En medio de los Medios

Crónica de un genocidio anunciado: hutus y tutsis

Calaveras en memoria de las víctimas del genocidio de Ruanda. Fuente: Fanny Schertzer

Resulta evidente que el genocidio de Ruanda en 1994, un conflicto atroz que desembocó en la muerte de miles de civiles y el desplazamiento de millones de refugiados, ha sido olvidado de nuestra memoria colectiva. Para entender cómo ocurrió semejante acontecimiento y de qué manera la opinión pública permaneció ajena al asunto, debe comprenderse el recorrido histórico del país y las causas que impulsaron uno de los más terribles acontecimientos en África y en el mundo.

El concepto de genocidio evoca una situación despiadada y traumática que el ser humano recuerda tristemente y espera que no vuelva a producirse. Han sido varios los exterminios acaecidos durante el siglo XX, desde el genocidio armenio (1915-1923), pasando por el Holodomor ucraniano, planificado por Stalin (1932-1933); el Holocausto nazi, enfocado hacia judíos y otras minorías, o los abusos de los Jemeres Rojos en Camboya, entre otros. Todos ellos han sido crímenes reconocidos y ferozmente condenados por la opinión pública. Estas masacres civiles comparten dos factores esenciales. Por un lado, los opresores se sostienen como autoridad política durante un largo tiempo, recogiendo más legitimidad y control para ser capaces de llevar a cabo, posteriormente, la aniquilación sobre los oprimidos. Por otra parte, esta situación de exterminio se prolonga durante un periodo considerable. Así, bajo estos dos factores, todo genocidio moderno ha tenido lugar y se ha mantenido hasta que la entrada de actores externos ha podido enderezar el trance.

Sin embargo, estos dos principios no representan el genocidio de Ruanda de 1994, 

Resultado de imagen para genocidio de Ruanda de 1994

en el que un sector radical del Gobierno hutu tomó las riendas del poder del país e inmediatamente se efectuaron numerosas matanzas civiles. Tampoco es que el exterminio llevado a cabo por los hutus hacia la población tutsi durara mucho tiempo —tres meses—; eso sí, al igual que otros genocidios, el número de muertos fue escandalosamente desmesurado. De hecho, el genocidio ruandés, tomando como factores el tiempo prolongado de la matanza y el número de muertos, es uno de los más atroces de la Historia contemporánea.

Hutus y tutsis, dos etnias semejantes que fueron clasificadas y estigmatizadas por la colonización europea. Un total de 800.000 muertos y dos millones de refugiados fue el resultado del genocidio ruandés en solo cien días. Parece evidente que solo entendiendo la historia de relación entre estos dos grupos sociales podremos comprender cómo y por qué pudo suceder semejante barbarie.

En el albor de la estructura social ruandesa, los pigmeos de la etnia twa eran los primeros habitantes. Básicamente, estos autóctonos se dedicaban a actividades de caza. Décadas más tarde se incorporarían los hutus, de origen bantú. Los hutus tendían a consagrar sus trabajos en actividades destinadas a la agricultura, y esto provocó que los twa fueran desplazados como grupo predominante. Así, durante años fue aumentando el número de hutus no solo en Ruanda, también en Burundi, país vecino. Entre los siglos XIV-XV, los tutsis, que venían mayoritariamente de Etiopía, consiguieron asentarse paulatinamente en Ruanda. Y, aunque los hutus eran el grupo social más numeroso, los tutsis consiguieron muy fácilmente hacerse con las riendas del poder. Posiblemente, esto se explica debido a que estos últimos se encargaban de tareas de ganado, y el mantenimiento y cuidado de los animales se traducía en poder político.

Salvo por las diferentes actividades laborales que encarnaba cada grupo social o casta, la población ruandesa no recogía grandes diversidades culturales. De esta forma, la sociedad se fraguó en un compuesto de tres etnias diferentes. El Gobierno tutsi, igualmente, no se reveló como un sistema injusto y arbitrario. De hecho, un hutu podía llegar a tener la oportunidad, a través de un proceso ritual, de convertirse en tutsi, siempre y cuando se dedicara a la ganadería.

hutu-tutsi-twatogether

A partir del siglo XIX, va a comenzar el proceso colonizador de África: las grandes potencias europeas llevaron a cabo una expansión brutal sobre el continente y, como es evidente, esta expansión se tradujo en diversos conflictos sobre qué territorios colonizados pertenecían a cada Estado. El territorio de Ruanda-Urundi y la parte continental de Tanzania fueron designados, tras la celebración de la Conferencia de Berlín (1884), bajo control alemán y esta zona pasó a denominarse África Oriental Alemana. No obstante, el fin de la Primera Guerra Mundial desembocó en la firma del Tratado de Versalles (1919), y con ello el poder sobre Ruanda se traspasó a Bélgica, que ya controlaba la región del Congo.

A diferencia de la estancia de los alemanes, la entrada belga supuso considerables modificaciones socioculturales en el país, como la expansión del catolicismo y la difusión del francés como lengua oficial. Aun así, los belgas empezaron a involucrarse en la realización de diferentes experimentos sobre los ruandeses con el fin de registrar las posibles diferencias físicas y psicológicas de las distintas etnias o, dicho de otra manera, destacar cuál era la raza superior entre hutus y tutsis. Tal como parece, un color de piel más claro, una nariz menos gruesa y su despuntada altura fueron suficientes para la definitiva consolidación de los tutsis en el poder, con el apoyo de los belgas.

En consecuencia, los hutus fueron condenados a trabajar en actividades más sufridas y fatigosas. Incluso algunos servicios, como la educación, fueron exclusivamente reservados para los tutsis. A principios de la década de los treinta, los líderes belgas promovieron la creación y el funcionamiento de tarjetas identificativas. De este modo, cada ruandés podría ser diferenciado como hutu o tutsi. La institucionalización de la estigmatización racial era ya un hecho y la situación recordaba notoriamente al apartheid sudafricano…

Con el paso de los años, el poder de los tutsis fue progresivamente disminuyendo. Sus exigencias políticas a los belgas eran cada vez más desmedidas. Así, en 1957 se publica El Manifiesto, una obra producida por varios intelectuales hutus que ponían en tela de juicio la estructura sociopolítica de Ruanda. Este documento recogía el estatus privilegiado que habían disfrutado los tutsis durante la dominación belga. Desde 1959 se originan numerosos conflictos interraciales, desembocando en que los belgas decidan celebrar unas elecciones en 1961 en las que el no a la monarquía tutsi fue aprobado por el 80% de la población. El poder político recae así, por primera vez, en las manos de los hutus, los cuales no van a dudar en tomar represalias contras los tutsis. A partir de entonces, la población tutsi comienza a efectuar una diáspora hacia campamentos de refugiados en países vecinos, como Zaire —actual República del Congo—, Burundi o Uganda. Un año después, estando los hutus en el poder, se declara la independencia de Ruanda y los belgas, después de más de 40 años, abandonan el país.

El país pasa entonces de una monarquía de la minoría tutsi a una república de la mayoría hutu. Durante más de diez años, el poder político estuvo bajo el control de Grégoire Kayibanda,

Resultado de imagen para Grégoire Kayibanda

 fundador del Partido por la Emancipación Hutu (Parmehutu). Su régimen destacó por la escasa participación en actividades de resarcimiento sobre los tutsis. El punto de inflexión fue cuando en 1972 se constató la muerte de una gran cantidad de hutus en el país vecino. Los hutus ruandeses exigieron venganza contra los culpables y, ante la impasibilidad del presidente, el militar Juvénal Habyarimana, 

Resultado de imagen para Juvénal Habyarimana

de origen hutu, dio un golpe de Estado (1973) y consiguió mantenerse en el poder.

A diferencia de lo que se podría pensar, el Gobierno de Habyarimana sobresalió por apaciguar la relación con los tutsis. Mucho de los tutsis exiliados pudieron volver a sus casas sin represalia alguna. De esta manera, la jefatura de Habyarimana consiguió abrir fronteras no solo a nivel nacional, sino también en el panorama internacional.

Juvénal Habyarimana consiguió realizar diferentes acuerdos internacionales, sobre todo con el presidente francés, Françoise Mitterrand. Fuente: UN Dispatch

Durante la década de los ochenta, comienza a formarse en los campamentos de exiliados del sur de Uganda el Frente Patriótico Ruandés (FPR), una milicia protutsi que va a estar formándose y entrenándose militarmente durante varios años bajo el mandato de Paul Kagame, actual presidente de Ruanda. Mientras se va moldeando esta organización paramilitar, Ruanda sufría una grave crisis económica, acompañada de hambrunas y enfermedades. Comienzan a cerrarse las fronteras a los tutsis, que años antes habían tenido que abandonar sus hogares.

El FPR había empezado a emprender ataques en considerables puntos del norte de Ruanda en defensa de la población tutsi. Como respuesta, el Gobierno hutu entablaba ofensivas hacia personas y familias tutsis residente en el país. En este contexto de ataques recíprocos, la radio ruandesa RTLM (Radio de las Mil Colinas) despliega una propaganda antitutsi lanzando un discurso alimentado por el odio sobre “la plaga tutsi”. La revista Kangura haría también su parte en la fabricación de dicho discurso, llegando a publicar los diez mandamientos que todo hutu debía respetar.

En verano de 1993, el Gobierno hutu y el FPR acordaron un alto el fuego. La paz se estaba fraguando y nadie más oportuno que la ONU para mediar en el conflicto. Así, en agosto de este año se firmó el Acuerdo de Arusha, un tratado de paz que recogía el reparto de poderes del Gobierno hutu con los tutsis. Y, para vigilar que esta paz se perpetuase, la ONU decidió enviar varias tropas militares al territorio bajo el mandato de Unamir.

Mientras la paz estaba pavimentando sus primeras baldosas, un sector de los hutus desconfiaba de que fuera estaba la solución correcta; surgía así la Akazu, un círculo de poder radicalizado conformado principalmente por importantes personajes cercanos al presidente. Por entonces ya existía la Interahamwe (‘los que trabajan/pelean juntos’), milicias de hutus radicales originadas en el partido político MRDN (Movimiento Nacional para el Desarrollo Ruandés). Tanto la Akazu como la Interahamwe empezaban a planear una solución final, es decir, la matanza de todos los tutsis ruandeses, programando y anotando quiénes eran los habitantes tutsis que vivían en cada ciudad del país.

El 6 de abril de 1994 la situación del país se altera de manera tristemente memorable. Durante la noche, el avión en el que viajaban el presidente ruandés Habyarimana y el burundés Ntaryamira fue atacado y explotó en medio del aire. Aún se desconoce la identidad de los perpetradores. Los hutus proclaman que el responsable fue el Frente Patriótico, mientras que estos incriminaban a los hutus radicales de haber matado al presidente para hacerse con el poder. De cualquiera de las maneras, resulta evidente que este hecho fue clave para que estos últimos se hicieran con las riendas del país y empezar “legítimamente” la masacre contra los tutsis.

A partir de este día, las embestidas contra la población tutsi, e incluso contra los hutus moderados, van a aumentar exponencialmente a cada día que pasa. El 7 de abril asesinan a la que fue nombrada primera ministra de Ruanda, Agathe Uwlingiyimana, y a sus diez vigilantes, los cuales eran militares de la ONU. Mientras la situación estaba sumergida en un profundo caos, RTLM seguía alimentando un discurso del odio cada vez más feroz e insultante. La movilización de la población hutu era abundante, sobre todo porque el nuevo Gobierno —con ayuda de la Interahamwe— se encargó de repartir armas entre ellos y obligarlos a matar a los tutsis. El exterminio a los tutsis era ya la trágica realidad de lo que años anteriores se presentía en el ambiente.

Las acciones de mantenimiento de paz promovidas por la ONU han resultado en muchas ocasiones ineficientes, en particular entre 1993-1995. Una explicación de este fenómeno puede deberse al intento fallido de mantener el tiempo de paz en Ruanda. Fuente: Protection Gateaway
Los tutsis, 30 años después, emprendían de nuevo la fuga del país, pero esta vez las carreteras estaban controladas por las milicias hutu mediante puntos de control en los que paraban a los vehículos para pedirles sus carnets de identificación y comprobaban si eran hutus o tutsis. En el segundo caso, su destino estaba ligado a la muerte, ya fuera de manera directa o después de haberlos golpeado y humillado. El 14 de abril la ONU decide definitivamente reducir el número de tropas de 2.500 a 240. En el paso de las dos primeras semanas ya había 200.000 muertos.

Resultado de imagen para genocidio de ruanda

La ONU debatía sobre los acontecimientos en Ruanda mientras Roméo Dallaire, comandante de las fuerzas de Unamir, señalaba que solo con el apoyo de 2.000 soldados más sería capaz de frenar el exterminio tutsi. Ello no bastó para que Naciones Unidas siguiera discutiendo sobre cuál era exactamente la definición de genocidio, ya definida desde la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Los personajes políticos hablaban mediáticamente de actos de genocidio en vez de genocidio como si existiera una enorme diferencia entre ambos conceptos. El hecho de que Ruanda estuviera en el Consejo de Seguridad como miembro no permanente había ayudado a la reducción de cascos azules en el país, mientras que Estados Unidos no quería entrar en el conflicto bélico —probablemente por la muerte de 20 militares estadounidenses solo dos años antes en Somalia—.Y, aunque había un consenso sobre que había que actuar inminentemente, la financiación de tal actividad era un asunto que ningún país quería afrontar.

El FPR contraatacó el genocidio desde el norte del país, conquistando el este para llegar hasta Kigali y desplazar a los hutus al oeste. Fuente: Prezi

A mediados de mayo, el número de muertos había ascendido hasta los 500.000. El FPR, que había tenido que actuar por cuenta propia, empezaba a desplazarse desde el norte al centro del país, mientras que los hutus conseguían aglutinar numerosos tutsis en las iglesias para violarlos, mutilarlos y matarlos. No obstante, a partir de junio, el FPR consigue asentarse en la zona noreste del país. La mitad de Ruanda estaba ya controlada por el Frente Patriótico a la vez que la Interahamwe mantenía el dominio de la capital Kigali y las zonas suroeste del territorio. En este escenario, la ONU finalmente consigue consensuar la difícil decisión de mandar tropas militares francesas para garantizar una zona de seguridad a través de la Operación Turquesa, evitando así los actos de genocidio que estaban arrasando la población ruandesa. A mediados de julio, el FPR había conseguido asentarse en la capital y en la mayor parte del país. Los hutus comienzan a retirarse del país como exiliados, yéndose a campamentos de refugiados en países vecinos, como Zaire, Uganda o Tanzania. El conflicto había finalizado.

Cien días duró el genocidio. El sentimiento de rabia era común en la población tutsi. La opresión a los hutus refugiados en los campamentos vecinos fue frecuente, en especial en el campamento de Goma, también conocido como “la ciudad de los muertos”. No obstante, este no fue el mayor de sus problemas, sino que la falta de víveres y la irrupción de diversas enfermedades eran las verdaderas preocupaciones que castigaban a los exiliados. Finalmente, a finales de 1996, el nuevo Gobierno tutsi, formado por el antiguo líder del FPR Paul Kagame, abrió las fronteras para el acceso de los hutus exiliados.

El número de exiliados que dejó el genocidio hutu fue abrumador para la capacidad de los campamentos de refugiados de los países vecinos. Fuente: Feeding Fighters

Sin embargo, para cerrar verdaderamente la brecha, el genocidio hutu necesitaba ser sancionado judicialmente. Para ello, se idearon dos maneras de decidir qué se hacía con los responsables. En primer lugar, se creó el Tribunal Penal Internacional para Ruanda en 1995, con sede en Tanzania, para procesar a los grandes cargos hutus radicales que habían ostentado el Gobierno o la Interahamwe. En segundo lugar, desde 1998, los tribunales ruandeses comenzaron a funcionar y sentenciar a personas que habían participado en el genocidio. No obstante, la Justicia estaba colapsada por la gran cantidad de hutus, así que se decidió llevar a cabo el proceso de Gacaca, en el que las sentencias eran resueltas por un jurado popular de nueve personas. La mayoría de las sentencias se quedaron básicamente en ayudas a la comunidad. Con el transcurso de los años, el proceso Gacaca dejó definitivamente de desempeñar sus tareas y, a día de hoy, el Tribunal Penal Internacional ha cerrado sus puertas, con 61 sentencias.

Resulta evidente que el genocidio ruandés de 1994 no fue otro conflicto cualquiera. 800.000 muertos en cien días o, lo que es lo mismo, 330 muertos por hora, o cinco muertos por minuto. Y, aunque el número de muertos fue devastador para la duración del genocidio, la cantidad de refugiados fue igual de preocupante. Actualmente, al hablar de inmigración y refugiados, posiblemente debamos preguntarnos cuántos ruandeses siguen aún sin retornar a sus hogares. Y, como suele pasar en las olas migratorias de refugiados, la participación de Occidente ha tenido un papel principal en la trama, aunque se hayan encargado de omitirlo en su agenda informativa.

El genocidio ruandés ha sido el conflicto bélico más devastador en cuanto a la relación entre número total de población y número de refugiados. Fuente: Refugee-Syrian Civil War

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba