje: Tendencia a depender demasiado de la primera pieza de información al tomar decisiones, es decir se anclan en la primera información, por ejemplo, los titulares de casi todas las Semanas.
Sesgo de disponibilidad: Proclividad a confiar en la información que está más fácilmente disponible en nuestra memoria, lo que puede distorsionar nuestra percepción de la frecuencia o probabilidad de eventos, como las famosas encuestas electorales.
Estos errores de juicio son también causados por el Efecto Dunning-Kruger, que es la tendencia de algunas personas con habilidades limitadas en determinada área a sobreestimar su competencia: los típicos sabelotodos que no dejan hablar, se imponen casi a la fuerza y poseen una pírrica metacognición, lo que les impide reconocer sus imitaciones.
Dos características del efecto Dunning-Kruger: Incompetencia y confianza excesiva: Las personas menos competentes no solo carecen de la habilidad necesaria, sino también de la conciencia de su propia incompetencia. Metacognición: Capacidad de evaluar y comprender el propio rendimiento. Las personas con baja habilidad metacognitiva jamás van a aceptar que están en un error y es un verdadero karma tratar de razonar con ellas.
Así, estimado lector que si usted es de los les da jartera la política, es apático a la lectura de temas históricos, se queja de la situación (pero que otros la cambien) y fácilmente concluye que todos los políticos son iguales, por favor regrese al tercer párrafo de este texto y léalo con más cuidado. Hágalo por el país.