NO ES SÓLO COMER

Por: Rafael Antonio Mejía Afanador
Hay vivencias que quedan para siempre impresas en la memoria. Uno de esos recuerdos es el azul grisáceo intenso de los ojos de mi abuelita Araminta. Y esas remembranzas afloran, sobre todo, cuando uno va camino a la misma edad que tiene el recuerdo. C’est la vie!
Mi abuelita Araminta y mis tías Blanquita, Lilia, Flor, Luisa y Herminia tenían una mano especial para cualquier postre, vianda o cocinado: les quedaba como para chuparse los dedos. No sé cómo hacían, pero era riquísima hasta la pega del arroz. Obviamente, en todos los hogares de mis queridos amigos pasaba exactamente igual: una abuela con manos mágicas para el asunto gastronómico. Mis respetos.
Las abuelas de mi casa tenían una habilidad especial para los tamales, los postres, las colaciones (que se hacían en el horno de leña de la tía Flor) y los inigualables ponqués de mi tía Blanca, hechos con una excepcional delicadeza y con los mejores y más finos ingredientes, tan bien adornados con figuras de pastillaje (preparado por ella misma) que daba pesar meterles el diente.
De los momentos más memorables que guardo en los recovecos de mi cabecita están los preparativos de mi abuela cuando iba a viajar a Chiquinquirá o Tuta, donde estudiaban mis tías Martha y Dora. Comenzaba a oler a viaje cuando mi abuela buscaba las pailas más grandes para hacer, en estufa de carbón, las mantecadas, los besitos (dulces de miel), las panelitas de leche o los peralonsos.
Cuando estaban por ahí mis primos Becerra, parecíamos cernícalos esperando que mi abuela acabara de raspar la olla para lanzarnos, cuchara en mano, sobre el pegado que quedaba en la paila, aún caliente. Tratábamos de agarrar lo que más pudiéramos y nos alejábamos a un sitio seguro para que se enfriara un poco y poder darle bote sin tener que convidarle a nadie. ¡Egoísta pero práctico!
Muchos desearíamos devolvernos a nuestros lugares de origen a disfrutar de esos deliciosos platos autóctonos y emblemáticos como el combinado de doña Inés en Paz de Río, el mute de Socotá, los helados de Belén, las repollas de Socha, las marranadas de Runta y Corrales, los dátiles de Soatá o las garullas de Ramiriquí, para nombrar solo una brevísima muestra, porque comida de la buena es lo que hay.
Pero, ¿Qué tal cuando son los platos los que llegan hasta uno? Déjenme comentarles que el 19 de septiembre, aquí mismo en Sogamoso, se va a llevar a cabo el Décimo Encuentro de Patrimonio Cultural en el museo arqueológico Eliécer Silva Celis, que gira alrededor de este delicioso tema. Tan bueno, que me recuerda refranes y dichos como “barriga llena corazón contento”, “el gusto está en la muela”, “indio comido, indio ido”, “más peligroso que bobo con hambre” y decenas más.
Tan importante es la comida que dicen que hay gente que no come para vivir sino vive para comer. El meollo del asunto es que no es sólo comer sino comer bien, sabroso y bien preparadito y para eso vienen al encuentro estos especialistas: Nydia Zoraida Caro, cocinera tradicional, gestora cultural y guía turística de Ramiriquí, que nos enseñará la preparación del piquete campesino con jutes de maíz; Nancy Janeth González, de Sogamoso, centro poblado Morcá, Provincia Sugamuxi, quien se hace presente con la deliciosa sopa de ruyas de mazorca y Flaminio Alvarado del municipio Tasco, Provincia de Valderrama, con una delicia llamada crecido de cebada. ¡De rechupete!
Este particular encuentro de saberes y sabores está organizado por la fundación Jischana Huitaca, entidad que posee una amplia experiencia reuniendo patrimonio material e inmaterial, saberes y manifestaciones culturales ancestrales trabajando incansablemente en la preservación del patrimonio cultural, acciones que conllevan a la protección de nuestra identidad.
El programa está interesante. Veamos: El viernes 19 hay un foro sobre patrimonio cultural material e inmaterial. Ese mismo día, el Encuentro de Sabedoras del fogón tradicional en donde, en vivo y en directo, van a cocinar sus delicias a la vista de todos, bonita oportunidad para aprender una deliciosa preparación porque no sólo es a comer sino también a aprender. Obvio, primero hay que asistir al foro y después sí a comer se dijo.
El sábado 20 se realizará el desfile de comparsas y concurso de diablos y matachines en el parque El Laguito. Esta será la segunda versión del carnaval. Hay que asistir así sea disfrazados de familia miranda, no se lo pierdan.
El nombre, Jischana Huitaca, proviene del vocablo chibcha Jischana, cultivo, siembra, territorio y Huitaca, mujer, vida. Juntos evocan encuentro, celebración, palabra.
Cuán importante es meternos en la cabecita que la inmensa mayoría tenemos en nuestras venas sangre indígena. El conocido historiador y profesor universitario Jorge Orlando Melo nos cuenta en su obra Historia mínima de Colombia que en el primer desembarco de españoles en estas tierras no venían mujeres, en consecuencia, la primera ‘cochada’ de nacidos en esta hermosa tierra, fueron unos vivarachos, hermosos y saludables mestizos. Las primeras cuatro mujeres embarcaron en 1493 en el segundo viaje y las 30 siguientes, en 1498 en el tercero. Y que yo sepa, por aquellos tiempos no hubo casos de reproducción por androgénesis.
Así que, aunque a muchos no les guste y quieran blanquear la historia hasta con clorox, nuestra sangre, así la presuman azul, tiene en su componente genético AND indígena. Como dice un amigo: “y qué hacemos”. La distribución genética de ADN en América y el porcentaje de ADN indígena es así: En Bolivia 60 – 70%, Perú 40- 60%, México 40- 60%, Chile 20 – 30%, Argentina 10 – 20% y aquí en este país de zarcos nórdicos está entre el 30 y el 50%. Aunque algunos se pongan bravitos, la “indiamenta” es casi del 50% …y como dijo la Vice, de malas.
Si no sabemos de dónde venimos, no sabremos para dónde vamos. Por esta razón el X Encuentro de Patrimonio cultural y Segundo Carnaval de la Provincia es una excelente oportunidad para apreciar, valorar y amar nuestras raíces, nuestra identidad y nuestro ser. Ahí nos vemos.