En medio de los Medios

Centrar la atención en el enfoque “Una salud” para prevenir la próxima pandemia

Avicultores en Kenya. Fotografía: Sambrian Mbaabu/Banco Mundial.

A principios de 2020, cuando el mundo comenzaba a observar el impacto mortal de la COVID-19, me acerqué a colegas del Banco Mundial que habían trabajado en brotes de enfermedades anteriores para ver qué lecciones podíamos extraer y aplicar esta vez. Unánimemente, me advirtieron de dos riesgos: el primero, subestimar el costo de las pandemias; y el segundo, caer de nuevo en un ciclo conocido de pánico y negligencia, antes de que se puedan tomar medidas concretas para abordar las causas profundas de la crisis. Nuestras charlas me llevaron a la conclusión de que era hora de invertir en sistemas alimentarios sanos para contribuir a un mundo más seguro, ya que muchas enfermedades nuevas se manifiestan a partir del contacto de los seres humanos con el ganado y las especies silvestres, y las consecuencias son desastrosas.

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¿En qué etapa estamos?

Está claro que mis colegas tenían razón sobre los costos de las pandemias, enormes y cada vez mayores. La magnitud de los impactos de la actual pandemia de COVID-19 no solo valida los resultados de evaluaciones anteriores, sino que también pone de relieve los costos de no haber actuado mucho antes. En informes previos del Banco Mundial sobre los costos de la resistencia a los antimicrobianos, de las enfermedades transmitidas por los alimentos y de las epidemias y pandemias no controladas habitualmente se busca captar la atención de los responsables de la toma de decisiones porque el saldo negativo se ubica entre los miles de millones y los billones de dólares. Los científicos calcularon que las pérdidas anuales previstas por una pandemia de gripe serían de aproximadamente USD 500 000 millones (PDF, en inglés) —el 0,6 % del ingreso mundial— al año; esta estimación es comparable con las previsiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) sobre las pérdidas derivadas del calentamiento del planeta. Pero en un mundo globalizado, incluso esas estimaciones ahora parecen conservadoras. La Plataforma de Acción contra la COVID-19 del Foro Económico Mundial recientemente estableció que el costo de luchar contra la COVID-19 es 500 veces mayor que el valor de las medidas de prevención de la pandemia (i). Algunos proyectan que la economía mundial podría perder hasta USD 21 billones tan solo en 2020 (i).

Aunque los enormes costos de la COVID-19 son más llamativos que los costos de las pandemias anteriores de origen zoonótico —como la gripe porcina de 2009, la gripe aviar de 2004 e incluso el síndrome respiratorio agudo grave (SRAG) (que creemos que provino de los murciélagos)—, eso no necesariamente significa que los responsables de la toma de decisiones ahora cuenten con los incentivos o la capacidad para actuar. La respuesta a las crisis siempre es más urgente que la prevención, especialmente cuando la capacidad médica del mundo continúa viéndose extremadamente exigida. Y los líderes rara vez son recompensados por evitar eventos catastróficos: de hecho, es probable que el mundo haya caído en un exceso de confianza después de los primeros pasos exitosos para controlar la gripe aviar en 2005-06 (PDF, en inglés). El apoyo al control de enfermedades zoonóticas y a la preparación para pandemias no ha sido sostenido. El Banco Mundial dejó de hacer seguimiento e informar sobre su cartera de proyectos de control y prevención de la gripe aviar en 2010, y se ha interrumpido en gran medida el financiamiento nuevo para este tipo de operaciones.

«Como parte del paquete de respuesta del Banco Mundial a la COVID-19, se ofrece financiamiento para fortalecer la capacidad de los países en lo que respecta a hacer un seguimiento de las enfermedades humanas, de los animales domésticos y de las especies silvestres, y mejorar los protocolos de intercambio de información entre los organismos pertinentes». 

Hoy en día, el enfoque “Una salud” (i), que reconoce la interconexión entre la salud animal, humana y planetaria, está atrayendo el interés de India, China y muchos otros países. Como parte del paquete de respuesta del Banco Mundial a la COVID-19, se ofrece financiamiento para fortalecer la capacidad de los países en lo que respecta a hacer un seguimiento de las enfermedades humanas, de los animales domésticos y de las especies silvestres, y mejorar los protocolos de intercambio de información entre los organismos pertinentes. En este marco y, hasta el momento, se han comprometido aproximadamente USD 220 millones en financiamiento para las actividades de “Una salud” en 13 países este año. Esto dista de ser suficiente, especialmente dada la frecuencia acelerada de las pandemias que hemos observado en las últimas décadas.

Es evidente que aún queda mucho por hacer. Las inversiones actuales de los Gobiernos, el Banco Mundial y sus asociados no alcanzan a cubrir los USD 3400 millones que aproximadamente se necesitan cada año para establecer y operar sistemas de prevención y control eficaz de las enfermedades zoonóticas en los países de ingreso bajo y mediano a través de mecanismos de “Una salud”. Tampoco será fácil obtener estos fondos. Teniendo en cuenta que los costos de responder a las pandemias actuales son enormes, es probable que las inversiones en prevención y preparación pasen a segundo lugar, por más sensatas que parezcan. En 2012, el Banco Mundial calculó que prevenir la aparición de las pandemias generaría una tasa anual de rentabilidad del 86 %. Sin embargo, los argumentos sobre un rendimiento a largo plazo extremadamente atractivo podrían no ser suficientes cuando la atención de los Gobiernos está completamente puesta en las urgencias del presente.

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Para salir de esta encrucijada y no repetir los fracasos colectivos del pasado, necesitamos replantear nuestro enfoque sobre las enfermedades zoonóticas.

La buena noticia es que la solución está en nuestras manos: dado que estas enfermedades son principalmente el resultado de la actividad humana y de las interacciones del hombre con los animales y el medio ambiente, la prevención también está a nuestro alcance. Se comienzan a ver actividades de liderazgo en esta esfera: la semana pasada, por ejemplo, Alemania anunció una inversión considerable en el enfoque “Una salud” al convertirse en el primer donante de Sistemas Alimentarios 2030 (i), un nuevo fondo fiduciario del Banco Mundial que busca transformar los sistemas alimentarios con un objetivo claro: personas más saludables, un planeta más sano y economías más prósperas.

El Banco Mundial también pondrá en marcha un nuevo programa de labor analítica y de asesoría para ayudar a entender las dimensiones financiera, institucional y de economía política de la compleja implementación de “Una salud”. Nuestro objetivo es instituir una arquitectura financiera que proporcione apoyo sostenido para la implementación eficaz de “Una salud” en todo el mundo, a fin de contribuir a las tareas de prevención y preparación en materia de enfermedades zoonóticas. Esta es una tarea urgente que recién empieza. Lo invitamos a unirse a nosotros en esta campaña enviando sus ideas o haciendo preguntas en la sección de comentarios que se encuentra más abajo. Necesitamos que las mentes más brillantes participen y se mantengan enfocadas en esta tarea, para garantizar que algo como la COVID-19 nunca más vuelva a hacer que la gente se enferme, muera, sufra retraso del crecimiento o caiga en la bancarrota.

Fuente:blogs.worldbank.org

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