DE TAL PALO…

Por Rafael Antonio Mejía Afanador
Cuando llegué al Ibtimi en Paz de Río, recién desempacado de la Concentración Kennedy, a cursar mi grado Sexto, en ese entonces Primero de Bachillerato, un mundo de posibilidades se abrió mágicamente ante mis ojos. Había materias que no imaginaba que pudieran existir, una de ellas fue el dibujo técnico. Recuerdo que en mi primera clase entró el profesor Orlando Corredor Bernal y nos fusiló a punta de preguntas como: ¡qué es una bisectriz! ¡qué es un polígono! y otras vainas que parecían venir de otro planeta. El profesor debió pensar: la única forma de mantenerlos callados es preguntarles una cosa de ésas. Pues sí, todos calladitos y a estudiar se dijo. Ninguno se traumatizó ni se deprimió ni se cortó las venas.
Una enseñanza que me dejó ese primer día es que la distancia más corta entre A y B, cuando se traza sobre un plano, es una línea recta. Muchos no aplican esta ventaja euclidiana en su vida diaria.
Me explico. Son muchas las quejas acerca de los niños de hoy en día y la cantidad de traumas y situaciones no deseadas que presentan por falta o exceso de cariño, mucha o poca represión, déficit de atención, ansiedad, berrinches y demás joyas que les vuelven la vida de cuadritos a padres y profesores.
Los niños de las clases favorecidas tienden a padecer tal cantidad de actividades, que los sobrecargan y literalmente no los dejan ser niños. Comenzando por la madrugada. En esta tierra del Espíritu Santo llevamos siglos convencidos de que al que madruga Dios le ayuda y por eso se ven busetas repletas de niños que van a estudiar a las seis de la mañana con unas caras de sueño que ni para qué describirlas. Y si el niño es de los que vive lejos del colegio y es al primero que recogen, calculen. ¿Resultado? Los niños llegan al colegio a completar su ciclo de sueño, no hay de otra.
En su tiempo libre, los preocupados padres los meten a hacer refuerzos en matemáticas, inglés y materias donde andan flojos. Y si queda tiempo, clases de violín, pintura, piano y cuanta vaina haya. Pero bueno, finalmente esos chicos van a tener más oportunidades cuando crezcan y se puedan vincular a la vida laboral. Algunos serán adultos exitosos con temores infantiles que pueden aflorar en el momento más inoportuno. Estos niños viven una realidad y un mundo diferente al de sus pares que crecieron ensuciándose las manos y raspándose las rodillas jugando frente a su casa. Es posible que algunos vuelvan a ser niños y retrocedan a quemar la etapa.
En la educación pública la cuestión es por otro lado: niños que vienen de familias deshechas y se los acomodan al tío o a la abuela y crecen en un hogar donde el padre o la madre no tienen tiempo de darles afecto por andar consiguiendo lo del diario o buscándoles otro hermanito. En algunos casos el ambiente familiar es de gran tensión, maltratos y muy poca atención. Y los que llegan a dormir en clase es porque a veces tienen que trabajar para ayudar con lo del diario. ¿Resultado? Niños agresivos, que no ponen atención a las clases y que toman el colegio como patio de recreo. Niños que no siguen normas, baja tolerancia al fracaso que literalmente hacen lo que quieren y pasan por encima de los demás con total tranquilidad.
Sin hacer diferencia de clase social, para unos y otros el problema no tiene raíz en los niños sino en algunos padres, que les dan toda una vuelta a los dos puntos resolviendo a veces problemas inexistentes y no se percatan de que tienen la línea recta frente a sus narices. Rousseau decía que el hombre nace bueno, pero la sociedad lo corrompe. Al contrario, Hobbes afirmaba que el hombre es un lobo para el hombre. La visión rousseauniana del buen salvaje parece un tanto revaluada a la luz de los diferentes conflictos sociales, económicos y familiares que hacen de cada núcleo familiar una pequeña sociedad sui géneris.
La línea recta que une los dos puntos es, en este caso, el amor y el afecto No hay evidencia científica concluyente que permita afirmar categóricamente que un niño, desde el vientre, perciba si es deseado o no, pero sí hay factores que pueden afectar la salud emocional del bebé, como estrés y ansiedad en la madre, las interacciones familiares que pueden llegar a redundar en la dieta y el auto cuidado, el estilo de vida y por supuesto y como siempre, la situación económica.
En cualquier caso, a partir del nacimiento, el bebé puede percibir estímulos como el tono de voz y la música. Es muy probable que un recién nacido pueda advertir por el tono de voz, cuándo está recibiendo aprobación o desaprobación.
Desde la cuna, el niño debe aprender y debe moldearse a su entorno: Si es un entorno permisivo y relajado, habrá consecuencias más tarde; si es un entorno represivo también. Lo ideal es el equilibrio y, sobre todo, visualizar que todos somos seres únicos y lo que sirve para Pepito, posiblemente no sirva para Juanita. El respeto se gana y se prodiga. Un niño maltratado, descuidado y sin afecto, seguramente en el ambiente escolar va a tener y generar problemas. Amar al niño no es dejarlo hacer lo que le venga en gana y se convierta en el emperadorcito de la casa. Como decían los abuelos, ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre.
Los niños son nuestros embajadores en el colegio, en las visitas, en el trabajo. Y en la mayoría de los casos su comportamiento y valores son el reflejo de lo que ven en la casa, recuerden que de tal palo….
ADDENDA: Mientras tanto, los legisladores, los jueces y los papás andan más preocupados por el arete, el piercing o el pelo de los niños que por su nivel de lectura o de competencias matemáticas. Felicitaciones.
ADDENDA 2: Había una propaganda de los años 80 en el Canal 1 que decía: “Señor padre de familia: ¿Sabe usted dónde están sus hijos en este momento?” ¿La recuerdan? Ah, bueno.