Gobernar con miedo: Trump convierte la amenaza en estrategia de Estado

Donald Trump ha consolidado en su segundo mandato una política basada en el miedo: blande el garrote, intimida a aliados y adversarios por igual y convierte la amenaza en un instrumento cotidiano de negociación. Su estilo genera titulares y concesiones rápidas, pero deja tras de sí fracturas geopolíticas, costos económicos y un clima de incertidumbre que alcanza también a Colombia.
La estrategia de Trump se ha convertido en su marca registrada: lanzar amenazas maximalistas, exhibir un castigo creíble —sanciones, aranceles o retiros de apoyo— y abrir luego la puerta a una negociación bajo presión. Una vez obtiene algún gesto de concesión, recula y presenta la maniobra como una victoria. Este método, heredero de la llamada madman theory, que consiste en proyectar la imagen de un líder impredecible y capaz de decisiones extremas para intimidar al adversario, hoy estructura la política exterior y doméstica de Washington.
El caso de México en 2019 fue un anticipo: la Casa Blanca anunció un arancel del 5% a todas las importaciones, con escalamiento hasta el 25%. Tras un acuerdo migratorio exprés, suspendió la medida antes de su entrada en vigor. El garrote se agitó con fuerza, pero se guardó en cuanto hubo concesiones parciales.
En su pugna con China, el patrón se repitió. En 2019, Estados Unidos canceló los aranceles que debían comenzar en diciembre sobre 160.000 millones de dólares en bienes y redujo del 15% al 7,5% otros vigentes, al sellar la “Fase Uno”. En 2025, ya de regreso en la Casa Blanca, Trump proclamó un arancel base del 10% a todas las importaciones y un esquema “recíproco” por país. La escalada alcanzó niveles de tres dígitos con los llamados Liberation Day tariffs, pero pronto se pactó una tregua de 90 días con Pekín, prorrogada por otros tres meses, que rebajó los gravámenes a 30% y 10% respectivamente. Una reculada diseñada para evitar un golpe mayor a consumidores y minoristas en plena temporada navideña.
Paradójicamente, esa política de garrote ha dado oxígeno al BRICS. Las tarifas indiscriminadas a economías emergentes como Brasil e India y las amenazas de sanciones adicionales han impulsado la cohesión del bloque, acelerado el debate sobre sistemas de pago alternativos al dólar y fortalecido su narrativa como contrapeso a Washington. El dólar sigue siendo dominante, pero la búsqueda de amortiguadores financieros gana fuerza gracias, en buena parte, a la hostilidad arancelaria de Trump.
En el frente diplomático, su actuación en la guerra de Ucrania repite el libreto: anuncios de sanciones “masivas” si no hay avances hacia una cumbre de paz, seguidos de señales de pausa al frustrarse las conversaciones. El golpe de efecto aparece en los titulares; la solución real, no.
Lo mismo ocurrió con Corea del Norte en 2017–2019, cuando pasó del “fuego y furia” a cumbres con Kim Jong-un sin resultados concretos; o con la OTAN, a la que condicionó su apoyo militar llegando a sugerir que alentaría a Rusia contra aliados “morosos”. Cada amenaza intimida en el corto plazo, pero erosiona la confianza en compromisos internacionales que han sostenido la estabilidad global por décadas.
La lógica también se extiende a la política interna. Su actual administración atraviesa una “fase de retribución”: uso del poder ejecutivo para castigar adversarios, intimidar jueces y presionar funcionarios. La llamada de 2021 en la que exigió “encontrar 11.780 votos” en Georgia ya anticipaba este estilo de presión personalizada, ahora elevado a política de gobierno.
El método rinde frutos inmediatos: arranca concesiones, moviliza a sus bases y proyecta fuerza. Pero los costos son profundos: deslegitima instituciones, normaliza la coerción como forma de gobernar y refuerza la percepción de que Estados Unidos actúa más como un extorsionista que como un líder global.
Para Colombia, las implicaciones son claras. El arancel base del 10% y sus ajustes “recíprocos” abren un periodo de incertidumbre para nuestras exportaciones. Además, resuena el antecedente de amenazas de “descertificación” antidrogas empleadas como palanca política: la coacción como método no distingue entre aliados ni vecinos.
Trump gobierna con miedo: convierte la amenaza en estrategia y el garrote en símbolo de poder. Amaga con golpear, recula cuando obtiene un beneficio y se proclama vencedor. Pero cada recule deja heridas en la economía, la diplomacia y las instituciones, que no se borran con sus retrocesos.