El Tinteadero

Dolores encontrados ante la muerte de dos seres

Por Jorge Armando Rodríguez Avella

Para destacar lo que ocurre con mucha frecuencia en nuestra sociedad cuando se trata de preferir y destacar un hecho sobre los demás. Este es un caso típico de poner en primer plano la moda y el resto para después.

La sesión del tinteadero de Sogamoso estuvo extremadamente tensa. Unos estaban, por completo, acongojados por el trágico asesinato, de manera vil e inhumana, de una perrita. No paraban de quejarse y de lamentar la muerte de la canina. 

Y claro, resulta inaudito que alguien dispare contra un animal de esa manera y que la sociedad permanezca impávida ante semejante crimen –se expresaban unos contertulios— eso no puede ni debe quedar así como así, decían otros. Habrá que asistir a la velatón con toda la familia y demostrar el disgusto generalizado de la ciudadanía y también llamar la atención del poder judicial.

El consenso era general: la ley debía encargarse del individuo que le disparó a la mascota para condenarlo severamente y que sirva, también, como ejemplo de drasticidad para las presentes y futuras generaciones. Además, utilizó al animal para vengarse de su amiguita porque ésta le era infiel.

Con una respuesta estricta de parte de la justicia –dijo uno con cierta solemnidad, alzando su taza de café en señal de brindis—podremos descansar cuando nos llegue la hora del eterno reposo. Ante semejante frase se expandió un silencio en la mesa, todos estábamos impresionados y anonadados por la comisión de ese crimen tan atroz.

El silencio lo interrumpió alguien en la mesa de al lado cuando nos increpó para preguntar ¿y cómo les pareció la muerte de Stefany Lorena Chaparro? ¿O acaso ignoran cómo murió? Nadie tenía respuesta, como si nadie supiera. Pero algunos sí sabían, porque asintieron con la cabeza y alguien dijo que la había atropellado una buseta. 

Se trataba de la joven madre que la mató uno de los integrantes de una banda de borrachos que se desplazaba, en una buseta de servicio público, en las primeras horas de la mañana del domingo 25 de febrero por una calle céntrica de Sogamoso. Hasta ahora, los delincuentes caminan tranquilitos por ahí sin que nadie diga nada, es de esperar que la autoridad actúe y que la sociedad también lo haga, con contundencia, aunque sea en una mínima parte de cómo reaccionó con el asesinato de la perrita.  

Pero eso es mucho pedirle a una sociedad indolente ante esa desventura humana, es posible que se trate de la tragedia que hemos vivido en todo el país con una guerra permanente y que los muertos humanos interesan menos que un ejemplar de cuatro patas. Esa posibilidad puede estar ocurriendo, como cuando los ciudadanos prefirieron votar No a la paz, algo nunca visto en el mundo.

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