¿Qué nos pasa?

Por Manuel Álvaro Ramírez R. (*)

Si entendimos bien, se acaba de descubrir, gracias a una labor coordinada de las instituciones del Estado, un entramado de corrupción que va mucho más allá de un contrato fraudulento, la recepción de coimas a cambio de la asignación de recursos o de la sustracción de dineros públicos para beneficios privados. Se trata presuntamente de una operación a escala gigantesca que involucra a poderosos empresarios en coordinación con el Ejército de Liberación Nacional ELN, para extraer petróleo del oleoducto más custodiado de Colombia, revolverlo con crudo importado de Venezuela y venderlo en el exterior, no es entonces una operación de poca monta sino una empresa criminal que requiere una capacidad logística muy bien estructurada, una dirección de alta gerencia que sepa moverse en los mercados petroleros del mundo.

La sociedad colombiana está enferma. Nada más sintomático que el grado de degradación a que ha llegado su clase dirigente, no hay escollos que no supere, crímenes que no cometa, ni barreras éticas que no pisotee con tal de conseguir dinero, el umbral lo han puesto muy alto y pareciera existir una competencia con unas reglas tácitas pero que se rigen por una sola: Todo vale. Todo vale con tal de lograr escalar hacia el pódium de los poderosos, de los triunfadores, de los designados para dirigir, para gobernar. De ahí que la guerra contra el presidente Gustavo Petro sea a muerte, si no física, por lo menos moral y así como carecen de los más elementales escrúpulos para eliminar opositores incómodos, de igual manera actúan para destruir mediante calumnias e infamias la integridad de quien se atreva a ponerlos en evidencia. Veamos otro de los miles de ejemplos.

Al director de la Unidad Nacional de Protección, Augusto Rodríguez Ballesteros, el 8 de marzo del presente año, cuatro sicarios en dos motos le hicieron un atentado, un ataque a tiros cuando llegaba a su casa en Ciudad Montes III Sector al sur de Bogotá. La reacción de sus escoltas dejó como resultado un escolta herido y un sicario muerto. El Fiscal General de la Nación el 30 de marzo resolvió el caso, que si no fuera por lo trágico daría un argumento para un buen sainete. En efecto, según este sujeto, se trató de un intento de robo de manera que no sólo se encubrió el intento de asesinato, sino que a los escoltas se les está investigando por homicidio por haber matado al sicario. Háganme el h.p. favor. Lo más extraño es que Rodríguez Ballesteros estaba descubriendo y denunciando unas mafias al interior de la UNP que se dedicaban a transportar cocaína en las camionetas y a alquilar y vender esquemas de seguridad al mejor postor.

Pero sería injusto insinuar que esto se inauguró hace poco. Para poner otro ejemplo, en 1984, Roberto Soto Prieto, hijo de uno de los periodistas más importantes del momento e ideólogo del Partido Liberal, resultó involucrado como el cerebro de una operación mediante la cual le robaron al Estado $13,5 millones de dólares del Chase Manhattan Bank, el tipo que había estudiado en una prestigiosa universidad europea, tuvo entre sus compañeros al alcalde de Viena de aquel entonces, de quien se convirtió en amigo personal, lo cual le permitió solicitar y obtener asilo político en Austria. Que tal la perla: asilo político. Sin embargo, unos años después, en marzo de 1995, este mismo individuo fue capturado y condenado a nueve años y medio por tráfico de Cocaína en Alemania. No era ninguna perita en dulce don Roberto Soto.

La sociedad colombiana quizás debería tocar fondo para poderse sacudir de tan ignominiosos dirigentes, los mismos que ahora buscan por todos los medios volver al poder para no sólo seguir esquilmando de manera inmisericorde al Estado sino para ocultar sus crímenes que gracias al Gobierno del Cambio por fin están saliendo a la luz pública.

*Magister en Economía

Universidad de los Andes

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