¡EL HORROR Y LA VERGÜENZA AJENA!

Por Lizardo Figueroa
Los recientes y lamentables casos de extravíos de niños y jóvenes, que luego aparecen sin vida sacuden hasta el fondo del alma y nos llevan a cuestionarnos hasta dónde ha llegado la crueldad humana.
Cuando suceden estas desgracias, la mente se desconcierta y surgen preguntas, entre las que invariablemente están los temas de educación y justicia.
¿Cómo un ser humano tiene el coraje diabólico de quitarle la vida a otro, en situación de indefensión absoluta y luego desaparecerlo en la forma más espantosa?
La pesadilla de la muerte provocada con sevicia a tantos compatriotas es parte de nuestra atormentada historia.
Los cementerios son testigos mudos de tanta barbarie. Registradas estas atrocidades, quizá en la fantasía de los guionistas de cine se creería que Colombia pudiera ser el mismo infierno.
Como es obvio, un homicida tuvo unos padres, una familia, una infancia, niñez y adolescencia y claro, unos maestros; ¿qué ocurrió o dejó de ocurrir en los hogares y los distintos entornos del bruto sujeto en esas etapas definitivas de su vida?
Se nace parte de la especie, pero es la educación la que humaniza, es decir, la que sensibiliza, la que influye y determina los principios y valores que diferencian al homo de la bestia.
Algo ha fallado y mucho ha faltado en la grave tarea de humanizar nuestra sociedad; y no de ahora, porque el martirologio de segar la vida violentamente ha sido recurrente en esta atormentada patria.
Todo apunta a aceptar que, como otros, cambió el paradigma de la educación; otrora era más importante educar que instruir; hoy buena parte del ejercicio pedagógico se ocupa preferentemente en dictar cátedra que en la formación; el tal examen del Icfes, ahora llamado Prueba Saber y los exámenes de ingreso a la universidad terminaron por hacer de los estudiantes, odres repletos de conocimientos, pero de corazones vacíos de axiología, determinante de la trascendencia personal y la convivencia.
¿Qué son en la actualidad las clases de ética y valores en el sistema educativo?
¿Qué pasa con la tarea de la crianza en los hogares?
Sociedades milenarias en Europa y Asia, ahora en el cénit de la civilización, mantuvieron con rigor y en el tiempo el papel fundamental de la escuela: educar para ser y convivir con altos principios de fraternidad, solidaridad, compasión y respeto hacia los demás pero, sobre todo, reconocimiento y valoración de la vida; estamos lejos todavía de alcanzar esos niveles.
En la justicia seguimos graves también; el delito se sirve de la impunidad; el delincuente vive desentendido de la ley y peor, no le teme a la justicia porque sabe que no opera y si acaso funcionara, llegaría tarde, siendo además selectiva.
Dos «perlas» a propósito: una crónica periodística daba cuenta que en una pared de calabozo de una cárcel latina se leía: «En este lugar maldito, donde reina la tristeza, no se castiga el delito, se castiga la pobreza».
El notable periodista Juan Gossaín decía que Colombia es el único país del mundo en donde a ciertos «delincuentes distinguidos» se les da su casa por cárcel; los resultados de horror están a la vista.
El país entero se estremece leyendo el permanente obituario que invita a las exequias de ángeles inocentes que se fueron para siempre, por disposición de tanto desquiciado que anda suelto en algunas casas y en la calle.
La tierrita amada se encuentra moralmente indignada. Digo yo, pues.